Hoy
se están cumpliendo 31 años de la paralización cambiaria que tuvo Venezuela y
que devino en devaluación y control de divisas en nuestro país. Aquel día que
la imaginación popular consagró como “viernes negro” aún cuando la suspensión
ocurrió el día anterior, jueves 17 de febrero de 1983, solo que el viernes el
hermetismo sobre la materia fue mayor.
Siempre
he creído que la historia sin contexto es solo un cuento y aquel hecho que
constituye un hito en la vida económica de Venezuela no fue un improvisado invento.
Las reservas en divisas venían cayendo en forma alarmante y ya se ubicaban en
13 mil millones de dólares. Entre otros
motivos por la fuga de capitales. Muchas personas avizoraban que la situación
financiera se agravaba y preferían resguardar su capital sacándolo al exterior.
Además
de la fuga de capitales, los ingresos en divisas venían reduciéndose como
consecuencia de la caída en los precios del petróleo, debido a falta de acuerdo
en la OPEP y los altos inventarios en los países consumidores. La cesta
venezolana había pasado de 34 dólares el año anterior a 26 en 1983. Mientras
que la renta petrolera global había bajado de 19,3 mil millones al cierre de
1981 a 13,5 mil millones al cierre de 1982. Situación que se venía deteriorando
a los largo del primer semestre.
Ante
esas realidades se buscaban salidas, pero guardando absoluto silencio hacia la
población, por lo que el periodista Coromoto Álvarez, de Última Noticias, le
preguntó al presidente Luis Herrera Campíns, en la rueda de prensa del lunes 7
de febrero (el siguiente lunes fue carnaval) “Presidente, qué está planteado:
¿control de cambio o devaluación?”. A lo que el Jefe del Estado respondió en
forma tajante: “ni una cosa ni la otra”. Y de inmediato me dio el turno de
pregunta a mí, que participaba en esa rueda de prensa en representación de
radio Continente.
No
obstante esa respuesta del primer mandatario que todos los lunes (excepto los
feriados) hacía una rueda de prensa en el palacio de Miraflores, apenas pasaron
los días de carnaval la noche del propio miércoles de ceniza se suspendió la
venta de divisas. El jueves 17 corrió la noticia y el viernes 18, todo estaba
paralizado. Muchos venezolanos varados en el exterior sin saber cuánto valían
sus bolívares y, peor aún, si valían.
Fue
el domingo 20 cuando –por fin- se realizó el Consejo de Ministro en el cual se
decidiría el destino de la realidad cambiaria. El mismo tuvo lugar en la
residencia presidencial La Casona, a partir de las 6 de la tarde, yo acudí a
cubrirlo por Radio Continente y el vespertino El Mundo, donde hacía unas
vacaciones.
Esperábamos
que a eso de las 9 estaría todo listo, pero no fue así; luego creímos que a las
10 tendríamos la información, pero quien salió fue un mesonero a traernos
“sanduches” y refrescos a lo que comentó el colega Euclides Pérez, quien cubría
por RCTV: “¿ay… esto va pa’ largo!”.
Pasadas
las 11 de la noche salió el Ministro de Cultura Guillermo Yépez Boscán y nos
estuvo contando sobre algunos aspectos de las discusiones que se adelantaban en
el Gabinete, pero que hasta esa hora no se había llegado a nada concreto. Luego
quien salió, ya casi a las 12 de la noche fue el presidente del Banco Central,
Leopoldo Díaz Bruzual, visiblemente molesto. No nos quiso atender. Sus
relaciones con el ministro de Haciennda
(hoy día Finanzas) Arturo Sosa, no eran muy buenas, especialmente en
esta materia.
Así
fueron pasando las horas y las empedradas aceras de la casona se convirtieron
en colchones para unos cuantos periodistas, camarógrafos y fotógrafos. Cerca de
las cinco de la mañana llegaron dos vehículos oficiales trayendo nuevamente al
presidente del BCV. Se notaba que recién se había lavado la cara.
Fue
a las 6 y 40 minutos de la mañana cuando por fin hubo declaraciones. El mismo
ministro Yépez Boscán convertido en esa ocasión en vocero del Gabinete anunció
que se establecería un régimen de cambio diferencial, cuyos detalles dio días
más tarde el ministro Arturo Sosa, quien anunció la creación del Régimen de
Cambio Diferencial, conocido como RECADI.
El
mismo establecía el mantenimiento de un cambio a 4,30 bolívares (de los de
antes) por dólar, para el pago de la deuda pública, deuda privada y bienes
esenciales. El objetivo era evitar la descapitalización de las empresas que
tenían deudas externas contraídas en dólares; un dólar a 6 bolívares, (lo que
indicaba una devaluación de 1,70 bolívares o 39,53%) para gastos necesarios y
esenciales. Mientras se dejaba un dólar libre o flotante, el cual se ubicó, de
arranque en 7,10 para la compra y 7,20 para la venta. El mismo estaba destinado
para los viajeros y demás interesados, quienes podían comprarlo o venderlos en
las casas de cambio y en los bancos, sin ninguna restricción.
Aquella
devaluación para un grupo de bienes y productos fue, como dijimos antes, de
39,53%, por debajo de la ocurrida en enero de 2013, cuando la divisa pasó de
4,30 a 6,30 (dos bolívares más y de los
de ahora que valen por mil de aquellos) lo que porcentualmente equivale a una devaluación del 46,51%. Mucho más que
la de aquel viernes negro.
El
cambio diferencial que tanto se discutió, no solo en aquel maratónico gabinete
del domingo 20 y lunes 21, sino también en las semanas previas, fue para evitar
un fuerte impacto en la inflación; sin embargo esta pasó de 2% en 1982 a 16% en
1983, con sus respectivas consecuencias políticas. El candidato oficial, Rafael
Caldera, perdió las elecciones del 4 de diciembre de ese año, ante Jaime
Lusinchi, de Acción Democrática.
El
resto de la historia se los contaré otro día.
Luismanuel.escalante@gmail.com
@Luis13Escalante
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