Ya tengo doce días efectivos en Madrid. Con
todo el que puedo, hablo sobre lo que está ocurriendo en Venezuela. He
encontrado que la gente común está bien informada al respecto. No es para
menos: todos los días Venezuela se hace presente en los noticieros televisivos;
las páginas internacionales de los principales periódicos españoles siempre
incluyen al menos una dedicada en su totalidad a cubrir la situación de nuestro
país.
Es verdad que lo de Ucrania tiene mayor cobertura, lo cual es
comprensible, no sólo por su cercanía con Europa, sino por el enfrentamiento entre Putin y
Occidente que se deriva de ese conflicto. De producirse la invasión rusa a
Crimea, la Humanidad podría retroceder a los tiempos de la Guerra Fría y su
latente amenaza de devastación total a causa de una guerra nuclear. Así de
grave es el asunto ucraniano y, a pesar de ello, Venezuela se mantiene en el
foco noticioso como el otro punto del globo terráqueo sobre el cual los medios
internacionales mantienen su mirada de alerta.
Pero, más allá del conocimiento que tiene el
español de a pie sobre la crisis venezolana, lo importante a resaltar es cómo
ha cambiado su valoración con respecto al régimen chavista. De Maduro dicen que
es un “impresentable”, un duro calificativo que se utiliza mucho aquí para
transmitir la pésima imagen que se tiene de una persona. Lo de los colectivos
armados le ha generado un daño irrecuperable a la imagen internacional del
gobierno madurista.
Ahora bien, ese consenso casi total que se siente de parte
de los ciudadanos españoles, con respecto a la adjudicación de
responsabilidades sobre la execrable represión con la que se ha respondido a
las justas protestas de los venezolanos, no ha servido lo suficiente como para
generar una actitud más proactiva del Gobierno Español con relación a nuestra
problemática. ¿Qué más tiene que ocurrir en Venezuela para que el gobierno de
Rajoy emita un pronunciamiento que esté en correspondencia con lo que sienten
los ciudadanos de este país?
No puedo dejar de lado el reconocimiento a varios integrantes españoles del Parlamento Europeo
(Jaime Mayor Oreja del PP; Luis Yañez-Barnuevo García del PSOE; Izaskun Bilbao
Barandica del PNV vasco; Ramón Tremosa i Ballcel del CiU catalán y algún otro
que se me pudiera escapar. Como se puede apreciar: un grupo bien representativo
del amplio espectro legislativo español) que formaron parte del grupo
proponente de la contundente resolución que dicho parlamento aprobara el 27 de
febrero de 2014 sobre la situación en
Venezuela. Les invito a leerla (http://bit.ly/1hJ9ruW), porque sus
considerandos reflejan un conocimiento tal sobre nuestra convulsionada
realidad, que lo menos que puede uno preguntarse es por qué el gobierno de
nuestra madre patria se comporta como el testigo de un inminente asesinato que
prefiere desviar su mirada hacia otro lado,
a fin de evadir su responsabilidad ciudadana y evitarse problemas. Y
traigo a colación lo de “Madre Patria” para enfatizar, por un lado la relación
histórica que une a los dos pueblos y por el otro: la cantidad de descendientes
de españoles que viven en nuestro país como consecuencia de esa generosidad que
tuvimos para albergar a miles de emigrados de la Guerra Civil.
Mi estadía
actual en Madrid se debe en alguna forma a esa historia, al ser mis dos hijos
varones que viven aquí: nietos de un matrimonio entre un médico madrileño, que
había participado en la guerra del lado republicano, y su esposa asturiana.
Ambos llegaron a Venezuela en condición de desamparo total y a él le fue
asignada la medicatura rural de Betijoque dentro de un plan de ayuda gestionado
en niveles altos del gobierno. Mucha agua ha transitado por debajo de los
puentes, habría que ver si queda aunque sea pizca de aquella generosidad, pero
considerando esa conducta de desentendimiento que protagoniza el gobierno que
preside Rajoy me luce que no.
Cuando he hablado con miembros de la
comunidad de venezolanos residentes en Madrid, muchos de los cuales poseen la
doble nacionalidad como consecuencia de esa
histórica vinculación, he podido
percibir un sentimiento de queja y decepción con relación a la actitud del
gobierno español. Sin embargo, esto no se refleja en las jornadas de protesta
que se organizan acá. He asistido a dos, con entusiasta participación y
realmente muy emotivas, pero carentes de contenido político. ¿Para qué nos
reunimos en una plaza? ¿Para simplemente manifestar un apoyo a nuestros
compatriotas que tan mal lo están pasando? ¿O para pedir, respaldados en esa
historia común que nos cobija, un apoyo efectivo a nuestra lucha? Debemos expresar
un relato político que exalte la relación histórica entre los dos pueblos:
mientras un madrileño pasea plácidamente por El Retiro, es posible que un
pariente suyo esté siendo masacrado en Venezuela-de hecho: ya hay víctimas de
origen español-. Debemos convertir esa
muy favorable opinión ciudadana en presión para que el gobierno de Rajoy asuma
una responsabilidad que le corresponde por historia.
@asdromero
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