lunes, 24 de marzo de 2014

ARMANDO BRIQUET, CIFRAS QUE SON PERSONAS

Poco a poco nos van cerrando más las oportunidades. Desde el Gobierno tienen el poder y abusan.

Más de 1.500 detenciones desde el 12 de febrero. 50 casos que denuncian tortura. 101 privados de libertad.

Una realidad que no debemos olvidar ni merece ser metida en el baúl de los recuerdos, ni enmarcarla como un capítulo de nuestra historia. Son una terrible cifra que delata una peligrosa realidad. Venezolanos que llevan para siempre la marca del abuso de poder, de la arbitrariedad, de la soberbia, de lo más terrible del ser humano. Venezolanos con historias de vida, logros, sueños, familias, amigos, afectos, que por salir a la calle a manifestar, vieron y padecieron en carne propia el intento de aplastar su opinión, de burlarse de su criterio, de callar su voz.

Leer las denuncias de violación a los DDHH que encuentran en los informes del Diputado Miguel Pizarro, el Foro Penal y el Centro de Derechos Humanos de la UCAB, por nombrar algunos, tiene que hacer sonar todas las alarmas. Tiene que llevarnos a querer saber la realidad. Denuncias de violaciones a las víctimas y amenazas de violación incluso a menores de edad; descargas eléctricas; hacer declarar a las víctimas delante de sus victimarios; golpes con objetos contundentes como un extintor de incendios; someter a los detenidos a observar cómo torturaban a otros compañeros, son algunos de los más graves y lamentables ejemplos que se han presentado hasta la fecha. Lo más grave es que la lista aumenta día a día y se va llenando de nuevas historias.

Lo que ha pasado en los últimos días, entre muchas otras cosas, ha dejado en evidencia que el sistema de justicia y carcelario venezolano está corrompido a todo nivel. No puede ser posible que la mayor amenaza a un detenido sea llevarlo al Rodeo o Tocorón, demostrando que no es un centro de rehabilitación sino que es lo peor que le puede pasar a un ser humano. No puede ser que las autoridades hayan decidido olvidar que según la ley, torturar es infligir a alguien dolores o sufrimientos graves, físicos o mentales, para castigarlo por un acto que haya cometido o para intimidarlo. Lo cual evidencia que según nuestra legislación, acá sí ha habido tortura.

Se les castigó por pensar distinto. Se les castigó por salir a la calle a manifestar y reclamar para tener un país que sueñan pero ven muy lejos. Se les castigó porque el Gobierno decidió no representarlos y más bien persiste en su actitud de no ceder y mucho menos rectificar. Los castigaron por ser distintos cuando no es verdad. Desde el poder olvidan que las familias de los afectados y la de sus agresores, ellos y nosotros, vivimos en el mismo país, tenemos la misma cédula, padecemos la escasez y la delincuencia.

Poco a poco nos van cerrando más las oportunidades. Desde el Gobierno tienen el poder y abusan de él. Pero no tienen la razón.

Armando Briquet
armando.briquet@gmail.com
@Armando_Briquet

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