domingo, 23 de febrero de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, VENEZUELA EN SU LABERINTO, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Tal ha sido la crisis política sobrevenida de tanto odio, revanchismo y resentimiento, utilizados como recursos de gobierno, que la situación del país hizo agua.
VENEZUELA EN SU LABERINTO
No hay duda de que la situación nacional se salió del cauce. De un cauce que ya venía desbordándose entre tempestades y aluviones de distinta intensidad. Pero que de igual manera, ha causado estragos no sólo políticos. También, sociales, económicos y hasta culturales toda vez que el régimen de fuerza ha querido imponer criterios que en nada se compaginan con la lenidad de las artes. Su mal calculado proyecto de gobierno, sumado a la incapacidad del gobernante para entender el significado del Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, determinaron resultados espasmódicos. Peor aún, sus acciones equivocadamente aplicadas, fustigaron la institucionalidad de la democracia al punto que la gobernabilidad que pudo lograrse en el fragor de serios tropiezos de toda índole, hasta 1998, se vio condenada dando al traste con la mediana ordenación de la administración pública. Y llegándose por esta vía a alcanzar descomunales niveles de corrupción. Tanto, que el Índice de Percepción de la Corrupción, según Transparency International, 2013, ubican a Venezuela en el lugar 160 entre 177 países.
Tal ha sido la crisis política sobrevenida de tanto odio, revanchismo y resentimiento, utilizados como recursos de gobierno, que la situación del país hizo agua. La ineptitud del gobernante superó cualquier posibilidad de contener el caos imperante. La sed de poder sobrepasó los límites de la razón. Tan inicua realidad, permitió que este gobernante, con ínfulas de reyezuelo, disfrazado de ciudadano, adoptara abiertas posturas de intolerancia y arbitrariedad que al final sirvieron para fijar los caminos expeditos que han conducido a asumir el execrable papel de tirano o dictador. A pesar del maquillaje aplicado a procesos electorales por cuya manipulación han terminado convirtiéndose en demagógicos festines  o espectáculos de baja categoría, dado los sucesivos arreglos al antojo del gobernante.
Este gobierno revolucionario,  mejor parecido a un circo de orilla, representa el mascarón de proa de una embarcación llamada “Patria Socialista” cuyo rumbo es el acantilado existente al final del curso de aguas río abajo. Su engañoso juego de legitimidad democrática, no pudo terminarlo ya que su apuesta inicial no llegó a concretarla por causa de sus mismas trampas. Ni siquiera superó la primera prueba de confianza lo cual hizo que sus procesos de gestión se vinieran a pique en momentos que las exigencias internas demandaban decisiones de mayor precisión ante la ola de problemas que vinieron acumulándose sin evitarlo.
En fin, al actual régimen de fuerza le quedó grande el compromiso asumido de establecer la conciencia histórica necesaria para conseguir un desarrollo económico y social que se compadezca de un proyecto político debidamente vinculado con la esencia de la venezolanidad. Por el contrario, el embrollo al que se ha llevado al país por culpa de los mismos defectos que padece quien nunca aprendió a reconocer al otro, a tolerar al otro, a respetar al otro, por cuanto siempre ha actuado según el principio de la fuerza del poder, tiene hoy al país al borde del más crudo derrumbe político e histórico que le habrá tocado experimentar al país. Más, cuando éste se ha desgastado por la mediocridad la cual considera su razón de vida. Por eso y otros tantos motivos que igualmente tienen una gruesa cuota de maldad e inmoralidad, es que el país está como está. O sea, que está metida Venezuela en su laberinto.
VENTANA DE PAPEL
COMO EL LEJANO OESTE
La anomia cundió los cuatro costados del país. Gracias a la oquedad del socialismo, Venezuela se ha visto atrapada en las miserias que la praxis de tan obstinada ideología provee. Resulta inconcebible que, entrada la segunda década del siglo XXI, lejos de avanzar como naturalmente debe suceder a todo país que se muestre consecuente con la evolución histórica, Venezuela ha retrocedido hasta niveles sólo comparables con el siglo decimonónico. El torbellino social y político que viene acusando el país, entre sus más dilectos espacios para poner a prueba tristes ejercicios de ignorancia y envidia, virtudes propias de la presente revolución bolivariana, está dejando al país en medio de serios destrozos a nivel político-ideológico, político-gerencial y político-administrativo.
La posibilidad de actuar en consonancia, entre líderes sociopolíticos, necesita del diálogo entendido como fuente de acuerdo y de demostración de inteligencia. moralidad y dignidad. Y dicha posibilidad pareciera haberse extraviado por la inmediatez de un gobierno que se sabe perdido. Pero además, ante la realidad de una oposición desconcertada por la confusión de sus mecanismos de encuentro y coordinación. Como dice el sabio aforismo: “el sol no se puede tapar con un dedo”. Tampoco con la mano. Así sea “peluda y pintada de rojo”. De manera que luce injustificable que el régimen venezolano intente desconocer que hacer política, es comprender la naturaleza del ser humano.
Por tanto, no puede pensarse en negarle al otro la posibilidad de exponer su visión del mundo. Es lo que se conoce como “tolerancia”. Su importancia es tal, que es considerada como un valor moral o un valor político. Nada debe revertir su significación. Menos anular o contrariar su acepción. De hecho, la revolución francesa tuvo su fundamento en la reivindicación de estos valores y por los mismos se luchó a sangre y fuego. Entonces si así ha ocurrido y ello configura el estado del arte que apoya su razón de ser, resulta contradictorio desde todo enfoque que a estas alturas de la historia universal haya quienes siguen queriendo demostrar que la Tierra es redonda o se planteen descubrir el agua tibia. Y es lo que está pasándole a estos gobernantes que por la obtusa obsesión de “jugar al poder”, se aferran al mismo con todas las excusas posibles e imposibles. Por ello, el país ha decaído a estratos desvergonzados donde se destaca quien más robe, quien más insulte, quien más ignorante y atrasado sea, o quien más grite e insulte. Y lo lamentable es que estas manifestaciones de mediocridad, son alzadas desde el poder, desde el alto gobierno. Al final, el país luce derruido. Se exhibe conducido desde la improvisación, la impunidad y la impudicia. La combinación perfecta para que Venezuela luzca como el “Lejano Oeste”.
APAGANDO EL FUEGO CON GASOLINA
La obcecación del régimen, no tiene nombre. Perdón, si lo tiene: autoritarismo, despotismo. Sus equivocaciones al momento de buscar la gobernabilidad necesaria, han sido reiteradas. No ha entendido que gobernar no es mandar. Las órdenes tienen cabida dentro de organizaciones verticales. Verbigracia, un cuartel. Su estructura cerrada como organización militar, lo justifica plenamente. Pero una sociedad, caracterizada por las libertades y los derechos que amparan la vida de sus integrantes, necesita organizarse según disposiciones que consigan la mejor colaboración de los factores políticos, políticos y sociales que hacen vida en ella. Lo contrario, es “arar en el mar”. Es lo que está pretendiendo este régimen obtuso cuyos conductores tienen ínfulas de “sargentos” de tropas sediciosas.
No es posible que lejos de reconocer los errores cometidos en aras de “gobernar”, estos politiqueros asuman comportamientos de burdos contrabandistas o vulgares forajidos. Tal actitud, avergüenza toda vez que sus expresiones públicas dejan ver un claro resentimiento lo cual es fiel indicador del desprecio que sienten ante todo lo que representa excelencia, desarrollo, innovación y crecimiento. Las decisiones tomadas desde el acusado y cuestionado socialismo bolivariano, apuntan a igualar por debajo toda condición y actitud que pueda vivir el venezolano. Cada una de las determinaciones gubernamentales, aunque pomposas gracias al trabajo de los medios oficialistas y a la censura impuesta mediante amenazas y férreos controles, buscan asfixiar las esperanzas que la democracia despierta en los hombres libres. Tales han sido las aberrantes medidas de un régimen desquiciado, que se atrevió a ordenar el acoso militar a toda una ciudad como San Cristóbal, Edo. Táchira, cuyos habitantes se atrevieron a levantar su voz de protesta frente a los desproporcionados arrebatos de un régimen pusilánime.
De un régimen incapaz de dialogar en el exacto sentido de lo que ello significa. No de acatar consideraciones derivadas de un monólogo. En fin, estos gobernantes demostraron no comprender las implicaciones de un proceso social creativo e incierto. Y eso no se aprende en la calle. Menos desde la mediocridad. El país le quedó inmenso a estos salvajes capitalistas disfrazados de menesterosos al mejor estilo populista. Es como si el régimen estuviera apagando el fuego con gasolina.
 “Cuando el caminante, por presuntuoso o bravucón, obvia las dificultades de la senda que transita, corre el riesgo de verse atrapado por las  circunstancias que las mismas contingencias animan. Es cuando puede confundir el camino y extraviarse en cualquier recodo” AJMonagas
Antonio José Monagas
@ajmonagas

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