Uno
de los poemas que más me emocionan cuando lo leo es del poeta inglés John
Donne, que a modo de prólogo al inicio de la novela de Ernest Hemingway Por
quién doblan las campanas, dijo:
“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es una pieza de un continente, una parte de la tierra… La muerte de cualquier hombre me disminuye porque me encuentro unido a toda la humanidad, por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti”.
Creo
entender la magnitud y el horror de Donne y Hemingway ante matar o morir.
Hoy
contemplamos el asesinato a mansalva, ocurrido en los últimos días en Venezuela
de estudiantes, el más perverso de un acto humano, porque al crimen se suma un
ideal justo y la indefensión de las víctimas.
Intentar
luchar por una idea, por la libertad, de cierto modo es un sonido de campanas.
Se escuchan emocionalmente, la juventud cubana las escuchó y sus repiques
producían responsabilidad moral y pánico, porque a veces no se sabía si
repicaban desde el cielo o el infierno.
Me
aventuro a decir que fue tras ellas el personaje de Hemingway Robert Jordan
durante la Guerra Civil española, detrás de las líneas franquistas cuando
intentaba volar un puente a finales de 1937 antes de la preparación de la
Ofensiva de Segovia, y siguió esta música, como la ha seguido siempre la
juventud con sed de justicia, que cree en esa justicia, y confía en los
milagros de un modo casi irracional, pierdan o ganen.
FUSILAMIENTOS EN EL PAREDON CUBANO |
Hay
cubanos que no se sienten satisfechos de nuestra lucha, la olvidan y los más
jóvenes la desconocen. El día primero de enero de 1959 la alta jefatura del
castrismo estaba intacta. Dentro de las filas estudiantiles con mucha suerte
quedaron unos pocos vivos, como mi hermanito del alma Jorge Valls y otro
puñadito más, pero la alta dirigencia, José Antonio Echeverría, líder de los
estudiantes latinoamericanos, fue ultimado en L y 27; Joe Westbrook, Juan Pedro
Carbó Serviá y José Antonio Machado fueron asesinados vilmente en Humboldt 7, y
muchísimos más a lo largo de la isla fueron cosidos a balazos como en el caso
de Frank País.
Hoy
en la Miami exiliada otros nos dirigen. Pero los buenos, los mejores, mueren
jóvenes. Seríamos un exilio totalmente diferente si hoy nos orientaran José
Antonio, Frank, el ex presidente de la FEU de Las Villas Porfirio Remberto
Ramírez, Virgilio Campanería Ángel, Tapita Ruano y decenas de estudiantes que
fueron fusilados por el castrismo.
Para
los que no entiendan nuestro dolor y nuestra orfandad, en una sola noche, el 30
de agosto de 1962, fueron llevados ante el paredón, con el inevitable tiro de
gracia, más de 300 anticastristas en Cuba. Y miles de estudiantes durante
décadas fueron a ocupar las prisiones cubanas conjuntamente con los heroicos
expedicionarios de Bahía de Cochinos, cuyo único error fue confiar en un aliado
que a la hora de los mameyes solo respondió a sus propios intereses.
Desde
tiempo inmemorial las guerras se pierden o se ganan; la nuestra, hasta hoy,
siempre espero, siempre confío, el final de la historia no ha sido aún escrita,
aparentemente la perdimos, pero con dignidad, porque pusimos el alma, la sangre
y las lágrimas para salir victoriosos.
Con
absoluto respeto de quien no puede estar ahí junto a ustedes, mis últimos
consejos a la juventud venezolana. No confíen en los gobiernos de América
Latina, ni en los de la Unión Europea, ni en Washington, ni en UNASUR, ni en la
OEA, ni en la ONU, ni en los políticos profesionales venezolanos, ni en
militares que juraron defender a un pueblo y hoy defienden al chavismo
fascista.
Ustedes
solo tienen que saber cinco cosas. La primera es que están tan solos como
Cristo en la Cruz. La segunda que la libertad de Venezuela está únicamente en
la entrega absoluta de ustedes a una causa difícil que tiene en su contra a la
profundamente hipócrita opinión pública internacional ante los estatus, pero
sueñan con realidades. La tercera, les advierto, van a tener que pagar un
precio altísimo por su libertad e independencia, porque hoy el castrismo es
dueño de la patria de Bolívar, allí ellos mandan, y van a intentar hacer hoy
con ustedes lo mismo que hicieron ayer con la juventud cubana, aniquilarnos,
exterminarnos, hacernos polvo sin una gota de escrúpulos. La cuarta, como dijo
Leopoldo López con una inscripción en una camiseta, “el que se cansa, pierde”.
Ustedes no pueden cansarse, no pueden abandonar la lucha en las calles bajo
ningún concepto. Y quinto, y el más vital de los consejos, heroicos estudiantes
venezolanos, cuando escuches sonidos de campanas nunca preguntes por quién lo
hacen, doblan por ti.
Nicop32000@yahoo.com
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