Hoy,
cuando el llamado gubernamental al carnaval y la fiesta no logra sofocar a la
muerte (el dolor, el luto nacional es uno solo), de sorpresa en sorpresa diera
la impresión de que la jefatura civil del Estado luce desbordada por su
jefatura militar. Y esto, a un jefe de estado como Nicolás Maduro, que no es
Chávez, debe estar sacudiéndole los pies.
Desde
enero de 2013, tras el advenimiento de la enfermedad y el secuestro de un
presidente venezolano en La Habana por la nomenclatura de un Estado extranjero
(por primera y única vez en nuestra historia), y luego de las elecciones del 14
de Abril, se consideró que un Ejército dividido marcaría el paso de la
transición. Un estamento histórico del Estado, la FANB, que alguien definió
como “un archipiélago de logias agrupadas en torno a criterios de lealtad y a
liderazgos de conveniencia y de principios profesionales e ideológicos”, se
imaginó actuaría aún en contra de sus propios deseos e intereses, de
desbordarse los cauces institucionales.
¿Ha
ocurrido?
Es
lo que pareciera a la hora de trazar una perspectiva. Al analizar este
desbalance cívico-militar no entendemos cómo no se ha acudido al uso de los
mecanismos civiles de disuasión, de contención y defensa propios de un Estado
civil, democrático, sino a una fuerza militar desproporcionada (hasta unidades
aéreas militares Sukhoi se han lanzado por encima de las cabezas de la protesta
estrictamente civil en el Táchira), se pregunta alguno, ¿las consecuencias de
este desmadre han obligado al Presidente de la República a convocar, en medio
de tantas contradicciones y simultáneamente con esta represión tan sangrienta,
a una urgente “Conferencia de Paz” para desactivar la protesta?
Decían
en El País, en 2013 y tras una investigación, que había consenso en que todos
esos grupos o logias del archipiélago castrense venezolano se amalgamarían, en
caso de verse obligados a actuar. Y esto muy a su pesar, ya que tal exposición
los colocaría en el punto de mira de la comunidad internacional, “que dispone
de expedientes sobre actividades ilícitas y violaciones de los derechos
humanitarios suficientes para ejercer presión sobre algunas de sus figuras
claves”. Así ha ocurrido. La actuación de la Guardia Nacional Bolivariana ha
sido francamente dictatorial.
Y
uno se pregunta: ¿es por eso que los escasos operadores políticos que, de una
forma u otra y desde el principio, han jugado muy vinculados al régimen, como
es el caso de José Vicente Rangel, Leopoldo Puchi y Vladimir Villegas, voces
civiles fuertes en el último encuentro pacifista de Miraflores, están
intentando canalizar esta solución hacia lo estrictamente político, ante esta
grave crisis de gobernabilidad?
Quizás
todo haya sido empujado por este sector civil tanto que Maduro ha terminado
invitando directamente a Henrique Capriles a que se incorpore a la Conferencia
de Paz.
¿Sería
posible? ¿Hasta dónde en medio de esta represión tan siniestra están dispuestos
a llegar Maduro y el régimen? ¿Va a poner en libertad a todos los presos
políticos, a cerrar todas las causas abiertas a los estudiantes, a renovar los
poderes públicos, a tolerar las protestas pacíficas y a desarmar a sus grupos
paramilitares?
¿Va
a desmilitarizar esta situación?
¿Va
desactivar el criterio absolutamente totalitario de irreversibilidad del
régimen, y aceptar su reversibilidad democrática? ¿Después de que las cosas han
cogido tan alto vuelo desde la calle y de que esa calle en estos momentos no
oye a nadie? ¿Después de que el diablo se escapó del infierno (es decir:
después de que López lo llamara, imaginando quizá que él podía al final
conducirlo, dominarlo, y convertirse en el jefe de la oposición, para terminar
luego desbordado por los demonios como aquel aprendiz de brujo?
¿Después
de que ni la MUD ni Capriles pueden hacerlo y quizás ni los propios dirigentes
estudiantiles de la protesta?
Demasiadas
preguntas cuando atravesamos estos carnavales tan extraños.
Demasiadas.Incluso
demasiadas para la dirigencia política de oposición, que deberá resolver el
actual acertijo político: ¿cómo relacionarse con un gobierno cruel y
sanguinario en busca de una salida incruenta, sin que se te voltee la calle?
Y
una cosa más: ¿cómo, con una calle que no quiere volver atrás, evitas que todo
inevitablemente se violente?
Es
decir: ¿cómo pasas del “Maduro, vete ya” al “Maduro rectifica”?
El
desafío es tremendo.
*
Cráteres
-
Como decía alguien, el diálogo es una estructura de gobierno, no de poder,
porque el poder ni se negocia ni se comparte. Y las elecciones fueron para que
Chávez y Maduro después fueran gobierno, no poder. Supuestamente, se trataron
de unas elecciones presidenciales democráticas, no de un golpe. De manera que
cuando se llama a un supuesto diálogo en medio de las condiciones de desajuste
total en las que se encuentra la conducción del Estado, decir que “Ustedes
tienen que desarmar todo o no hablamos”, es una señal sospechosa del desconocimiento
total del significado político (no militar, los militares no hablan de diálogo)
del concepto de diálogo. Los militares ignoran la práctica del diálogo. Durante
15 años, Chávez, al menos dentro del país, jamás dialogó con nadie. Todos
recibían y cumplían (más o menos) órdenes. Sólo órdenes.
-
Para algunos operadores políticos que atienden actualmente al Alto Gobierno, en
busca de una salida a esta crisis, el futuro es de mucho disturbio y requerirá
de una estrategia muy hábil en la que el Gobierno tendría que decidir algún
tipo de cambio hacia una serie de acuerdos. ¿Pero hacia dónde? ¿Hacia qué?
¿Consideran que tienen que dar entrada a los partidos políticos, ya que la
estrategia insurreccional ha sido internalizada por el pueblo opositor? Y oyen
al encuestador Oscar Schémel quien afirma que de todo el bloque de oposición un
20% se identifica con el “Vete ya”, que tiene digerida esa línea que influye
sobre el otro 40-50 que lo apoya o actúa pasivamente. Y estiman que el uso
inadecuado de la fuerza constituyó una metida de pata política. Y que o se
produce una evolución política de la situación y se gana tiempo hasta llegar a
las elecciones parlamentarias de 2015 o viene el modelo ucraniano. Con una
estructura de mafia. Y un método opresor.
-
Juzgan que a este modelo lo pueden canalizar con una alternancia electoral,
como hicieron los nicaragüenses en el momento de la salida de Ortega la primera
vez contra Violeta Chamorro, que pasó por el acto de construir una mayoría
electoral y triunfar, que sí fue una decisión política. Una salida en la que
Diosdado Cabello, que no es un político sino un militar, le pone una tranca al
entendimiento, obligando a una orientación represiva.
-
Es lo que se ve desde afuera. El poder real es el de las Fuerzas Armadas, que
es un poder militar con una visión militar de la política. Y todo montado sobre
esta crisis económica y la amenaza de colapso. Y este grupo puede cometer
errores, errores de análisis (de percepción militar de la situación) y hacer
uso desproporcionado de la fuerza, algo que en un cuartel pasa desapercibido,
pero no en un escenario civil y desarmado. En manos políticas reales, se
piensa. Y ello hubiera obligado a preguntarse si ese uso desproporcionado de la
fuerza ante las protestas afectaba o no las futuras elecciones. No importa si
el Gobierno está pensando en la posibilidad de gobernar sin mayoría electoral y
se quiere enmarcar en una ruta militar: ¿piensa Maduro que por ese camino él
podría salvar su pellejo?
-
El horizonte luce lleno de presagios. De los movimientos inteligentes y claros
de Gobierno y Oposición dependerá todo en este país que se asoma al abismo.
Hasta el momento, el Gobierno o corrige o se desactiva: Dilma Rousseff. ante
una represión excesiva, le llamó la atención a la policía de Sao Paulo. No dijo
eso de “los voy a amansar”, como Maduro, creyendo que se la comía. ¿Lo de
Vielma Mora? ¿Un episodio aislado, una fisura que no llega a fractura o una muestra de que, como
en los países árabes, la protesta fracciona la estructura?
-
Como dice otro, en Ucrania primero saltaron la talanquera 25 diputados. Después
como 150, producto de las presiones de calle. La calle se hace peligrosa cuando
actúas desde el Gobierno incorrectamente. Y un acto de violencia es un reto.
Ése es el desafío: un pulso en el que logras sofocar sin excesos. Es lo único
inteligente. Ni Rafael Caldera podía controlar el uso desproporcionado de la
fuerza cuando actuaba la fuerza militar. Hoy hay más militares. En el Táchira
está presente el Alto Mando Militar y Rodríguez Torres como un mensaje
simbólico. En el horizonte: la profundización de la crisis económica con la
posibilidad de una crisis de Gobierno que obligue a una renuncia. Si esto no
cambia…
aguilaluis_7@hotmail.com
@LuisGarciaMora
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