Hay
reacciones increíbles que corren el riesgo de parecernos normales, a cuenta de
presenciarlas con indeseada frecuencia. Y si nos descuidamos, corremos el
riesgo de aceptarlas como naturales y no como lo que son, conductas que
terminan justificando y perpetuando la situación que las origina.
Lázaro a los pies de la mesa del rico Epulón, |
Sólo
en esta semana, fui testigo de algunas de ellas. Gente sonriendo feliz con sus
paquetes de harina Pan y azúcar en un automercado de clase media, luego de
haber soportado la humillación de una larga cola al final de la cual se
levantaba el infaltable letrerito de "sólo 2 paquetes por persona, no
insista". Colegas y hasta uno que
otro estudiante agradeciendo que "al fin" se había activado el cupo
electrónico para permitirles comprar unos pocos dolaritos para transacciones
electrónicas. Un grupo grande y variopinto de hombres y mujeres frente al
Mercal de la Zona Industrial de La Trinidad, con rostros de satisfacción y
hasta de alegría mientras padecían una inmensa cola bajo un solazo inclemente,
porque había llegado "una leche". ¿Cuál? Nadie sabía, pero al parecer
por lo menos era leche.
Los esclavos agradecían el sobrante de la mesa de los patrones, y muchas veces lo comían felices porque lo interpretaban como una muestra de generosidad y de preocupación del "buen explotador" por ellos, al dejarles comer de sus restos. No se les ocurría que las migajas de la mesa, sobre todo comparado con la opulencia de lo que estaba sobre ella, no eran generosidad, sino un obsceno signo de injusticia. Sin una conciencia de explotación, cosa que se logró mucho tiempo después, era imposible siquiera que se despertara la necesidad de liberación, y mucho menos que ésta motivara a luchar por alcanzarla.
La
historia ha demostrado hasta la saciedad que la acumulación de problemas
económicos y sociales, por muy graves que sean, no tiene por sí sola impacto
político. El impacto político depende de la interpretación que la gente haga
sobre las causas y los responsables de esos problemas. Es por ello que una de
las variables claves que pueden incidir
en el rumbo del escenario político actual venezolano, es la percepción que la
población finalmente tenga sobre los causantes o responsables de sus múltiples
penurias.
Los
manuales de guerra psicológica ("psy war"), tan utilizados por los
organismos de inteligencia de los regímenes fascistas, y de uso común por
nuestro muy cercano G2 cubano, se plantea la necesidad que la población sea
"sometida psicológicamente" mediante la generación progresiva de 4 estadios
emocionales:
1.- Incertidumbre (frente al rumbo de los acontecimientos y de su
propio futuro),
2.- Angustia (que provoca paralización),
3.- Desesperanza
(convencimiento de que no hay nada que hacer) y, finalmente,
4.- Resignación y
entrega.
Ciertamente que muchas de las reacciones ante las situaciones que nos
agobian son en el fondo mecanismos de defensa frente a la angustia y la
frustración que caracteriza nuestra cotidianidad, pero el peligro de ciertas
conductas tan comunes como las descritas arriba es que terminen siendo un
mecanismo de adaptación y resignación disfrazadas.
La
Psicología Social ha demostrado cómo muchas veces terminamos convirtiéndonos en
aquello que reflejan nuestras reacciones y conductas. Por eso lo que hacemos no
es sólo un asunto de imagen, sino que termina moldeando nuestro propio yo, lo
que verdaderamente somos. De igual manera, no percibirse a sí mismo como sumiso
no equivale a no estarlo, especialmente
cuando la persona -aún sin darse cuenta- actúa como tal.
Cuando
ante tanta desdicha convertida en país, la gente pregunta qué hacemos, la
primera respuesta es no resignarse, y tampoco comportarse como si lo estuviera.
Reclame, proteste, alce la voz, deje que le oigan, aunque quien lo haga esté
pasando por lo mismo que usted. Que sepan que usted se cala su cola y su
maltrato, pero que no lo acepta y que siempre reclamará contra ello en nombre
de su dignidad. No asuma conducta de sumiso.
Pregunte en voz alta por qué
estamos así, como el mendigo Lázaro a los pies de la mesa del rico Epulón,
quien se ríe complacido cada vez que usted acepta callado alguna de sus migajas
sobrantes.
Exija en voz alta que le expliquen por qué usted no tiene dólares y
los cubanos sí.
Por qué usted vive de penuria en penuria, y quienes nos
gobiernan lo hacen de bonche en bonche.
Por qué usted enflaquece, y los
burócratas del gobierno cada vez están más gordos.
Recuerde siempre que la lucha por la
liberación popular pasa porque nuestro pueblo interprete correctamente las causas y los responsables de sus carencias
y aflicciones, porque entienda que tiene derecho a más que miserables limosnas.
El
primer paso para no perder la dignidad es nunca dejar de mostrarla. El día que
usted baje la voz, que deje de reclamar, que acepte en silencio su limosnita,
ese día ya lo sometieron, aunque usted no se dé cuenta.
@angeloropeza182
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