Ofrecer la OEA como solución un diálogo, es
casi risible frente a la violencia ordenada por Nicolás Maduro
El caso de la OEA y Venezuela está envuelto
en un surrealismo difícil de entender si no se le añade la ecuación del
izquierdismo en el primer párrafo.
La actitud del secretario general de la OEA José Miguel Insulza hacia la crisis de Venezuela, hay que verla y sopesarla en razón a su izquierdismo a toda prueba, donde lamenta las críticas emitidas al organismo por el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, y la ruptura de relaciones entre su Gobierno y el de Panamá, pero no hace nada concreto para buscar, como entidad, una solución al problema.
Una llamada al diálogo en Venezuela es tan
inútil en este momento como colocar un parche curita a una herida mortal. La
reunión de los países que conforman la OEA fue a puertas cerradas para evitar,
con toda seguridad, que se dijiese algo que pudiera “herir los sentimientos de
Nicolás Maduro”, quien como una medusa de siete cabezas aplasta, hiere y mata a
los manifestantes de Venezuela que se han atrevido a desafiarlo.
Sería otorgarle a Maduro demasiada
inteligencia, frente a lo que está ocurriendo en esa nación de América Latina,
si no se tuviera en cuenta que la escena fue visualizada hace años por Hugo
Chávez, quien preparó y dio armas a los contingentes que hoy arrasan los focos
donde se llevan a cabo las principales batallas contra el régimen venezolano.
Chávez, a instancias de La Habana, tuvo
especial cuidado de crear estas fuerzas con armas, vehículos y dinero dentro de
los barrios, entre ellos el colectivo La Piedrita.
Entre los encargados de ejecutar esta acción
estuvo su fiel colaboradora, la dirigente del partido Unidad Popular
Venezolana, Lina Ron, fallecida -lamentablemente para él- el 5 de marzo del
2011 de un ataque al corazón a los 51 años de edad.
Cabe recordar que debido a los excesos
bélicos de Lina Ron, de sistemáticos ataques a los medios informativos, Chávez
tuvo que ordenar que fuera detenida en el 2009 en la sede de la Dirección de
Inteligencia Militar, en Caracas, como una forma de aquietar a la opinión
pública. La celda, que más parecía una habitación de un hotel de cinco
estrellas, estaba abierta y la “combatiente” podía entrar y salir de ella a su
voluntad. Fue puesta en libertad dos meses después y siguió con sus tácticas de
ataque, hasta morir de un infarto en el 2011.
Sin embargo, las fuerzas que hoy se están
empleando en las manifestaciones ya estaban creadas y probadas. Mientras tanto
la reunión a puertas cerradas de los países integrantes de la OEA tiene poco
que ofrecer. Insulza, aunque reconoce que es “innegable que existe una crisis
política profunda” en Venezuela y que la solución “no pasa por el derrocamiento
de un Gobierno que fue elegido hace menos de un año ni por el desconocimiento y
hostilización permanente de una oposición que también mostró su fuerza en las
urnas”, sigue insistiendo en el diálogo entre las partes.
Ofrecer la OEA como solución un diálogo, es
casi risible frente a la violencia ordenada por Nicolás Maduro, creada por años
pensando justamente en el escenario de protestas que hoy sacude a Venezuela.
angelicamorabeals@yahoo.com
@copihueblanco
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