domingo, 20 de abril de 2014

ANDRÉS HOYOS, EL DUELO QUE NO FUE, DESDE COLOMBIA, CASO ESPAÑA,

El martes 8 de abril se enfrentaron Artur Mas, presidente de la Generalitat de Cataluña, y Mariano Rajoy, presidente del gobierno español.

Lo que estaba en juego era trascendental: la posible realización de un referendo independentista en Cataluña el 9 de noviembre de este año. 

Esa tarde el Congreso de los diputados español desautorizó por un 86% de los votos la realización del referendo. Los nacionalistas catalanes dijeron que lo harían de todos modos. Estaba listo el duelo de pistoleros, pero cuando todo el mundo esperaba saber quién era el más rápido, Mas parpadeó. En una entrevista al diario francés Le Figaro dijo que tal vez el referendo no se podría hacer, que veía alternativas, que patatín, que patatán, en fin, que le habían podido el miedo o la prudencia y que mejor no acudía a la cita.

Pese al recurrente ir y venir de magistrados, tendría que ser obvio para cualquiera que una Constitución como la española, por más liberal y tolerante que se estime, no está diseñada para permitir que un trozo del país en el que rige sea cercenado sin más de un gran mordisco nacionalista. Y los nacionalistas radicales, como la diputada del parlament Marta Rovira (de Esquerra Republicana de Catalunya o ERC), por definición no tienen tiempo para oír cháchara de magistrados si surge una posibilidad real de constituirse en nación independiente.

Los nacionalismos son muy afectos al simbolismo crudo y 2014 ofrece a los catalanes una opción de oro, pues se cumplen trescientos años de la capitulación de Barcelona en 1714 ante las tropas de Felipe V al final de la Guerra de Sucesión. Fue esa la mejor opción que tuvo nunca Cataluña de ser independiente y la perdió. Ahora que le veían la cara a una nueva tres siglos después, el president demostró que no es ningún Simón Bolívar.

¿Qué habrá pasado, alguien hizo por fin las cuentas y sacó conclusiones? Una cosa sí está clara, que la ahora más remota secesión terminaría muy mal para España y muy mal para Cataluña. Los damnificados sumarían millones. Y Rajoy no será propiamente la reencarnación de Churchill, pero se apersonó de su papel y dijo con claridad que una declaratoria de independencia sacaría a Cataluña sine die de Europa. 

La razón es que España tiene derecho a vetar el ingreso de cualquier país a la Unión Europea y desde luego que podría vetar el ingreso de Cataluña, a menos que medie una razón muy poderosa, digamos una indemnización colosal. La independencia catalana implicaría una gigantesca destrucción de valor económico, por lo que parece apenas justo que el costo de la misma recaiga en quien causa el daño, en este caso, el que se marcha. Está además la abultadísima deuda pública española. ¿Quién quedaría a cargo de qué tras la secesión de una provincia? Si se hacen, pues, las cuentas, resulta que la potencial nación catalana independiente nacería quebrada.

Es posible que del proceso salga fortalecido ERC, el partido de Rovira y Oriol Junqueras, si bien es muy improbable que, dado su radicalismo, ellos logren agrupar a la mayoría de los catalanes, proverbialmente pragmáticos, sin el concurso del más conservador CiU, el partido de Mas. Entre otras, ya empezó el tiroteo interno entre los catalanes.

La ceguera de los políticos españoles de todos los bandos les impidió hacer los referendos independentistas a tiempo; luego la crisis incubó una potencial mano ganadora para los nacionalistas. Pese a todo, parece que esta vez tampoco se harán.

Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com /
@andrewholes

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