martes, 18 de marzo de 2014

MIGUEL A. MEGIAS ASCANIO, AUGE Y CAÍDA DE LA GUARIMBA

La “guarimba”, es una expresión venezolana que se usa para significar un refugio cuando un grupo de vecinos hacen barricadas en sus calles, quemando neumáticos y basura e impidiendo el libre tránsito a sus conciudadanos. Originalmente, guarimba era usado por los niños, en sus juegos, para designar un lugar seguro. Hoy, guarimba ha adquirido el nuevo significado de "barricada que impide el tránsito por una calle o avenida".

Los pueblos se expresan de diversos modos cuando deciden protestar contra un gobierno: marchas, protestas masivas, manifestaciones, elaboración de pancartas o carteles alusivos, obras de arte, afiches, música, volantes, … Y la guarimba es una de esas expresiones. Es imperativo preguntarse cual es el malestar que da origen a la protesta. Y la respuesta es casi unánime: inseguridad (25.000 asesinatos en 2013); escasez de productos alimenticios (harina de maíz, con que los venezolanos preparan sus arepas, es uno de ellos); escasez de todo tipo de productos (de aseo corporal, de repuestos para automóviles, de insumos médicos, de medicinas); inflación que diluye la paga de los asalariados (en 2013 llego a la cota de 56%); corrupción, que va llenando todos los espacios; y pronto, escasez generalizada de muchísimos productos. Esos son los principales motivos para la protesta generalizada. Analicémoslos por partes.

Las causas de la inseguridad son muy difíciles de explicar y más aún de erradicar. Por tanto, no entraré a discutir ese fenómeno a pesar de que es uno de los principales motivos de las guarimbas.

En cambio las protestas, tanto por inflación, escasez, corrupción y desabastecimiento si tienen una raiz clara: el modelo “socialista” (que de socialista sólo tiene el nombre) que durante 15 años han tratado de imponer a todos los ciudadanos de este país, estén o no de acuerdo. Cada vez que el gobierno de Chavez gritaba “¡expropiación!”, los pilares de la economía temblaban. Pues cada expropiación condujo a corrupción, ineficacia y desabastecimiento. Basta con un par de ejemplos. Al momento de expropiar las fábricas de cemento, el saco de ese producto se conseguía en todas las ferreterías al precio regulado, de alrededor de Bs 18. Bastó con expropiar las fábricas (“el cemento ahora es del pueblo”, gritaba iracundo Chávez) para que el producto comenzara a desaparecer hasta tal punto que hoy en día es muy difícil conseguir un saco ni siquiera al astronómico precio de Bs 200, diez veces el precio oficial. ¿Adonde va el poco cemento que se produce? A las mafias que compran en fábrica el producto regulado y lo revenden en el mercado negro al precio que les da la gana. Corrupción y desabastecimiento van de la mano. El caso de las cabillas para la construcción es casi idéntico. La re-nacionalización de las fábricas del conglomerado de SIDOR, ha abierto las puertas a las “mafias de las cabillas”, que compran la producción a la empresa del gobierno y la revenden en un mercado negro que ellos mismos han creado. En conclusión, las empresas que han sido expropiadas dejar de funcionar eficientemente, no tienen dolientes y son victimas de mafias propiciadas por grupos cercanos al poder. En resumen, el Socialismo del Siglo XXI sencillamente no funciona, no resuelve los problemas sino que los agrava, no disminuye la desigualdad social sino que la aumenta y ha ido de comprobado fracaso en fracaso..

Siguiendo con el tema del modelo “socialista”, los controles impuestos por el gobierno, con la excusa de que es necesario regular a los “especuladores” no han hecho sino acentuar tanto la escasez como la corrupción. De todos los controles, el control madre de todas las corrupciones es el control cambiario: sin duda, el mayor foco de corrupción y la principal causa del desabastecimiento y escasez de alimentos y de todo tipo de productos. Lo que comenzó en 2003 como una forma de “controlar” políticamente a unos cuantos supuestos “traidores al pueblo”, ha terminado convirtiéndose en una hidra no de mil sino de un millón de cabezas. Como en la historia griega, por cada cabeza cortada surgen dos nuevas. Y exactamente eso es lo que ha ocurrido. Tómese en cuenta que los dólares obtenidos legalmente a Bs 4,30 se pueden fácilmente vender en el mercado negro a 10 veces ese valor. ¡Tremendo negocio, tremenda tentación! Igual podemos decir del precio de la gasolina subsidiada, que es “exportada” ilegalmente (contrabando) pues su precio regulado en Bs 0,1 no llega ni a la centésima parte de su valor comercial. Con un euro, a valor de mercado negro, ¡se pueden llenar los tanques de 25 automóviles! Por tanto, en los estados fronterizos hay un tráfico de combustible, manejado seguramente por personas que pueden “comprar” lealtades en la frontera, de un valor incalculable. En todas las naciones donde se trató de imponer el socialismo, este término llegó a constituirse en sinónimo de corrupción. Controles y corrupción van de la mano.

Mientras el gobierno dispuso de un precio creciente del petróleo, el control de cambios funcionó; con dificultades, pero funcionó. Ahora que el petróleo se ha “estancado” en “solo” $100 (recordemos que el precio del crudo, por muchos años, raramente superaba los $10) y que no crece, se le acaba el ciclo al gobierno, se ve en apuros y comienza un vía crucis, que tendrá que transitar en los próximos meses y años, para pagar la deuda anterior, por una parte; y para proveer de dólares frescos a presente y futuro, por la otra. Muchos analistas opinan que el gobierno no podrá con las deudas acumuladas y algo, nada bueno, sucederá.

Dada la ingente deuda con una multitud de organizaciones y empresas, se hace muy difícil que el gobierno pueda honrar las deudas anteriores al precio pautado (4,30 y 6,30 en los dos últimos años). Eso, aunado a las necesidades corrientes de alimentos e insumos industriales obligarán al gobierno a cambiar el rumbo del socialismo del siglo XXI. O eso creen muchos, al menos. ¿Cambiará el rumbo del socialismo del siglo XXI? Sólo el tiempo lo dira.

Ahora, de vuelta a las guarimbas. Según mi personal opinión, que coincide con la de muchos analistas, estas son la expresión del malestar reprimido por años que, ahora, por fin, se manifiesta abiertamente. La guarimba es una forma de decir “estoy harto” de tanta dificultad, de tanto desatino, de tanta cola y de tanta escasez.

Por consiguiente, si el detonante ha sido el malestar público, al expresarse de esta manera hay un primer momento de euforia, al que le sigue la calma y finalmente, cuando se ha drenado el descontento, se muere de forma natural. La guarimba, creo, ha muerto; su corta vida ha servido, como mínimo, para alertar a los medios internacionales y a los gobiernos (amigos y no tanto), de que aquí está pasando algo, de que aquí hay un profundo descontento ya que el ciudadano valora más la protesta que su propia vida. Algo anda mal…

¿Qué viene ahora? La aparición del fenómeno de la barricada ha traído consecuencias que no serán fáciles de borrar. Imágenes que han circulado en todo el planeta ilustran como la brutalidad de una fuerza denominada Guardia Nacional Bolivariana (y Guardia del Pueblo) que ha acosado a justos y pecadores. Se ha desnudado el talante represivo, del gobierno (o de partes del gobierno) que preside Nicolás Maduro. Y esto, repetimos, no será fácil de olvidar –como no olvidamos las imágenes de las primaveras árabes.

La desaparición de la guarimba traerá otras consecuencias. La represión, ahora, será más selectiva; por primera vez en la historia de Venezuela aparece en forma importante la figura de “el sapo”. Es decir, ciudadanos como usted y como yo que habiendo visto a sus amigos y vecinos actuar ahora los denunciarán. Llegarán las fuerzas del (des)orden a allanar, sin más, las viviendas de los acusados. Habrá un aumento del terror generalizado pues ahora no son actores de guarimba sino receptores de acusaciones secretas. Mientras preparan sus alimentos, mientras ven televisión, mientras ayudan a los hijos a hacer sus tareas, los sapos acusan, en oscuras oficinas burocráticas, a quienes hasta hace poco eran sus amigos o vecinos. Esta es la siguiente fase del terror que se nos viene encima.

Y esto es lo que nos hace recordar la triste historia de la guerra civil española. Fueron miles los españoles encarcelados, fusilados y desaparecidos, al perder la guerra las fuerzas democráticas, víctimas del “chivatazo”. El sapo de hoy era el chivato de entonces. Siempre ha existido y siempre existirá. Ese ciudadano capaz de denunciar a otro, con o sin motivo, por rencillas personales, por envidia o por simple maldad.

Así ocurrió en la España post-guerra, cuando la represión del régimen se hizo presente y durante años se corrió el peligro del chivatazo. Ahora, las fuerzas que nos mandan no fusilan, como en los tiempos de Franco. Pero encarcelan sin motivo, torturan sin razón, ejercen todo el poder que les da la más absoluta impunidad. Eso ha quedado bien demostrado y son muchos, demasiados, los casos de tratamiento inhumano, tortura física o síquica; y hasta la muerte sobrevenida de algunos. Y si bien es verdad que en Venezuela el fusilamiento no ha existido, no olvidemos que en el gobierno de los infortunados cubanos (que muchos venezolanos creen que tienen ingerencia en los asuntos del país), si hubo este tipo de represión –y continúa aún latente. Los tres últimos fusilados del régimen castrista fueron “Lorenzo Enrique Copello Castillo, Bárbaro Leodán Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac, "los tres principales, más activos y brutales jefes de los secuestradores"; y fueron ejecutados al amanecer de este viernes”, indicó un comunicado oficial, fechado, el 12 de abril de 2003.

Los elementos que estuvieron presentes en la España pre-Franco parecen estar presentes en la Venezuela de Chávez-Maduro, guardando las distancias, claro. Confrontación; división social; y fuerzas ajenas a la nación. 

Nos acercamos a tiempos peligrosos, muy peligrosos. Es deber de los ciudadanos tratar por todos los medios de buscar una solución a las desavenencias entre hermanos venezolanos. Lo último que quisiéramos ver es una guerra civil. Pero las oscuras nubes del presente parecen anunciarla. Pongamos nuestro mejor empeño en evitarlo. Corrijamos el rumbo, todos, o pereceremos, todos.

Observatorio Venezolano de las Autonomías
Miguel A. Megias Ascanio
autonomiaspoliticas@gmail.com
@mmegias

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