miércoles, 19 de febrero de 2014

CARLOS E. AGUILERA A. EL CAOS CARCOME A VENEZUELA


 “Me parece que la libertad de imprenta, que tanto nos ha molestado con su amarga censura, al fin nos ha de servir de triunfo”  Simón Bolívar”
Nunca antes en la historia, Venezuela había atravesado un caos  tan profundo, que lo sume en una dolorosa tragedia. Un país en el que  entre otras cosas, la corrupción se ha convertido en un virus mortal que está desarticulando todas las arterias vitales que sustentan su estructura social, así como son los principios éticos y espirituales, los valores morales y cívicos, que constituyen el pedestal sagrado que alimenta e impulsa su civismo, desarrollo y grandeza.  Todo está siendo destruido por falta de una coherente política administrativa de los recursos, tanto económicos como humanos, amén de la imperturbable posición de Maduro, responsable de la dirección del Estado, quien ha permitido que la clase corrompida hasta la médula cual fístula repugnante que se extiende desde la cabeza hasta los pies, no haya sido extirpada  y controlada en su acción devastadora.
El actual inquilino de Miraflores, heredero del difunto que nos sumió en la más espantosa y cruel página de la historia, ha demostrado desde que asumió el poder, su incapacidad y desconocimiento de lo que significa gobernar un país, ello aunado a su terca renuencia para rectificar los errores causantes de la debacle económica y la descomposición social, que con sus tentáculos está tiñendo de sangre los caminos de la Patria, y cubriendo de dolor y lágrimas los hogares de muchas familias venezolanas. El doloroso saldo de su represión con los estudiantes que tienen el derecho constitucional de manifestar como cualquier otro ciudadano, y así lo contempla la propia Constitución,  no es sino una evidente muestra de su soberbia actitud que desdice del talante de un verdadero demócrata, pues lejos de conciliar incita al odio, la violencia, el desprecio, la humillación, y amenaza a sus adversarios a los que califica groseramente con encendido lenguaje callejero, que dista mucho del de un Jefe de Estado.
Los recientes hechos ocurridos el pasado miércoles, en los que perdieron la vida dos estudiantes y un miembro del colectivo del 23 de enero, defensor a ultranza del régimen, evidencia la poca catadura democrática de la que Maduro presume y se jacta públicamente en sus fastidiosas cadenas televisivas que a diario atormentan al venezolano. Y no es sino una demostración poco convincente, pese a la cobertura mediática que tiene de los medios oficiales (televisión, radio y periódicos), pues esa monserga solo convence a quienes les corresponden sus favores políticos con aplausos y sonrisas forzadas, en los lugares donde caprichosamente encadena al país.
Y es que Maduro no se ha dado tiempo para gobernar , si es que así lo podemos denominar su pasantía por el Palacio de Misia Jacinta, porque siempre está ocupado más en su función como dirigente del PSUV, que de Jefe de Estado, que le queda muy grande por cierto, pues muestra una enfermiza y reticente actitud de combatir al enemigo oculto, que supuestamente pretende darle un  golpe de estado y liquidarlo físicamente, a ese enemigo que le hace vomitar y desvariar cada vez que lo nombra, llámese Estados Unidos o sus acérrimos adversarios políticos de la oposición,  lacayos como los llama, y en lugar de apagar el fuego de la indignación popular que el mismo suscita por falta de un programa de gobierno, serio y responsable, se ahoga en el estercolero de sus palabras muchas de ellas transgredidas gramaticalmente.
Esta laxitud suya es la causante directa de la profundización de la crisis económica y en consecuencia del incremento de la delincuencia, así como de la impunidad ante los brotes de terrorismo y crimen que afectan gravemente la seguridad y tranquilidad ciudadana, como jamás había registrado en su historia el país.
En definitiva, la vida de las familias venezolanas se está convirtiendo en una verdadera pesadilla y la indignación está subiendo hasta niveles que pueden ser irreversibles. El país con todo su entorno político y social se halla en el despeñadero del abismo. Este proceso de destrucción apocalíptica del país no puede continuar. Chávez no quiso entender su función como primer magistrado de la nación, y Maduro menos, pues de haber asumido con la responsabilidad del caso el compromiso de gobernar, se hubiese evitado que naufrague el país en la turbulencia de la iniquidad y la descomposición social.
Maduro olvidó que su más alto compromiso no es con la tan cacareada y mal llamada revolución bolivariana del siglo XXI, por cierto descalificada por sesudos políticos y estudiosos analistas internacionales, sino con el colectivo nacional anhelante de la paz y tranquilidad de la que siempre ha disfrutado Venezuela.
¿Qué pretende Maduro al violentar el derecho de los venezolanos de estar debidamente informados?. ¿Qué no se entere el pueblo de las tropelías, abusos, corrupción, inseguridad, desempleo, nepotismo, falta de alimentos y medicinas, crisis hospitalaria, y una retahíla de dolorosos episodios que quebrantan física, anímica y moralmente a quienes habitamos en esta hermosa y hoy sufrida Patria?.
Comete uno de los más graves errores. La libertad de expresión, es la más hermosa diadema que exhibe con orgullo una nación, en la que los derechos humanos permiten a sus ciudadanos exhibir altivamente su gentilicio.
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
careduagui@yahoo.com   //  @_toquedediana

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