sábado, 22 de marzo de 2014

FELIPE GUERRERO, DAVID Y GOLIAT


En estos días, mientras los poderosos del país intentan seguir pisoteando la dignidad de los venezolanos, resulta prudente volver a releer aquella sabrosa narración bíblica que aparece en el Libro de Samuel en donde se narra la desigual  lucha entre el gigante Goliat y el joven David. Claro que la lucha es desigual. A los cristianos nos hierve la sangre al contemplar la injusticia. Pero así es la lucha, que se libra en nuestra patria entre los gigantes del poder y los millones de rostros parecidos a David.

Comparto esta reflexión para que hagamos memoria y tomemos conciencia ante la narración bíblica.
En estos días mis nietos no asisten a las aulas y laboratorios de la Universidad. En estas horas ellos viven las clases de civismo que se dictan en los caminos, veredas, calles y avenidas de nuestra patria. Es el aprendizaje democrático que sólo se aprende en escenarios donde se comparten visiones plurales, eso que nunca se puede aprender en los cuarteles.
En cualquier acera del camino, sufriendo los dolores de la patria  compartí con mis nietos y con otros adolescentes el emocionante relato que aparece en el libro de Samuel el último de los jueces que también fue profeta.  La hermosa crónica dibuja una realidad similar a la que vive Venezuela y representa una de las narraciones más apasionantes de la biblia, ya que muestra el desigual e injusto enfrentamiento entre los poderosos que tienen todo a su favor, representados por Goliat, un experimentado guerrero de casi tres metros de altura y más de setenta kilos de imponente armadura que le protege todo el cuerpo, contra un débil  y desarmado pastor de ovejas llamado David, un muchacho que sólo tiene un generosos corazón y un ideal a toda prueba. La formidable y sobresaliente estampa de Goliat produce terror en cualquiera que se atreva a enfrentarlo. El gigante como símbolo de la fuerza filistea contra Israel se aparecía todos los días sobre una colina que dominaba los campamentos israelíes, para desafiar a aquel pueblo.
David escuchó la blasfemia. Vio el gigante y tomó la decisión de salir a enfrentarlo para rescatar la dignidad de su pueblo. La reacción de David nos enseña que a los gigantes que  abusan del poder debemos enfrentarlos en la intersección de la valentía y  la capacidad. Valentía es lo que le sobraba al pastor de ovejas y a los miles de David que existen en Venezuela, es la disposición a enfrentar los desafíos sin temor. Capacidad es estudio, formación y capacitación para conducir con acierto la sociedad y esa cualidad la tienen nuestros universitarios para vencer a los gigantes.
Se lee en el libro de Samuel que al salir al desigual combate, David «Tomó su bastón, escogió en el rio cinco piedras y partió a la lucha». En esta marcha de esfuerzos generosos necesitamos cinco piedras para vencer a los gigantes de la injusticia. La primera es la  piedra de la fe que nos permite ser más grandes que los  miedos y nos brinda la oportunidad de alzarnos sobre las tentaciones del camino. La segunda es la piedra de la oración ya que antes de luchar  hay que prepararse en oración, no podemos enfrentarnos a esos gigantes si no oramos. David era un hombre que tenía una relación diaria con el Dios de los humildes.
La tercera es la piedra de la prioridad, así como para David había algo que era innegociable, la prioridad de la lucha en Venezuela es por la real instauración de un modelo auténticamente democrático y pluralista.
La cuarta es la piedra de la pasión: Dice la biblia que David corrió, no para escaparse, sino para encontrarse con el gigante porque David era un hombre apasionado.
Cuando hay pasión no renunciamos ante los impedimentos. La comodidad y el conformismo son enemigos de la pasión.  Debemos estar dispuestos a quebrar la comodidad, a ir por más, a reclamar lo que es nuestro, a pelear por lo que esperamos.
La quinta es la piedra de la persistencia. David partió con cinco piedras ya que si fallaba con una le quedaban reservas. Esto nos habla de que nunca debemos abandonar la pelea, puede ser que una oración no sea suficiente, quizás una disculpa no es suficiente, quizás un día o un mes de determinación no sean suficientes. Tal vez nos derriben una vez o dos veces, pero no está permitido apartarse.
Esta es la lección de la hora. Es el tiempo de enfrentar a los gigantes en todos los escenarios con valentía, capacidad, compromiso, seguridad y confianza. Al fin y al cabo, con la compañía del Dios de los excluidos David siempre derrota a Goliat.  En la cara de de millones de Venezolanos veo el rostro de David y eso asegura la victoria.
Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com

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