Con
el advenimiento del siglo XXI y bajo las premisas equivocadas de que: el barril
podría llegar a $200, la producción aumentaría a 5 millones de barriles por
día, el valor de las exportaciones cubriría ampliamente todos los excesos de un
Estado sin planificación alguna, con los petrodólares nos convertiríamos en
"la" potencia política regional, el recién electo sería eterno,
podríamos sufragar todas las locuras y los desaciertos sobre esquemas macro y
microeconómicos, entre otros, comenzó el trágico juego de llevar el país a la
quiebra, manteniendo a toda vela el rumbo inconveniente de intentar convertir
al Estado en el proveedor de todas las cosas físicas y espirituales,
suplantando o reduciendo al sector privado a la mínima expresión.
Aunado a esas
premisas se agregó el dominio por parte de un partido político de las
instituciones del Estado y un creciente grado de presión sobre la población
para controlarla en sus manifestaciones de un cada día mayor descontento con la
realidad negativa de su calidad y forma de vida: todo para lograr la eterna
permanencia de una "ideología" política fracasada en todas las
oportunidades en que se ha aplicado.
Pero en criollo: "una cosa es los que
piensa el burro y otra el que lo monta". Así, lo que pareció ser un
objetivo alcanzable se ha convertido en pesadilla tanto para los que quieren
mantener el sistema como para los que vivimos la realidad de las consecuencias
de acciones obtusas negadas con el progreso, las necesidades y el desarrollo de
la gente.
Son conceptos que no han dado resultados satisfactorios en ningún
país del mundo y que ha aprendido la mayoría de los países latinoamericanos. ¿Y
cuál es el resultado de esa trágica intención de convertir a nuestra tierra en una
copia al carbón de la tragedia cubana, pensando que con el petróleo podríamos
darnos el lujo de lograr lo imposible? Veamos.
Durante
el siglo XXI no se ha invertido ni un centavo en desarrollo; solo se ha gastado
en hacer lo que no debemos (lo improductivo) y en intentar engañar a la gente
indefinidamente, capacidad de engaño que, apoyada en el petróleo, se ha hecho
insostenible al igual que la aspiración de mantener contenta a la gente en base
a tasas de cambio del dólar que hacen que nuestras relaciones económicas sean
insostenibles y a fuerza de dádivas.
¿Puede un kilo de azúcar costar 6
bolívares que convertidos a una tasa de cambio realística no llegaría ni a 10
centavos de dólar?
Imposible
seguir manteniendo la ficción.
Y la situación se ha agravado hasta tal punto que no hay suficientes dólares para mantenerla, no hay capacidad de crédito para ese Estado aparatoso mantenido ilógicamente, no hay producción nacional porque se ha frenado fatalmente a la empresa privada (ya no hay ropa ni carros ni repuestos ni cemento ni cabilla ni suficiente electricidad ni papel toilette: y pare de contar).
Hay una
producción declinante de petróleo y un mercado en recesión para nuestros crudos
y sus precios, aparte de que tenemos que importar la gasolina que antes
producíamos. Unamos a esto la incapacidad de seguir dándole subsidios al pueblo
que ahora comienza a percatarse de que su continuidad física está en peligro y
que su futuro cada vez es más distante, con una inflación que ha cobrado una
personalidad inocultable y que se une a la inexistencia de lo indispensable
para una vida normal. Y las reservas de crudo más grandes de la tierra en
proceso de convertirse en una ilusión.
Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon
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