Todavía me encuentro con personas, de mediana
instrucción e inteligencia, que alegan ser socialistas porque sus padres lo
fueron, porque en los círculos sociales donde se desenvolvían ésa era la forma
de pensar, porque fueron educados bajo esa doctrina, lo que me da a entender
que en ellos habita una profunda comodidad mental que los hace incapaces de una
opinión propia, que se suman a unos valores y creencias sin medir sus
consecuencias.
Hay otros, mucho más superficiales, que se
dicen socialistas porque creen que es “chick”, que está de moda, o sucumben a
los cantos de sirena de artistas y figuras públicas que se identifican con esa
tendencia política. Sea esta
claudicación a utilizar su razonamiento para elegir una manera de pensar y
dejar que sea la “herencia” o la moda lo que dictamine su preferencia - lo que
hacen sin saberlo - es apoyar a una ideología que va contra sus libertades.
Ser “progresista” se entiende, en todos lados
del mundo, como ser anticapitalista, y ser un capitalista, antes de considerar
el dinero como único interés en la vida, significa que se cree en los valores
del individualismo, que la persona es lo más importante en la ecuación social,
no el grupo, el grupo será tan bueno como el peor de sus participantes y el
capitalismo trata de hacer de toda persona un ser pensante, libre y autónomo.
Para Marx el socialismo era, y aquí concuerdo
con el pensador marxista Ludovico Silva, la idea, el modelo, el proyecto, la
estrategia; el comunismo es la práctica, la tarea inmediata. Los socialistas son los propagadores de la
ideología, los comunistas la hacen realidad, de aquí lo peligroso que es para
una sociedad abierta y plural que esta ideología sea tomada tan a la ligera, al
punto que sus principales actores políticos y partidos sean promotores de este
pensamiento corrosivo en contra de las libertades y la democracia.
Es por ello que tengo mis serias diferencias
con adecos y copeyanos, ellos no se creen socialistas aunque fueron los
promotores del estado paternalista y el clientelismo político, tienen la falsa
idea de que, por ser demócratas, que lo son, están exentos de la contaminación
marxista y de las ideas más características de la izquierda venezolana, que se
distingue por un gusto hacia todo lo que significa colectivismo, estado tutelar
y la perdida de los derechos fundamentales del ser humano.
Todos los discursos de los partidos
demócratas de la “centro izquierda” tienen ese tufillo socialista que los aúna
en la comparsa “marxistoide”, el Estado primero, el líder primero, el partido
primero, la masa primero, la burocracia primero y allá, por último, el
individuo, la persona, el ciudadano.
Fidel Castro afirmó, sin complejos,
“socialismo es comunismo, son lo mismo”, es la pura verdad, quienes hayan leído
la historia del socialismo tienen que admitir que, simplemente, se trata de un
comunismo democrático; lo que lo diferencia del comunismo decimonono es la
manera cómo aspiran a llegar al poder, por medio del voto, más nada, quizás
sean un poco permisivos al tolerar el libre mercado, la libertad religiosa,
puede ser que no les importe pertenecer al sistema financiero internacional,
que les preocupe el asunto de los derechos humanos y tengan cierto rubor en
permitir un margen de libertad individual, pero, a la larga, lo que les importa
es imponer el Estado, a la sociedad.
La forma más autoritaria y restrictiva de someter al hombre es por medio de un estado sin medida, presente en todas las actividades, en todo momento, regulando y castigando, imponiendo la opinión del burócrata por encima de la de los ciudadanos, construyendo para su claque, su clase dirigente, un mundo aparte lleno de privilegios y prebendas.
El socialismo que hemos conocido los
venezolanos es el de un estado que es dueño y señor de todas las riquezas del
país, que le planifica la vida a todos, al que hay que pedirle permiso hasta
para ir al baño, uno que, al momento que quitarnos nuestra propiedad o de
violar nuestras garantías, inventa estados de excepción o los mete en esa bolsa
que llaman “de interés nacional”, que cuando no le gustan las críticas o la
manera en se dicen las cosas cierran periódicos, universidades, canales de
televisión, expropian empresas.
A nuestros socialistas endógenos, incluyendo
a copeyanos y adecos, les gusta que el estado sea empresario, que goce del
privilegio del monopolio, que cambie las leyes para que se ajusten a sus
propósitos, les encanta encadenarse en el sistema nacional de radio y
televisión (esa es su interpretación de “tener a la audiencia cautiva”) para
ser la voz del amo y sacar al ejercito a la calle cuando le dé una puntada,
todo esto sin consultar, sin dialogo, sólo a fuerza del interés superior de las
masas populares, del pueblo que nunca se equivoca y que sólo ellos representan.
Y aquí estamos, llevados por el río del
socialismo, al comunismo en su expresión más salvaje y putrefacta, viviendo la
revolución para la que nos estaban preparando desde hace mucho tiempo, sólo
para descubrir que la democracia estorba, que lo que necesitamos son comunas,
un solo partido, una sola ideología… estamos frente al paroxismo del
socialismo, sometidos como ganado y algunos esperando, contentos, su turno para
que le impongan el hierro del jefe y los marquen como propiedad del estado.
Y es que cuando uno se compromete con las
ideas, pueden que parezcan inocuas y sin mayores consecuencias, pero, la
realidad, es que al final siempre se paga el precio, y el precio que está
pagando el país por apoyar las ideas del socialismo es esta pesadilla que
parece no tener final.
Por eso es que me parece un sinsentido dejar
en manos de unos socialistas “light” la oposición al régimen. Simplemente, no
estamos haciendo nada, porque en lo más profundo, en la filosofía de quienes
dicen defendernos, está latente la intención de continuar con esta charada para
siempre.
Ahora, ¿Cuál debería ser la actitud correcta,
civilizada y política de la MUD y sus grupos de interés? Sería una gran
tontería tratar de censurarme, de ignorarme, no soy el único que se ha dado
cuenta de todas estas incongruencias tanto ideológicas como políticas, hay ya
planteado un debate nacional sobre cómo vamos a enfrentar el futuro inmediato,
ese discusión es inevitable, tratar de meterla debajo de la alfombra es una
irresponsabilidad y un peor ejemplo de parte de unas personas que no solo
considero demócratas, sino que tienen una labor cumplida muy importante en la
resistencia en contra de la barbarie, que han construido un liderazgo
arriesgando hasta sus vidas.
Todos tenemos nuestras convicciones y
preferencias, pero en este momento ¿Qué le conviene al país? La MUD desde hace tiempo está sometida a una
crítica y a un escrutinio de todos los sectores, si no se creen dueños de la
verdad, el único camino es el dialogo, la rectificación si fuere necesario y
creo que es el momento de sentarse y sopesar la actual situación, es ahora, y
no en medio de una campaña electoral o sumidos en una crisis de poder o de
liderazgos, eso sería lo más razonable.
- saulgodoy@gmail.com
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