“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer” Bertolt Brecht.
La
crisis del país hizo metástasis. El gobierno se empeña en negarla, pero como
decía el camarada Lenin “Los hechos son tercos, se sacan por la puerta y entran
por la ventana”.
En el caso venezolano, el desastre corre ante los ojos de
propios y extraños. La violencia criminal está desbordada, el desabastecimiento
golpea a opositores y oficialistas por igual. La devaluación, por más que la
intenten disfrazar, es evidente, la inflación liquida el poder adquisitivo de
la moneda y cancela cualquier posibilidad de ahorro de los trabajadores.
Estamos en el umbral de una hiperinflación, producida por las mismas políticas
que aplicó Luís Herrera. El gobierno chavista, último gobierno de la cuarta
república, se resiste a morir. Algo nuevo está por nacer.
Los que vivimos en el territorio nacional, desde hace 25 años, cuando sucedió la desgracia del caracazo, es una grave crisis política, que en estos últimos 15 años se ha venido acrecentando a niveles insoportables. Lo nuevo no acaba de nacer. Las instituciones, a la vieja usanza de los caudillos, están secuestradas por los que se apoderaron del poder y lo más grave, están deslegitimadas. Los rectores del CNE, incluyendo la Presidenta, tienen los períodos vencidos. No hay Contralor titular desde hace varios años y los magistrados del TSJ, en su mayoría también son suplentes, llevados por la fuerza de las circunstancias a la titularidad. Eso crea inestabilidad. Lo viejo se resiste a morir.
La
violencia criminal ha llegado al extremo de llevarse la vida, solamente el año
pasado, de 25 mil venezolanos. No es impunidad. Es algo peor: la desaplicación
de las leyes y cuando se aplican es interesadamente, para castigar y
perseguir la disidencia. No hay sitio seguro. Los transportes
estudiantiles, campus universitarios y
salones de clases están a merced de la delincuencia, hasta intentos de
violación y asesinatos son comunes. Los estudiantes ante este clima de terror,
salen a protestar y, la respuesta del gobierno es la brutal y salvaje
represión, que ya deja varios muertos, centena de heridos, cantidad de presos y
torturados. La violación de derechos humanos, nunca ha sido revolucionario. En
Venezuela este caso es inédito. Ni en los viejos tiempos.
Esta
llamada revolución, que no tiene épica y mucho menos ética, nos lleva a un baño
de sangre. El gobernador de Aragua, Tareck el Aissami, en el Consejo Federal de
Gobierno – no sé si lo traicionó el subconsciente o lo reconoció –, dijo:
“Estamos arrastrando al país a un abismo” Es que, con esa actitud soberbia,
prepotente y excluyente, nunca habrá diálogo positivo e incluyente.
Hay que
demostrar voluntad política, para buscar solución a la crisis y, también para
desarmar a los grupos violentos, llamados románticamente, colectivos. O hay
diálogo civilizado o luego nos pararemos sobre las tumbas a reconocer los
horrores de una guerra civil y buscar acuerdos civilizados y de convivencia,
para que nazca lo nuevo. To be, or not to be:
that is the question.
Ante la pavorosa crisis nacional, el gobierno, tiene la primera palabra. Lo viejo está muriendo y lo nuevo, ahora sí, está naciendo. La gente no puede vivir con hambre, miedo y angustia. Merecemos un mejor país y, eso pasa por un gran entendimiento nacional, reglas claras para la economía y un acuerdo de gobernabilidad. Luego es tarde. Nunca olvidéis: el pueblo tiene la última palabra.
@Cheotigre
sjose307@gmail.com
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