No pudo el castrochavismo evitar que María Corina Machado le gritara al mundo, y desde la Organización de Estados Americanos, OEA, que en Venezuela hay una dictadura y que los venezolanos son asesinados en las calles por el único delito de disentir y protestar contra un régimen que, aparte de “socialista” y militarista, ha hundido al país en la peor crisis política y económica de su historia.
Horror que, no es que no ocurriera antes de
los sucesos del último mes y medio, sino que se perpetraba de manera más
taimada y selectiva, y, generalmente, encubriéndolo de un manto de simulación
judicial que fue una de las novedades con las que el neototalitarismo
castrochavista pretendió disfrazar la dictadura militar, plebiscitaria y
monocrática de siempre.
Pero si hasta llegaron al poder camuflándose
de demócratas, participando en una elecciones libres y jurando que renunciaban
a su condición de golpistas y violentos y respetarían la constitución en todos
sus términos y principios.
Fue el primer acto de la tragedia, pues, ya
en el poder, los neototalitarios iniciaron el proceso de ir anulando la
constitución, de hacer nugatorios sus mandatos y de convertirla de
parlamentaria en presidencialista, de civilista en militarista y de democrática
en dictatorial.
Por ahí, desde luego, se llegó fácilmente a
la represión, pero sin asignarla al comienzo a los cuerpos militares y
policiales formales, sino transfiriéndola a los “para” que llaman colectivos, o
al hampa común o la delincuencia organizada, lo cual se traducía en matanzas
que contaban de hasta 200 víctimas por semana y un total anual de asesinados
que, por ejemplo, el año pasado, alcanzó los 25.000.
Es decir, que lo “diferente” en la represión
sangrienta desde hace mes y medio, es que militares, policías, paramilitares,
hampa común y delincuencia organizada han formado filas con la dictadura
castromadurista, han comenzado la danza de la muerte que, a finales del siglo
XX ejecutaron en el Cáucaso y los Balcanes -y antes Stalin, Hitler, Mussolini,
Mao, los Sung de Corea del Norte y los hermanos Castro de Cuba- los
postcomunistas que buscaban adaptarse a un mundo que no conocían, ni
comprendían.
La guerra asimetría, pues, la que surge en el
caos y la anarquía más extrema, donde se pierden las fronteras de lo legal y lo
ilegal, lo humano y lo inhumano, lo real y lo subrreal, lo moral y lo inmoral,
y como bestias, los Milosevich de ayer, y los Cabello de hoy, jadean por sus
raciones diarias de víctimas.
Un espectáculo u orgía de malhechorías donde
política y narcotráfico, terrorismo y causas perdidas, fanatismo e impiedad
pueden ser unas y las mismas cosas, si sirven a los intereses de las pandillas
del horror involucradas.
En otras palabras, que al referirnos a
Maduro, Cabello, Rodríguez Torres, Vielma Mora, Ameliach, Noguera Pietri,
Quevedo y otros, no hablamos de “revolucionarios”, o “socialistas” -ni siquiera
de venezolanos-, sino de carne de cuartel que pronto estarán poblando los
calabozos de la justicia penal nacional e internacional.
Sicarios, por cierto, de dos de los más
grandes asesinos del siglo XX, Fidel y Raúl y Castro, los dictadores
octogenarios cubanos que se han hecho sentir en las matanzas venezolanas, pues,
siendo los sobrevivientes de un estado fallido y forajido, de una llamada
“revolución” que lleva 55 años reduciendo la isla de Cuba a escombros, han
devenido en mercenarios que, por “una paga”, concurren a prestar sus cuerpos
policiales y represivos para dirigir, asesorar o participar en los crímenes de
lesa humanidad en que incurren otras tiranías.
En el caso venezolano, la paga suma los
125.000 barriles de petróleo diarios que se les regalan a los sátrapas para que
estos, vendan sus dos terceras partes en el mercado internacional,
permitiéndoles, además, triangulaciones en la reventa de productos que ellos
adquieren en los mercados mundiales a precios de chatarra, y después revenden
al gobierno venezolano con altísimas comisiones, y como si se hablara de bienes
recién salidos de fábricas que, desde luego, los cubanos no tienen, ni conocen.
Artífices de un sistema económico y político
depredador, puesto que, no solo destruyó las industrias azucarera, licorera, de
servicios, de turismo y el comercio cubanos, sino que, igualmente, perpetra la
razzia más extrema hacia los gobiernos de adolescentes revolucionarios tardíos
que, por el embrujo ideológico, se acercan a subsidiarlos, como sucedió,
primero, con Chávez, y ahora con Maduro.
En Venezuela, por ejemplo, ya puede decirse
que no hay una industria petrolera, reducida PDVSA a una empresa del cuarto
mundo, carcomida por accidentes, su infraestructura obsoleta, y su producción
que, en sus mejores tiempos llegó a casi 4 millones de crudo diarios, reducida
a poco menos que de la mitad.
Pero tampoco hay industrias, ni aparato
productivo agrícola, ni servicios públicos, ni seguridad personal, ni nada
parecido a una educación productiva y eficiente.
Pero al hablar de la conexión
Raúl-Fidel-Chávez-Maduro, también se apuntaría a una ocupación o protectorado
de la devastada, empobrecida, ruinosa, y exhausta isla a un país que hasta hace
15 años fue uno de los más ricos de América latina y en espera de superar una
crisis económica para volver a colocarse entre los más país más desarrollados
de la región.
Hoy vive un colapso en el abastecimiento, una
escasez que se acerca al 60 por ciento en los alimentos de la cesta básicas,
las farmacias y otros expendios de medinas carecen hasta del 50 por ciento de
provisiones, decenas enfermos mueren a diario por la carencia de medicamentos y
equipo médico quirúrgico, y servicios como el de luz eléctrica, eltransporte y
la educación de evaporan en transe de desaparecer.
La inflación es otro jinete apocalíptico de
la dupla hermanos Castro-Maduro, pues el año pasado se acercó al 60 por ciento
anual, la paridad bolívar-dólar es de uno a 100 y la deuda externa del país
hace ya tiempo que pasó de los 200.000 millones de dólares.
En otras palabras: que la Venezuela que
durante 70 años del siglo XX fue uno de los principales productores de crudo
del mundo, que tiene las reservas energéticas e hídricas para contar con un
desarrollo creciente y sustentable, que fue exportador de materias primas
agronaderas y emplazó un complejo industrial donde la pesada, mediana y pequeña
industria garantizaban la autosuficiencia alimentaria, se encuentra hoy a las
puertas de la marca de fábrica de todas las dictaduras socialistas: la libreta
de racionamiento a la cubana que, tal como sucedió en la isla, desde hace medio
siglo ha conducido al pueblo a una desnutrición, epidemias, y enfermedades que
prácticamente los han convertido en una sociedad de fantasmas.
Y contra tales calamidades, ruinas, destrucción, miseria y violaciones masivas de los derechos humanos es que María Corina Machado ha gritado en la OEA que, si bien, es una multilateral que concluyó controlada por los petrodólares que Hugo Chávez repartió a granel entre muchos de sus estados miembros, es posible que haya hecho como el avestruz para no ver ni oír la tragedia venezolana, pero sin evitar que el mundo oyera el grito de María Corina Machado:“En Venezuela hay una dictadura”
Manuel
Malaver
manumalm912@cantv.net
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