Roberto. Es lamentable ver, oler, oír y hasta tocar, como se materializa la irracionalidad en el ser humano que pareciera convertirse en el menos humano y menos racional de los seres. Los animales, en su gran mayoría, luchan y matan por razones naturales a su especie. Cómo es posible que el sentimiento de odio se masifique y magnifique en seres que, hasta ayer parecían humanos, y hoy, ante la indebida obediencia de una "orden superior", se transformen en bestias robotizadas, que no diferencian entre adversarios o enemigos y, mucho menos, entre niños, jóvenes, adultos y ancianos, para descargar y, lo más inhumano, disfrutar su odio apoyados en armas de guerra ante indefensos seres.
Yo,
que desde niño he convivido con seres humanos reclutados (1949) a la fuerza de
su miseria para convertirlos en soldados, recurriendo la mayor parte de las
veces, como lo expuso en una oportunidad Andrés Eloy Blanco en el Congreso,
"a llegar hasta el problema de inventar, de crearles necesidades, porque
lo más trágico no es el que no tuvieran zapatos que ponerse sino que no hayan
sentido nunca la necesidad de tener zapatos; había que crearles la necesidad de
dejar el chinchorro por la cama y la alpargata por el zapato; de dejar el
simple buche de agua por el cepillo de dientes, en fin, era necesario crearles
el estado de rebeldía fisiológica que le hiciera asumir la propia defensa de su
vida".
Seres, a quienes muchos de ellos, había que enseñarles el
abecedario y a escribir comenzando por la sagrada palabra “mamá”, a leer y
pronunciar; se les enseñaban normas de respeto y buen comportamiento ciudadano;
semanalmente se les enseñaba las palabras de Dios y asistían a la Santa Misa;
igualmente aprendían la letra y a entonar nuestro Himno Nacional, el origen y
significado de los colores de la Bandera y de los cuarteles en el Escudo de
Armas. “De manera pues, según Andrés E. Blanco, que si nosotros calculamos el
número de analfabetos que pasan por las filas del Ejército, podemos calcular
con toda seguridad que, además de estar en una institución de defensa nacional,
están en una escuela; el ejército era una verdadera institución de cooperación
educativa”. Así se formaba el soldado venezolano, quien orgulloso de vestir su
uniforme militar, salía a la calle a compartir con su familia y, de paso, ser
ejemplo para sus amigos, muchos de los cuales voluntariamente se presentaban
para prestar su servicio militar.
Pasaron
los años y con ellos la obligada evolución que en determinados aspectos ha sido
verdaderamente una obligada involución.
El conscripto de hoy no se puede comparar con aquellos de los años
cuarenta y cincuenta. Sigue siendo un deber ciudadano el prestar y cumplir el
servicio Militar, pero ya no existe la forzada recluta, recibe un pago mensual
mientras cumpla el servicio; el soldado, en su gran mayoría, ya viene
aprendido, no llega en cero, lo cual le facilita capacitarse en oficios
que luego le servirán al regreso a la vida civil. Por todo ello y muchas
buenas cosas más, es de suponer que el soldado, de cualquier componente, debe,
también sentirse orgulloso de su uniforme y de su comportamiento ciudadano
humanitario.
En
este punto me detengo para tratar de buscarle respuesta al inhumano
comportamiento de algunos miembros de nuestra Fuerza Armada ante las recientes
protestas de estudiantes y comunidades. ¿De dónde les sale tanto odio? ¿Conocen
las verdaderas razones que conlleva el ser soldado de la Patria?
¿Verdaderamente son venezolanos? ¿Son sus jefes venezolanos? ¿Es innata su
actitud o, quién se las enseñó? ¿Saben que son delitos lo que están haciendo y
que muchos de ellos no prescriben?
En
verdad no encuentro respuesta racional a estas irracionales actitudes. Sólo me
queda el pensar que el soldado, como ser humano que es, se contagia con el buen
o el mal EJEMPLO. Allí como que está la respuesta a esta ingrata interrogante.
Lamentablemente
no ha sido el BUEN EJEMPLO lo que ha caracterizado la actuación de muchos
dirigentes de instituciones soportes de un buen gobierno que sirva de guía a la
sociedad, la cual, comenzando por los “niños de la patria” quienes, por
centenares de miles, han venido creciendo, desorientados, en ambientes poco
aptos para la vida humana y, urgidos por la necesidad, ingresan al servicio
militar, en donde a pesar de las buenas enseñanzas que se les pueda inculcar,
algunos ya vienen inoculados con el germen de la maldad para sobrevivir y que
posiblemente revacunados con doctrinas ajenas a su idiosincrasia, han encontrado
campo propicio para el desahogo de su odio social.
Parte de la solución está, al lograr el retorno a la democracia, en la obligada revisión y sanción de aquellos jefes, hoy bien conocidos, quienes creyendo que el dulce les alcanzaría para toda la vida, se olvidaron que toda película tiene su fin.
Daniel Chalbaud
Lange.
vonlange1939@gmail.com
@danielchalbaudl
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