BRUJERÍAS
Esta
vez no hubo despliegue de camionetas blindadas y escoltas. El Químico me citó
en la esquina más al sur del Mercado de Quinta Crespo, me pidió que fuese
discreto, para lo cual compré mis dos paquetes de harina de maíz y un par de pollos
que de tan esmirriados recordaban al defenestrado general, ahora en desgracia
provisional. Nadie sospecharía que yo no era uno de los miles agolpados en las
colas cubanas que recorren la Venezuela poschavista e insurrecta. Lo vi de
lejos, le hice la seña convenida, y cuando entré a su nada llamativa camioneta
me encontré con su pequeño y mortífero arsenal en el piso del vehículo, además
de los instrumentos de comunicación más sofisticados, lo cual incluye los
teléfonos satelitales que la "Inteligencia Paralela" del general que
mientan El Pollo no logra pinchar.
El
Químico, mal encarado, con el vocabulario más chocarrero que le haya escuchado
hasta ese día, decía una y otra vez que si ellos -los revolucionarios genuinos-
no tomaban el poder, "los escuálidos más extremos lo harán". Esto no
puede seguir así -afirmaba- mientras veía los lánguidos y exangües animalejos
que, fuera de la bolsa, asomaban sus delgados cuellos sin cabeza como
entristecidos por la decapitación y el hambre.
Dolores
quiere verte allá abajo, en Mamo, cerca de la Academia. Pensé que nada más
natural en la sensual camarada que procurar encuentros en Mamo. Sus ternezas
con el Ejército, sus brinquitos con los coroneles de la Guardia y el deliquio
al que lleva a los aviadores, son incomparables con su debilidad por los
uniformes blancos, sean de grumetes o almirantes.
El
Químico me indica que debo esperar a que el Ayudante venga por nosotros,
mientras lo oigo decir que todo se soluciona con unos bombazos bien dados
"sobre la incompetencia y la traición para que renazca el espíritu de la
verdadera revolución", mientras se mesa la barba con lo que sosiega la
desesperación.
Al fin entro al camarote del Almirante y veo a la esplendorosa valquiria, inquieta, con un rítmico subir y bajar de su frontispicio, apenas envuelto en una blusa blanca de seda, sentada enfrente de Betsabé la adivinadora más famosa dentro del componente. El oficial al lado, con cara de susto, pero sin dejar de echar ojo a las piernas fabulosas, portadoras del sol litoral que una pequeña enagua dejaba mirar sin autocensura. Ya estaba en el final de "la consulta" cuando advirtió mi presencia. Algún rubor de cobre se le subió a las mejillas cuando la sorprendí en brujerías; más tarde me diría que eran cosas del Almirante pero que lo que oyó no le gustó. Demasiadas tormentas y truenos vendrían.
CABALLERÍA
LIGERA.
Le
solicita al Almirante que permanezca. "Estamos fritos. Te voy a decir
algunas cosas, unas las puedes repetir pero otras no". Lo cual acepté,
como diría Lucas Rincón, porque estoy curioso, más ahora que se comunica no
solo con la Fuerza Armada sino con las Fuerzas del Arcano. "No existe
vigor en este gobierno. El madurismo es el paludismo del chavismo. Hemos creado
una fuerza de caballería con nuestros "colectivos" y ahora no los
podemos meter en cintura. ¿Crees que lo podremos hacer con la caballería
blindada?"
Convengo
con Dolores que esta cosa que a falta de otras palabras se puede llamar
gobierno es débil. Ella, muy contrariada, sostiene que Nicolás no confía en la
Casa Militar y por eso el cerco cubano tan estrecho, tan cercano, que lo ahoga.
Cada vez que Nicolás bosteza Raúl Castro lo sabe en tiempo real. Por cierto,
Raúl los convocó esta semana para explicarles a los próceres rojos cómo aplacar
la revuelta popular. Nicolás y los demás darán un saltito a La Habana. El Buró
Político ordena represión y cárcel. "La cárcel amansa más que los
perdigones", sostienen.
-Nicolás
sabe que Diosdado quiere recoger el liderazgo que está en el suelo; pero los
civiles del gabinete tienen otros planes: piensan que José Vicente puede ser el
articulador de lo que llaman "el nuevo consenso chavista".
-¿Cómo
así, camarada?, pregunto, mientras la saya que revolotea sobre sus piernas
rehúye por un instante.
-Te
sorprenderías si supieras que el plan incluye a chavistas de orilla, esos que
dieron su paseíto por la oposición, dice, mientras recubre con desgana sus
embrujos.
Se
levanta con furia y parece que fuese a golpear a alguien, pero cambia de tono
y, con cierto cariño y conmiseración le da un beso lento, en la mejilla, al
Almirante, encandilado por el estrujamiento afectuoso de Dolores. El oficial
siente que en su humanidad se ha declarado la ley marcial obra de la vecindad
lúbrica de la camarada, pero busca fuerzas para afirmar que "esa
conspiración que descubrieron es una provocación para saber quiénes, dentro de
la institución, respaldan la salida del Presidente. Nadie cayó en la celada.
Además, los generales y almirantes no le damos órdenes ni a un soldado... "
Después
de sus quejas más rabiosas, Dolores me invita a caminar por los jardines de la
Academia. Se adelanta; es reconocida por varios capitanes que hablan en voz
bajona pero cada vez más iracunda como ya es común en todos los componentes, lo
que incluye la Milicia Nacional. Uno de ellos se desentiende de la teoría y la
repasa con milimétrica lujuria. Dolores lo sabe y acentúa sus cadencias. Ya en
descampado me confiesa sus cuitas. "Nicolás está en una posición
insostenible, prescinde de varios oficiales leales a Hugo porque ahora, según
dice, él es el que manda. No tiene control de las fuerzas, no se atreve con la
economía, no pudo destituir a Rafael Ramírez, y ahora Miguel Rodríguez Torres
le hace sombra a él. Diosdado fuerza la barra.¡Ay, Nicolás!"
-He
llegado a pensar -dice la amazona- que la única fuerza que sostiene este
andamio maltrecho en el que ahora languidecemos es la inercia, la costumbre, el
peor-es-nada, el miedo al cambio, el fastidio y el miedo-.
-Y
la represión inmisericorde, le acoto.
-Más
que eso, dice Dolores. -Cárcel, diálogo a-la-Unasur, pero sobre todo
cansancio...
-A
lo que apela Nicolás es a la inercia y ésta se agota por el roce, le digo en mi
recuerdo de las clases de Física de bachillerato. La clásica parada de burro
que sigue a las arrancadas de tigre...
-No
creas, con el cuento del diálogo se dispone a tirar anzuelos a los tuyos, con
carguitos de magistrados...
-No
funcionará. La calle, los estudiantes, la unidad...
Dolores
se aleja, entra la tarde y el calor prosigue su reverberación, la veo a
contraluz, mientras queda su cuerpo rodeado del aura crepuscular. Entiendo el
amor eterno del difunto por esta Venus roja. Desde allá me dice: "Caeremos
y venceremos... una pasantía por la oposición nos purificará; tal vez
aprendamos a gozarnos esa democracia que a ustedes les gusta... pero antes, las
furias se desatarán y nos zarandearán los vientos del desierto... "
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