Ahora
parece que está claro que la lucha por la salvación democrática del país es un
proceso más lento de lo que se pensó al combinar "La Salida" con el
"Maduro vete ya". Es muy probable que nadie acepte que el
planteamiento era inmediatista en sus inicios y que estaba abastecido de un
voluntarismo inflamado. Hoy poco importa.
Quienes fueron sus promotores
principales ya empiezan a convenir en que la lucha será más prolongada de lo
que anticipaban y a vaticinar que el valor y la indignación que la anima no cesará
y la protesta seguirá en pie. Lo cual es, a todas luces, una percepción
valedera y se sustenta sobre un dato de la realidad: la gente está cansada,
harta, pero no lo suficiente como para encerrarse en su casa a esperar tiempos
mejores.
Y el hartazgo –no de bienes esenciales
de consumo– está resultando un formidable combustible para animar las
protestas pacíficas y las menos temperadas. La protesta no violenta y la
guarimba están seguramente alimentadas por la misma indignación ante tanto
descalabro, tanta inepcia y tanto cinismo como el mostrado por el gobierno en
los pocos meses que ha tenido para acabar
–literalmente– con el país. La violencia represiva que desataron los
altos jerarcas del gobierno –con el apoyo cómplice de sus valedores del ALBA ha sido lo suficientemente bien documentada
como para constituir un trágico banco de datos para la comisión de la verdad
que se establezca, el momento venido, para
revisar este siniestro período de nuestra historia.
La guarimba –aún alimentada por toda la justicia del mundo– debe cesar y dar paso a formas eficaces de confrontación política para seguir propiciando un cambio y el saneamiento democrático de la nación. Quienes dirigen a la oposición en este momento deben hacer un llamado claro, sin ambages, para que cesen sus actividades. La violencia sólo favorece al régimen para esconder tras la feroz represión su incapacidad para gobernar en paz y en democracia. Hay que atreverse a decir las cosas aún a riesgo de ser impopulares.
Allí están los
nefastos resultados de la decisión de abstenerse en las legislativas del 2005,
y el reciente fiasco de proponer una Constituyente, para después lanzar la
propuesta al río Guaire con el apremio de quien se percata que camina con un
kilo de pescado podrido bajo el brazo.
No
se trata de contener la energía que recorre las calles; ni pasar por alto la
insatisfacción que se manifiesta a su manera en los sectores populares; menos
aún echar al olvido el sacrificio inmenso que han hecho los estudiantes para
hacer valer sus reclamos más que justos. La protesta va a continuar, pese a la
feroz represión ordenada por Maduro. Si algún consenso existe hoy en la
oposición es que hay que encauzarla para darle una salida –no retórica– que
logre instalar un cambio cualitativo en el país.
Sea cual sea la opción que se favorezca en el análisis: forzar democráticamente con la calle la descomposición rápida del régimen; continuar la progresiva acumulación de fuerza social sin perder de vista el horizonte electoral; o una mezcla de ambas: habrá que estar preparados para cruzar el umbral de las puertas que se abran sin irse de bruces. No basta con invocar infinitamente al "bravo pueblo"; o exclamar hasta la ronquera "yo no me doblego"; la realidad es más exigente que eso.
Y
tú, ¿qué propones? Es el gancho al hígado de los argumentos que tercia
cualquier discusión política hoy en día. Y uno se pregunta si no sería posible
que "la calle" crezca como
expresión real del movimiento social y no se convierta en un ritual semanal
opositor. ¿No sería necesario intensificar la presión social en base a los
problemas reales de la gente y sus
liderazgos naturales para imponer un diálogo efectivo? (Salga sapo o salga
rana, con alguien habrá que dialogar, por ejemplo, sobre los puntos adelantados
por la oposición). ¿No sería inconveniente
desarmar la capacidad electoral de la oposición, cualquiera sea el
devenir inmediato? ¿No sería necesario leer sin pasiones la insatisfacción en
el lado chavista y tener las respuestas adecuadas? No sería pertinente preguntarse:
¿Qué hacemos si la lucha democrática se prolonga más allá de lo que uno
quisiera?
¿Cuántas
llaves tiene la salida?
Jean Maninat
@JeanManinat
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