martes, 25 de marzo de 2014

MANUEL MALAVER, EL CASTROCHAVISMO NO PUDO CALLAR A MARÍA CORINA NI EN LA OEA

No pudo el castrochavismo evitar que María Corina Machado le gritara al mundo, y desde la Organización de Estados Americanos, OEA, que en Venezuela hay una dictadura y que los venezolanos son asesinados en las calles por el único delito de disentir y protestar contra un régimen que, aparte de “socialista” y militarista, ha hundido al país en la peor crisis política y económica de su historia.
Horror que, no es que no ocurriera antes de los sucesos del último mes y medio, sino que se perpetraba de manera más taimada y selectiva, y, generalmente, encubriéndolo de un manto de simulación judicial que fue una de las novedades con las que el neototalitarismo castrochavista pretendió disfrazar la dictadura militar, plebiscitaria y monocrática de siempre.
Pero si hasta llegaron al poder camuflándose de demócratas, participando en una elecciones libres y jurando que renunciaban a su condición de golpistas y violentos y respetarían la constitución en todos sus términos y principios.
Fue el primer acto de la tragedia, pues, ya en el poder, los neototalitarios iniciaron el proceso de ir anulando la constitución, de hacer nugatorios sus mandatos y de convertirla de parlamentaria en presidencialista, de civilista en militarista y de democrática en dictatorial.
Por ahí, desde luego, se llegó fácilmente a la represión, pero sin asignarla al comienzo a los cuerpos militares y policiales formales, sino transfiriéndola a los “para” que llaman colectivos, o al hampa común o la delincuencia organizada, lo cual se traducía en matanzas que contaban de hasta 200 víctimas por semana y un total anual de asesinados que, por ejemplo, el año pasado, alcanzó los 25.000.
Es decir, que lo “diferente” en la represión sangrienta desde hace mes y medio, es que militares, policías, paramilitares, hampa común y delincuencia organizada han formado filas con la dictadura castromadurista, han comenzado la danza de la muerte que, a finales del siglo XX ejecutaron en el Cáucaso y los Balcanes -y antes Stalin, Hitler, Mussolini, Mao, los Sung de Corea del Norte y los hermanos Castro de Cuba- los postcomunistas que buscaban adaptarse a un mundo que no conocían, ni comprendían.
La guerra asimetría, pues, la que surge en el caos y la anarquía más extrema, donde se pierden las fronteras de lo legal y lo ilegal, lo humano y lo inhumano, lo real y lo subrreal, lo moral y lo inmoral, y como bestias, los Milosevich de ayer, y los Cabello de hoy, jadean por sus raciones diarias de víctimas.
Un espectáculo u orgía de malhechorías donde política y narcotráfico, terrorismo y causas perdidas, fanatismo e impiedad pueden ser unas y las mismas cosas, si sirven a los intereses de las pandillas del horror involucradas.
En otras palabras, que al referirnos a Maduro, Cabello, Rodríguez Torres, Vielma Mora, Ameliach, Noguera Pietri, Quevedo y otros, no hablamos de “revolucionarios”, o “socialistas” -ni siquiera de venezolanos-, sino de carne de cuartel que pronto estarán poblando los calabozos de la justicia penal nacional e internacional.
Sicarios, por cierto, de dos de los más grandes asesinos del siglo XX, Fidel y Raúl y Castro, los dictadores octogenarios cubanos que se han hecho sentir en las matanzas venezolanas, pues, siendo los sobrevivientes de un estado fallido y forajido, de una llamada “revolución” que lleva 55 años reduciendo la isla de Cuba a escombros, han devenido en mercenarios que, por “una paga”, concurren a prestar sus cuerpos policiales y represivos para dirigir, asesorar o participar en los crímenes de lesa humanidad en que incurren otras tiranías.
En el caso venezolano, la paga suma los 125.000 barriles de petróleo diarios que se les regalan a los sátrapas para que estos, vendan sus dos terceras partes en el mercado internacional, permitiéndoles, además, triangulaciones en la reventa de productos que ellos adquieren en los mercados mundiales a precios de chatarra, y después revenden al gobierno venezolano con altísimas comisiones, y como si se hablara de bienes recién salidos de fábricas que, desde luego, los cubanos no tienen, ni conocen.
Artífices de un sistema económico y político depredador, puesto que, no solo destruyó las industrias azucarera, licorera, de servicios, de turismo y el comercio cubanos, sino que, igualmente, perpetra la razzia más extrema hacia los gobiernos de adolescentes revolucionarios tardíos que, por el embrujo ideológico, se acercan a subsidiarlos, como sucedió, primero, con Chávez, y ahora con Maduro.
En Venezuela, por ejemplo, ya puede decirse que no hay una industria petrolera, reducida PDVSA a una empresa del cuarto mundo, carcomida por accidentes, su infraestructura obsoleta, y su producción que, en sus mejores tiempos llegó a casi 4 millones de crudo diarios, reducida a poco menos que de la mitad.
Pero tampoco hay industrias, ni aparato productivo agrícola, ni servicios públicos, ni seguridad personal, ni nada parecido a una educación productiva y eficiente.
Pero al hablar de la conexión Raúl-Fidel-Chávez-Maduro, también se apuntaría a una ocupación o protectorado de la devastada, empobrecida, ruinosa, y exhausta isla a un país que hasta hace 15 años fue uno de los más ricos de América latina y en espera de superar una crisis económica para volver a colocarse entre los más país más desarrollados de la región.
Hoy vive un colapso en el abastecimiento, una escasez que se acerca al 60 por ciento en los alimentos de la cesta básicas, las farmacias y otros expendios de medinas carecen hasta del 50 por ciento de provisiones, decenas enfermos mueren a diario por la carencia de medicamentos y equipo médico quirúrgico, y servicios como el de luz eléctrica, eltransporte y la educación de evaporan en transe de desaparecer.
La inflación es otro jinete apocalíptico de la dupla hermanos Castro-Maduro, pues el año pasado se acercó al 60 por ciento anual, la paridad bolívar-dólar es de uno a 100 y la deuda externa del país hace ya tiempo que pasó de los 200.000 millones de dólares.
En otras palabras: que la Venezuela que durante 70 años del siglo XX fue uno de los principales productores de crudo del mundo, que tiene las reservas energéticas e hídricas para contar con un desarrollo creciente y sustentable, que fue exportador de materias primas agronaderas y emplazó un complejo industrial donde la pesada, mediana y pequeña industria garantizaban la autosuficiencia alimentaria, se encuentra hoy a las puertas de la marca de fábrica de todas las dictaduras socialistas: la libreta de racionamiento a la cubana que, tal como sucedió en la isla, desde hace medio siglo ha conducido al pueblo a una desnutrición, epidemias, y enfermedades que prácticamente los han convertido en una sociedad de fantasmas.
Y contra tales calamidades, ruinas, destrucción, miseria y violaciones masivas de los derechos humanos es que María Corina Machado ha gritado en la OEA que, si bien, es una multilateral que concluyó controlada por los petrodólares que Hugo Chávez repartió a granel entre muchos de sus estados miembros, es posible que haya hecho como el avestruz para no ver ni oír la tragedia venezolana, pero sin evitar que el mundo oyera el grito de María Corina Machado:
 “En Venezuela hay una dictadura”

Manuel Malaver
manumalm912@cantv.net
@MMalaverM

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