"La
lucha del país y de jóvenes en particular, es una poderosísima fuerza
unitaria"
VIENE
UN CAMBIO
Sostengo
que no se entiende nada si se piensa que la protesta que recorre el país es
producto de un complot. Puede ser argumento que le convenga al Gobierno, pero
si se lo cree, anda con su eterna cabecita vacía enterrada en la arena. Ha sido
una protesta disparada por la represión ejecutada por los paramilitares, así
como por militares y policías, una vez que la marcha estudiantil del 12F había
concluido. Sin embargo, la represión, con su saldo de sangre, prisiones y
muerte en ese día, no es capaz de explicar todo lo que bulle en el alma venezolana,
especialmente en sus jóvenes.
Con
los análisis que se han hecho -incluidos los que recorren este espacio los
domingos-, no se había logrado capturar el verdadero estado de ánimo del país,
lo cual incluye el de opositores y chavistas, asediados por la tiranía de la
escasez, la inflación y el crimen. Ahora se ve esta impetuosa carga emocional,
furia acumulada, que ha estallado no se sabe con qué alcance y consecuencias.
Hoy
el país cosecha 15 años de odio. No hay que engañarse, esa siembra ha dado sus
frutos. Los colectivos que disparan a mansalva, los guardias que ejercen la
violencia documentada en fotos y videos, los miembros del Gobierno que
aguijonean a sus seguidores y los que ejercen una violencia ciega contra
vidrieras o automóviles, son la cosecha del odio sembrado por el régimen rojo.
No en vano Chávez invocó tantas veces la muerte como alternativa a la Patria,
tanto que al destruirse esta solo quedó aquélla.
EL
FUTURO HA HUIDO.
En
el imaginario colectivo la explosión social tenía la cara terrible del 27 de
febrero de 1989, emblema de lo que podría ocurrir ahora si las furias se
desataban. Es posible -lo digo con prudencia- que esté en marcha esa
"explosión" pero con nuevo rostro, sin saqueos y sin fin: el reclamo
airado en las calles de una sociedad cansada que quiere un cambio urgente,
cambio profundo, aunque no se sepa exactamente su configuración, pero
seguramente tiene entre sus perfiles deseables la libertad, la democracia, la
seguridad y condiciones de vida decentes.
Esta
revuelta no tiene jefes. El hecho de que el gobierno y algunos más la atribuyan
a Leopoldo López, María Corina Machado, Antonio Ledezma y otros dirigentes
opositores, es posible entenderlo como un recurso político para apartarlos del
camino, apresarlos y perseguirlos, pero no se sostiene como explicación. Lo que
hemos visto son las fuerzas de las profundidades desencadenadas, en la
construcción de sentido y rumbo de la lucha. No sé si se logrará en este
envión, pero es lo que se observa en el desafío, en el coraje y en la
disposición de "resolver esto ya" que miles de jóvenes muestran.
La
revuelta nace fundamentalmente de la ausencia de futuro que tiene el ciudadano,
sea chavista de a pie o antichavista. Este régimen les ha expropiado el futuro
a los jóvenes. Baste pensar cuál puede ser el plan de vida de un joven que
desea un empleo profesional, adquirir una vivienda y un carro, viajar, estudiar
aquí o afuera. Tales proyectos son imposibles para la mayoría. El futuro hoy no
existe. Cuando se pierde la esperanza de obtener los ingredientes materiales y
espirituales que pueden hacer la vida amable y viable, se comienza a pensar en
el salto necesario para que aquellos sueños seanverosímiles. Esto es lo que
fermenta en el alma nacional. Imagínense a jóvenes entre 15 y veintitantos años
que viven sus años más recientes en el medio de las acrobacias familiares para
conseguir harina de maíz, papel higiénico, aceite, azúcar y otros bienes. Sean
de la clase social que sean, el porvenir les luce cada vez peor.
REPRESIÓN.
La
no violencia no excluye acciones de calle firmes. La violencia ha sido empleada
por el régimen que no tiene frenos ni escrúpulos morales para emplearla.Ha sido
el instrumento al cual ha apelado sin medida. En la idea de que existe un golpe
en marcha, ha desatado la operación castigo contra la ciudadanía sin medida ni
control alguno. Castigan como los nazis. Con su cauda de muertes, prisioneros,
torturados, desaparecidos y perseguidos. Esta brutal represión ha permitido,
sin embargo, hacer la radiografía del régimen en su etapa de carcoma terminal.
Este aparato se sostiene en tres pilares que no por criminales son sólidos: un
sector de los grupos paramilitares (no todos, porque algunos han sido
marginados por el "madurismo"); un sector muy violento y facineroso
del Sebin y de la (antigua) DIM; y las unidades antimotines de la GN, hoy
convertidas en feroces grupos de asalto en contra de ciudadanos que protestan,
con jefes que son candidatos fijos a la imprescriptible justicia internacional.
Hay
que notar que cada vez menos ministros, diputados y altos funcionarios
oficiales declaran en defensa de esta orgía de represión y sangre, lo que
revela la descomposición interior del grupo en el poder. No es la división
entre las camarillas de Maduro, Cabello y Rodríguez Torres, sino una
descomposición que ha fracturado cada uno de los grupos previamente existentes.
Existe un sector chavista, no sólo de los de abajo, que cree que la fuente del descontento
no es una conspiración imperial sino la escasez de comida y los problemas
cotidianos; este juzga que Maduro no dio la talla, y que hay que buscar una
salida consensuada con la oposición porque, de lo contrario, la salida puede
ser traumática.
El
Gobierno está en una situación de debilidad muy elevada que ahora se ha
incrementado con la conciencia creciente en el mundo de su actitud criminal,
violatoria de los derechos humanos.
UNIDAD.
Para
enfrentar los retos de hoy las fuerzas democráticas están unidas. No me refiero
a la unidad boba burocrática, sino a la unidad viva que se reconstruye día a
día. Las diferencias no solo son naturales sino útiles. Hace muchos años el
líder de la unidad era Enrique Mendoza y luego, dependiendo de las etapas, otros
surgieron para, a su vez, dar paso a otros más. No hay líderes definitivos ni
líderes definitivamente enterrados, todo depende de las etapas del movimiento y
del carácter que adopte la lucha. Las elecciones demandaron un tipo de
liderazgo, su ausencia reclama otro, y fuera de "las trompadas
estatutarias" y las discusiones indispensables, la lucha del país y de los
jóvenes en particular es una poderosísima fuerza unitaria. La calle ha impuesto
de nuevo la unidad.
El
movimiento de protestas ha delineado los objetivos y tal vez la dirección
política debiera complementarlos: libertad de Leopoldo López, de los
estudiantes y presos políticos; destitución y enjuiciamiento de los
responsables materiales e intelectuales de los asesinatos ocurridos, retiro de
las unidades cebadas en la represión y disolución de los grupos paramilitares.
Maduro
pudo haber cedido y no quiso o no lo dejaron, ahora podría contribuir a una
salida pacífica y consensuada con su renuncia.
www.tiempodepalabara.com
Twitter @carlosblancog
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