jueves, 13 de marzo de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, SOBRE EL TERRORISMO,

Hay posiciones muy serias en la antropología que juzga a la cultura como factor determinante en la violencia de los pueblos, el hecho de que existan culturas más pacíficas que otras indican que no todo el peso de la violencia recae en la biología.
Las nuevas teorías ambientalistas destacan que, en la naturaleza la competencia y por ende la violencia no son los factores predominantes, al contrario, son la dependencia y la colaboración entre organismos los comportamientos más exitosos en la lucha por la vida.
Pero fue la biología la que daría explicaciones profundas a los comportamientos violentos; eso, antes que llegara el psicoanálisis.
Keith Webb quien escribió el excelente artículo Ciencia, Biología y Conflicto (1994) para la Universidad de Kent, en Inglaterra, nos dice: "El argumento de que existen bases biológicas en el comportamiento violento del hombre deviene de numerosas fuentes. La más simple y, quizás, la más ampliamente difundida es la Teoría Darwiniana. En un distante pasado, cuando el hombre se encontraba compitiendo por sobrevivir, tenía más oportunidad si el sujeto era más fuerte y agresivo que los demás.
Mientras más agresivo tenía mejor oportunidad de aparearse, de alimentarse y de defender a los suyos. De modo que, en términos evolutivos la selección del más apto significaba la selección del más agresivo. Por lo que, a través de los siglos de existencia humana, y antes de que se desarrollaran las comunidades agrarias, la agresión fue un componente genético desarrollado en su biología."
Uno de los guías espirituales de la actualidad, Osho, tiene una visión particular de la violencia que nos pareció oportuno resaltar; él dice en su trabajo intitulado Más Allá de la Psicología , cap 18: "Y el hombre es básicamente un cazador; el no es por naturaleza vegeteriano. Primero fue cazador, y por miles de años era simplemente un comedor de hombres, y el canibalismo prevalecía por doquier. El comerse a seres humanos capturados de las tribus enemigas era perfectamente ético. Todo eso lo lleva el hombre en su inconsciente."
Osho, alega en su argumento que los terroristas no ven en el hombre sino materia, materia que pueden destruir sin el menor remordimiento y lo hacen con armas sobrantes de un mercado mundial, que al convertirse en obsoletas para las naciones industrializadas, son ofrecidas a los países del tercer mundo, las guerras son necesarias para la naturaleza humana, para descargar su agresividad nata y liberar presión, y gracias a la proliferación de estas armas pequeñas, nace el fenómeno del terrorismo.
A medida que el hombre se civiliza, que se integra socialmente y comprende la necesidad del orden y la organización en el grupo, sacrifica algo de esa libertad natural de hacer lo que le venga en gana, en aras de unas normas comunes de convivencia y protección mutuas. Poco a poco van apareciendo las instituciones sociales, los pueblos se van civilizando y va conformándose el Estado.
A medida que los ciudadanos van comprendiendo la utilidad del orden social, de acatar las leyes y de resolver conflictos por órganos jurisdiccionales, se hace cada vez menos necesaria la violencia, la cual es sustituida por la razón, esto, en su aspecto ideal, pues hay pensadores, como C. Wright Mills, quien dice: "Toda política es una lucha por el poder; la última manifestación del poder es la violencia."  O como Max Weber, que opina: "El Estado es... el mandato del hombre sobre el hombre basado en el medio legítimo, o supuestamente legítimo de la violencia... Todos los Estados están basados en la violencia."
El uso del terror, para imponer sobre otros la voluntad del opresor, es tan antiguo como la historia. No le fue difícil a los líderes de algunas tribus comprender que el castigo ejemplarizante en contra de amigos y enemigos mantenía el orden y disminuía el disentimiento. Eso sí, el castigo debía ser brutal y aplicado sin contemplación. De China nos viene el antiguo adagio: “Mata a uno y asustarás a diez mil”.
Tal era el poder de la fama de algunas tribus violentas que ganaban guerras sin pelear, los enemigos se sometían asustados economizando a  los conquistadores recursos y tiempo. Pero el terror tenía sus límites y sus inconvenientes, la violencia tendía a generar más violencia, la calma que se generaba era aparente, pues la venganza y el rencor de los sobrevivientes era difícil de olvidar. La resistencia, si no era acabada, se volvía más virulenta, más arriesgada y aprendía rápidamente a usar el terror en contra del terror.
El veterano Capitán retirado ex-Marine de los Estados Unidos e historiador militar Robert B. Asprey, en su monumental obra “The Guerrilla in History”, nos lleva a tiempos del Imperio Romano y sus colonias para explicarnos lo que él llama “la Paradoja del Terror”.
Asprey nos dice: “Los esclavos Celtíberos que trabajaban en las minas de plata de Nueva Cartago debían considerar a los legionarios romanos como objetos de temor induciendo un miedo extremo. Para esclavizar las mentes, los legionarios eran armas de terror diseñadas para mantener a los esclavos en las minas, y aparentemente funcionaron eficientemente con este propósito.
De tiempo en tiempo, éstos y otros esclavos se levantaban, en secreto y atacaban a los romanos, quienes al encontrarse con un centinela asesinado o un destacamento emboscado y exterminado, sin duda se referían a estos ataques como de tácticas terroristas por parte de los esclavos.
¿Pero quiénes habían introducido el terror en este particular ambiente? Los romanos. ¿Tenían otra opción? Ciertamente: pudieron haber mantenido sus manos fuera de la Península Ibérica, o pudieron haber gobernado justa y sabiamente (como algunos oficiales trataron de hacer). En su lugar, vinieron como conquistadores y gobernaron por la avaricia, y, por tanto gobernaron con la opresión mantenida por el terror.
¿Qué opciones tenían los nativos para deshacerse de la presencia romana o convertirla en una forma más benigna? Solo una: la fuerza. ¿Qué tipo de fuerza? Aquella que sus mentes limitadas podían evocar. Sin armas, ni entrenamiento ni organización, tenían que depender de sus habilidades, de ataques sorpresa, emboscadas, masacres. ¿Era esto terror, o contraterrorismo?”.
Dentro de toda esta discusión sobre la naturaleza de la violencia y del terrorismo pudiera perderse de foco un hecho central sobre el terrorismo y es que las acciones terroristas son todas calculadas, sus actores saben muy bien lo que hacen. La selección del blanco es planificada y racional. Ellos saben perfectamente el efecto que persiguen. La violencia terrorista, ni es espontánea, ni está sujeta a la suerte.
El terrorismo tiene la intención de producir miedo en alguien aparte de la víctima, en otras palabras, terrorismo es un acto sicológico perpetrado para impactar a una audiencia.
¿Qué pasa cuando a un hombre se le retira toda oportunidad de participación, de identidad, de contacto con los otros, qué pasa cuando obligamos a nuestros semejantes a recluirse en guetos de miseria y violencia, cuando se les niega los más básicos derechos humanos, se le insulta y amenaza?
¿Qué sucedería cuando un gobierno decide exterminar a una parte de su población, o dejarla sin alimentos?  O podemos hacernos una pregunta todavía más simple, ¿Qué pasa cuando un hombre es capaz de morir y matar por sus ideas? Ya no se trata de defender un territorio, o a las crías, o la comida, se trata de ideas como la libertad de pensar y expresarse, del emprendimiento, de tener sus propias cosas, de que nadie se meta con el producto de su trabajo, de poder elegir a sus representantes para un gobierno y respeten esa elección.-
@godoy_saul

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