Si
bien ha sido un largo mes de malestares, confrontaciones y abierta acción de
lucha de libertades, no podemos olvidar que su origen se remonta al referéndum
del 2007 donde claramente y con múltiples amenazas la mayoría reafirmó su
compromiso con la libertad como norte de la convivencia. Asumiendo
descaradamente que esa voluntad era descartable por la imposición de la fuerza,
en siete años se han pisoteado principios para imponer lo que mayoría había
rechazado. No es de extrañar que los "gases" del hostigamiento se
hayan acumulado y estemos ante una realidad con fuerzas propias orientada a
generar el camino que la ilusión del poder temporal distorsionó.
Ahora
bien, las imágenes de la tremenda represión con la violación inaudita de la
vida nos llevan a comprender cómo hay
dos lógicas en acción que parecen irreconciliables. Para la visión militar
"las bajas humanas" no tienen rostros, todo se somete al cumplimiento
o no del objetivo de la guerra. De allí no hay sino un paso para eliminar
cualquier obstáculo mediante medios lícitos
o ilícitos a lo que estorbe al
mantenimiento de "mi orden público". La lógica "civil" se sustenta en la vida humana como principio irrenunciable y por ello los derechos
humanos tienen prioridad en toda confrontación social. Su desconocimiento deja
huellas perennes limitando la construcción de un futuro y su fortalecimiento
abre nuevas compuertas a la convivencia de la diversidad y la posibilidad de un
tejido social con capacidad de ser iguales pero diferentes. La represión es
inoperante en el marco de las aspiraciones legítimas de libertad, al cerrar caminos sometiendo sin modificar
conductas y mucho menos los principios o creencias que las sustentan, que
nuevamente buscaran sus propios cauces.
De
allí que no puede pensarse en diálogo para la negociación de las aspiraciones,
sino tenemos claro qué es lo que está en juego.
Están en juego las libertades. Por lo que es desconfiable toda propuesta que implique
desconocimiento de los principios pisoteados desde el "referéndum del 2007
que en su momento fue calificado como "victoria pírrica".
Nuestra constitución como marco del país, que asumimos y aspiramos construir, le otorga prioridad a la lógica civil, de allí que ciertos instrumentos no son los únicos, sea la separación de los poderes públicos para que exista capacidad en el debate de las diferencias y apertura de consensos confiables en las decisiones personales y colectivas, esenciales en la dinámica humana.
Del
pasado aprendimos que toda negociación requiere ganar algo nuevo y perder algo
que estorba con la finalidad de reconocer y superar la crisis que genera el
"terremoto social".
Sin
reconocer el "pecado original" en esta confrontación, son pocos los
caminos que generen confianza para la nueva institucionalidad que está en
juego. Pretender seguir imponiendo un modelo que a todas luces no se sabe para
dónde va es desconocer el potencial de las aspiraciones humanas.
Mercedes
Pulido
mercedes.pulido@gmail.com
@mercedespulido
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