miércoles, 8 de enero de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, LA GRAN CONFUSIÓN, EL SOCIALISMO

El socialismo es empalagoso y la gente lo come sin medida, por lo que siempre termina con grandes dolores de estómago y, no pocas veces, con la muerte de los pueblos y la desaparición de las naciones
Mis últimos artículos sobre el socialismo han levantado un cúmulo de opiniones diversas, que he recibido por varios medios. La gran mayoría de ellas me indica varias cosas: primero, que efectivamente hay mucha gente que se dice socialista con mucho orgullo y pasión; segundo, que esa gran mayoría entiende el socialismo de una manera personalísima que difiere grandemente con la doctrina y el sistema socialista elaborado de manera científica o académica dentro de las denominadas Ciencias Políticas; tercero, que hay una enorme confusión entre lo que es socialismo y comunismo.

Lo que me preocupa es que esta gran confusión del venezolano, en materia ideológica, ha llevado al país político a extraviarse en sendas y experimentos muy peligrosos para el futuro y la sostenibilidad de Venezuela como nación. En cuestiones ideológicas, al venezolano no le gusta el compromiso; sin mucho pensarlo toman de aquí y de allá ideas sueltas que les parecen bonitas y justas y arman su propia colcha de retazos a la que llaman socialismo, sin detenerse a pensar que, por ejemplo, llevar la igualdad a grandes segmentos de la población implica, necesariamente, comprometer la libertad de la que hoy gozan.

Pero resulta que la culpa no es solamente del venezolano, que no está dispuesto a ir más allá de los simples enunciados de las variadas doctrinas políticas que existen, sino que hay una deliberada intención dentro del campo socialista, de permanecer en ese estado nebuloso de indefinición, porque de esta manera cosechan adeptos.  Un socialismo mal explicado y peor entendido puede ser cualquier cosa, y si algo no tiene definición, carece de límites y de esencia, simplemente, no existe, lo cual es muy apropiado cuando quiero ponerme a inventar mi propia versión de socialismo.

Pero, efectivamente, en política hay conceptos y límites, a pesar de la gran variedad de matices que se aplican al socialismo, existe un pensamiento socialista que ha evolucionado en complejidad, tiene una historia que se puede estudiar, unos antecedentes que resultan fundamentales para comprenderlo, un cuerpo doctrinario que le ha dado forma y un desarrollo que ha reportado adelantos, conflictos y fracasos, en tanto y cuanto ideología, compitiendo con otras corrientes en términos de igualdad (en el entendido que ningún pensamiento es dueño de la verdad).

Esta es, justamente, la parte que a la mayoría de la gente le fastidia conocer; prefieren quedarse en el anecdotario, en las figuras que han impactado los medios de comunicación de masas, en los “memes” y las frases hechas, en las aplicaciones prácticas del socialismo, en los símbolos y representaciones, en los sentimientos y pasiones que despierta.

Es muy fácil perder el rumbo cuando se habla de socialismo; por las múltiples áreas donde el término hace vida comunicacional, socialismo y sociedad muchas veces se confunden, y pareciera muy natural que el socialismo derive como forma de comportamiento de los grupos humanos organizados y en interacción, es también una manera de administrar los recursos de una sociedad, sobre todo si se habla de grandes números, de satisfacer necesidades en la población, si se va tras el “mayor beneficio social”.

El socialismo parece amalgamarse muy bien con el sentido de justicia y equidad, por aquello de tener como norte el interés de las mayorías, también se asocia a una manera de administrar al Estado haciendo de lo público el centro de toda acción humana; igualmente, la pobreza, las desigualdades, los explotados, los marginados de la sociedad son banderas que recoge el socialismo y las hace propias, dejando a las otras ideologías en una situación de indiferencia aparente hacia estos temas.

Prácticamente, todo lo que tenga que ver con humanitarismo y solidaridad se le atribuye al socialismo, y ésa es una de las razones por las que toda persona medianamente sensible, buena y humana desea militar, de alguna manera, en sus filas y no rechaza el apelativo, pues lo adorna y lo distingue de manera positiva.

Cuando el socialismo se entromete en la economía, lo hace llevando toda esa carga de preocupaciones sociales y humanitarias, ahogando prácticamente, con necesidades insatisfechas y sufrimiento humano, cualquier intento de aliviarlas de manera racional, razón por la cual ningún socialismo puede ser productivo ni sostener a sus poblaciones.

La ética socialista es, fundamentalmente, un plagio de la religión católica, le atribuye una bondad intrínseca a la naturaleza humana (aunque según los últimos estudios sociológicos, la bondad es un rasgo que surge evolutivamente); la ética socialista pretende erradicar el egoísmo como si fuera una enfermedad, cuando en realidad se trata de un rasgo fundamental en el aparato de sobrevivencia de las personas; el socialismo privilegia la vida en comunidad, condena la acumulación de la riqueza como pecado, ve la ambición y la avaricia como estigmas de una vida equivocada, la libertad está supeditada a principios superiores, donde siempre predomina el bien común; la originalidad y la diferencia no son bien vistas, en aras de mantener la igualdad; la propiedad privada es condenada como vicio y causa de desavenencias.

El gran problema del socialismo es que, en su estructura, en su esencia, se encuentra el germen del autoritarismo; el socialismo declara que esos ideales de los esclavos (según Nietzsche), de los más necesitados, de las mayorías excluidas, deben ser impuestos a la fuerza, porque no hay manera de convencer pacíficamente a la gente que más tiene, de dar a los que menos tienen, de compartir por simple convicción, y llega el momento en que hay que expropiar, hay que quitarle a los ricos para darle a los pobres, y empiezan las confiscaciones de bienes privados en nombre del interés colectivo, por lo general no se detienen hasta una estatización de la sociedad completa (hasta el individuo pasa a ser propiedad del Estado y los funcionarios empiezan a declarar que no todo lo personal es privado).

Y desde el momento en que los socialistas se ponen a repartir palos, para obligar a la sociedad a ser “buenos y justos”, se confunden los medios con los fines; cuando la mayoría atropella a la minoría con el propósito de igualarse, se asesina la libertad, cuando se obliga a los creadores de ideas y emprendimientos a hacerlo de gratis, se condena el avance, cuando se obliga a la gente al sacrificio para que otros, muy lejos, se beneficien porque ellos no tienen, se cometen injusticias.

En nuestro país un grupo de revolucionarios violentos, que no tienen la menor idea de lo que es socialismo, tomaron el poder y justifican sus pillerías con la bandera del socialismo (que por ley, a pasado a ser la doctrina oficial de esta república bolivariana), lo más notable es el comportamiento de esta casta de gobernantes, que se distingue por una vida ostentosa de privilegios y dinero mal habido.

El socialismo es empalagoso y la gente lo come sin medida, por lo que siempre termina con grandes dolores de estómago y, no pocas veces, con la muerte de los pueblos y la desaparición de las naciones. –

saulgodoy@gmail.com

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