sábado, 22 de febrero de 2014

CHARITO ROJAS: VENEZUELA HERIDA

Escribo esta columna profundamente conmovida por los sucesos que sacuden mi país, el único que tengo, el país en el que quiero morir de vieja, después de disfrutarlo intensamente. Pero la secta revolucionaria que desgobierna Venezuela desde hace 15 años me lo está haciendo difícil. A mí y a otros 29 millones de venezolanos que padecen el mismo mal: una vida de perros, con el perdón de los perros.

A lo largo de estos 15 años hemos venido perdiendo implacablemente nuestra identidad, nuestra historia, nuestros símbolos, nuestra existencia, nuestros bienes. Atormentados por un discurso comunista, donde todos debemos ser igual de pobres, igual de incultos, igual de maleducados, igual de improductivos, se ha venido golpeando en el estómago la dignidad del venezolano. El irrespeto al mérito, a la instrucción, a la competitividad ha torcido los valores de una sociedad que tenía un espíritu de superación que la democracia -tan criticada por su imperfección- alimentaba con oportunidades para la educación universitaria gratuita, ascenso social y un confiado optimismo en la riqueza del país.

Gobernantes con una calidad humana cuyo vestido, que es la palabra, se adorna con insultos, descalificaciones y calumnias contra los que considera sus enemigos, han rebajado las relaciones entre gobierno y gobernados a una gallera vulgar que nos hace descender a la vista del concierto internacional a niveles de pueblos con ínfimos niveles de desarrollo social.

Quien viva en Venezuela de su trabajo o de su emprendimiento (es decir, que no sea un "enchufado" a contratos y limosnas del gobierno) sabe cómo se ha depreciado su actividad profesional o comercial. Cuando tener un MBA tiene menos valor que ser el jefe de un colectivo revolucionario, estamos en presencia de una sociedad trastornada desde la raíz, que no tendrá la menor posibilidad de motorizar un futuro sólido, fundamentado en el conocimiento, la honestidad y los méritos.

El discurso y las acciones del finado nos remitieron a las montoneras del siglo XIX, cuando los caudillos arrasaban con las tierras, quemaban libros, violaban a las señoritas de la casa. Porque éste ha sido el efecto de la revolución sobre la sociedad venezolana: una violación a golpes de todo lo que significara orgullo. Y el sucesor ha seguido el curso de su propia inexistente formación académica y política, tratando de acelerar el proceso de cubanización del país, golpeando seguido para no dar tiempo a reacción ciudadana.

Pero no contaba con el hartazgo que tienen todos los venezolanos, hasta los chavistas, de un país injusto, en el cual impera la ley salvaje de colectivos y pranes que parecen tener el manto de la impunidad. La clase media está empobrecida por los continuos robos, diezmada por el hampa, deprimida por la huida de los hijos o exilada gracias a la inseguridad y la persecución política. El productor, comerciante, industrial está obstinado de mendigar a un gobierno que dispone a su gusto desde hace 11 años de las divisas indispensables para el funcionamiento del aparato productivo, las cuales administra con acusaciones de corrupción y chantaje.

Esta revolución ha logrado ya tocarle la vida y los intereses a cada uno de los venezolanos. No hay familia sin un hijo en el exterior, a todos nos han atracado alguna vez, todos hemos llorado a un familiar o a un amigo asesinado por un hampa que parece ser cada vez más inhumana, como lo demostró el horrendo crimen de los dos religiosos salesianos en Valencia.

El fanático compromiso del heredero de concluir de una vez el proceso para convertirnos en Cubazuela, ha asfixiando con absurdas medidas y leyes una economía que luchaba por sobrevivir a los embates comunistas. Las sucesivas devaluaciones eran previsibles en un gobierno acusado de emitir dinero inorgánico y empeñado en clausurar toda la producción nacional. No por casualidad no hay un solo economista en el gabinete de los poderes populares. El máximo "responsable" (bueno, ésa es la palabra formal) del gabinete económico es un ingeniero y el chivo más poderoso del control de precios dizque justos, es un general.

¿Qué podíamos esperar?

Tres lustros de cotorra revolucionaria puede marear a quien no sabe que existe una vida mejor que la que llevan. Como dice un amigo: "nadie extraña lo que nunca ha tenido". Por eso conviene tanto mantener al pobre, pobre. Pero eso sí, con mucha limosna, convenciéndole de que con ellos "manda el pueblo" y haciéndose la vista gorda ante los desmanes de los empoderados con un arma, con una moto, con una franela roja o con un carguito en alguna de las miles de oficinas burocráticas de que dispone la revolución para que crean que está haciendo algo.

El régimen se ha metido en asuntos sagrados para los venezolanos, que siempre ha sido un pueblo amante de la libertad en su forma más amplia. Y por ella tienen dos siglos luchando. La revolución le quitó a los venezolanos RCTV, su televisora decana, se metió con las radios y últimamente intenta acabar con los periódicos. Trata de controlar la educación de los hijos; los gastos vacacionales y los sitios permitidos para acceder a los cada vez más reducidos dólares Cadivi; pretende imponer los precios de todos los productos, controlar las cuentas bancarias. Se introduce en el más mínimo resquicio de la vida de los habitantes de este país, exigiéndoles que entreguen a sus hijos, sus negocios, su vida y hasta sus pensamientos. A cambio de nada.

Porque el muy revolucionario gobierno en 15 año no solo no ha mejorado lo que ofreció sino que ha destruido lo poco o mucho que servía en este país. Para muestra un botón: PDVSA. Ya el ciudadano no soporta más penurias impuestas por un gobierno absolutamente inepto para resolver el mínimo problema doméstico. Su afán de controlarlo todo lo pone en el plan de ni lavar ni prestar la batea.

Y el venezolano se cansó de pasar tanto trabajo, de no tener seguridad ni siquiera dentro de sus casas, de los cortes de luz y agua, de que no le recojan la basura, de tener el carro destrozado por los huecos de las vías, de hacer interminables colas para adquirir lo indispensable para subsistir. Cansados de la ineficiencia, del papeleo burocrático, del chantaje de arribistas, del abuso y atropello de quienes se creen dueños del país. Cansados de ser públicamente humillados y ofendidos, los venezolanos han dicho basta, liderados por el vigor de la fuerza estudiantil.

El país está en pie reclamando sus derechos, reclamando su libertad de pensar, de hablar, de transitar, de ganarse la vida, de sentirse seguros, de tener alimentos disponibles. El discurso de los estudiantes es claro: rechazan la injusticia, quieren una Venezuela libre, sin presos políticos y con prosperidad.

Pero el gobierno madurista no entiende absolutamente nada: en su obsesión de que la oposición intenta darle un golpe (el que está picado de culebra le tiene miedo hasta a bejuco), toma como desestabilización cualquier protesta por más pacífica que sea. No escucha razones, no está dispuesto a negociar con el país, cree como buen gobierno autoritario que estar en el poder es hacer lo que le dé la gana y a cada paso comete torpezas cada vez mayores que lo alejan del sentimiento de un pueblo que incluso chavista, reconoce privadamente que este gobierno no sirve.

El peor error del régimen revolucionario es desconocer que la mayoría de los venezolanos tiene severas críticas a su gestión y que él está obligado a escuchar solucionar esos problemas. Por el contrario, su reacción es el contraataque, apresar a los líderes de oposición, soltar a sus unidades de batalla, paramilitares o como quiera que se llamen esas hordas de motorizados armados que tienen patente de corso para disparar contra marchas de estudiantes y sociedad civil desarmadas. Está clarísimo que los muertos y heridos han sido ocasionados por azuzar esta jauría contra los manifestantes.

El dolor de las pérdidas, las expresiones desconsideradas del gobierno, la negativa a escuchar los planteamientos para resolver las demandas de los venezolanos, ha llevado a muchos a la desesperación, a tomar medidas agresivas para llamar la atención nacional e internacional. En las protestas siempre se cuelan elementos violentos pero los muertos en su gran mayoría los ponen los opositores al gobierno.

Ahora el régimen está enfrentado al país. Vivimos días de angustia ante la certeza de que, al igual que en 2002, el gobierno no escuchará al pueblo. A ese que considera "enemigo" porque quiere que la pesadilla se acabe. Entramos ya en un túnel sin retorno, el punto álgido que ningún gobierno sensato hubiera querido. Y mientras éste trate de resolverlo a punta de amenazas, cárcel y medidas represivas, peor se pondrán las cosas. Malas para los demandantes pero peores para quienes tienen en absoluto riesgo su autoridad.

Hoy la gobernabilidad está en entredicho. Las alarmas sonando y los fósforos encendidos para incendiar un país en el que no quedará piedra sobre piedra si el diálogo y la tolerancia no se alcanza pronto. El poder por sí mismo no será suficiente para contener el descontento que roe las entrañas de Venezuela.

Charitorojas2010@hotmail.com

Twitter: @charitorojas

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.