sábado, 18 de enero de 2014

PEDRO R. GARCÍA, ¿SOCIALISMO; DEMOCRACIA O CINISMO?, PUNTO DE QUIEBRE

Ningún equilibrio político es posible sin nulidades de buena calidad. ¿Quién provoca las catástrofes? Los maniáticos de la agitación los insolentes, los insomnes, los artistas fracasados que han llevado corona, sable o uniforme y, mas aun que todos ellos, los optimistas, aquellos que esperan a costa de los demás. (Emil M Cioran, Silogismos de la Amargura)

Una acotación necesaria…

La gran incertidumbre que nos aventuramos a plantear y que dudamos que estemos en condiciones en el país de responder es: si los actuales procesos de globalización y de consolidación de un orden mundial transnacional consecuencia de el desarrollo tecnológico occidental, con los impresionantes niveles de desigualdad que esta exponencialmente ocasionando, tanto entre, como “dentro de los Estados-nación, que nos  arrastran hacia nuevas formas elitistas de dominación, esta vez disimuladas con las membresías de Nuevos Socialismos del siglo XXI, Socialdemocracias, Democracias participativas, Capitalismos con responsabilidad social, Democracia social, revolución, democracia plena, progresismo, solo eufemismos, retórica de nuevo cuño.

Toda argumentación aferente es seductora, la acción efectiva no se revela como tal, el discurso que la precede es ficcional e hipócrita. La teoría es demagógica y la practica insolente. La sofisticación actúa como un elemento de simulación, pues se apoya en la inocencia e ingenuidad de las masas, o pueblo como es la inveterada conducta expresada en el discurso de  nuestro exiguo “liderazgo” en  el país, y luego legitima una elocuencia de dos caras: la de las palabras y las de los actos.

El cinismo obsceno esta presente en todas las capas de la sociedad. Para articular una lectura de la situación podemos tomar prestada la hipótesis de las tres funciones de Dumezil y buscar, en la medida de lo posible las lógicas engañosas en el universo de lo sagrado, de la violencia, de la masa, de los productos y los intercambios. A cada uno de estos niveles corresponde un conjunto de cinismos típicos que se imbrican extrañamente al punto que resulta arbitrario aislar uno de ellos sin diseccionar los nudos tentaculares que vinculan entre si las diferentes instancias.

El cinismo religioso ha puesto siempre en escena una mitología que recurre al terror para asentar su poder. Se apela a lo sacrosanto a lo impalpable y a lo divino para promulgar una serie de proscripciones y de llamados a la purificación, que siempre apuntan a la búsqueda de lo que Nietzsche llamo “el ideal ascético”. El discurso mistagógico, intenta mediante el ascendiente simbólico producir individuos educados, dóciles y resignados. Los medios religiosos, los discursos teológicos y el objetivo policial.

Un pensamiento religioso no siempre proporciona un recogimiento. Para ello son necesarios retransmisores políticos concretos y la intercesión del clericalismo. 

No habiendo tenido su Galerio, ni su Constantino, su Edicto de Milán ni su Concilio de Nicea, el platonismo, perduro como una ideología religiosa entre otras, aún cuando lo esencial de sus tesis encuentra en el Cristianismo, lo que podría considerarse el platonismo como Cristianismo para los filósofos. La lectura de algunas páginas del Fedon, bastaría para mostrar la semejanza del dialogo con los Evangelios.

Los dioses son los auxiliares más valiosos de los jefes de Estado.
Habría que negar lo obvio para no ver que la política es esencialmente una de las modalidades de lo religioso.

El cinismo político (en apogeo entre nosotros) formula sus subterfugios bajo el argumento de la urgencia histórica.

Los artificios se ocultan apelando a la razón y a la necesidad, pero estos son motores ficcionales. Solo compelen la obsesión por acceder al poder. El discurso es demagógico, escondido detrás de una visión arada, elaborada a la medida del deseo.

Se invocan la felicidad, la perfección, la lealtad, él socialismo, el progresismo, la democracia, en fin el paraíso. La escatológica política es religiosa: siempre apunta a la restauración del Edén perdido o a la realización de un ideal por venir (El mar de la felicidad, la revolución, el socialismo del siglo XXI, el cambio).

La libertad, la democracia plena, la igualdad. El juego consiste en desmerecer la angustia del presente en nombre de un soñado por hacer. La exigencia hoy se justifica en virtud del resultado mirifico que se obtendrá más allá. El cinismo político supone recurrir excesivamente a la justicia del mañana para disimular mejor la obscenidad de hoy. “El tiempo de Dios es perfecto”. El perspectivismo político pretende legitimar el estado de hecho cínico en el nombre de un ideal de la conciencia esencialmente efímera.

pgpgarcia5@gmail.com

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