Las estadísticas señalan que durante el año
pasado hubo cerca de dos docenas de miles de muertes violentas. Venezuela no
está en guerra pero los fallecimientos a manos del hampa son de tal magnitud
que cualquiera podría pensarlo.
Esa violencia no es exclusiva de las zonas
urbanas, de las capitales de estados. No, los asaltos, robos, asesinatos y
otros delitos ocurren con asombrosa frecuencia en cualquier poblado venezolano.
No sería exagerado afirmar que poco a poco nos vamos quedando sin espacios
seguros donde refugiarnos y sentirnos amparados.
Tristemente nos vamos acostumbrando a esta
realidad: nos despojamos de cosas de valor para salir a la calle, evitamos
transitar por parajes solitarios, nos autoimponemos un toque de queda y normas
para sobrevivir en este peligroso país donde nos tocó nacer.
La muerte, esa que le inflige un ser humano a
otro, que le arranca la vida en contra de su voluntad, lo vemos como normal, no
nos extraña. En fin de cuentas es un muerto más, un número que se agrega a las
estadísticas. Así lo vemos en los medios de comunicación: tantos taxistas
muertos en el mes tal; tantos policías asesinados en lo que va de año, etc.
La sociedad, la opinión pública en general no
reacciona hasta que el afectado es alguien por el cual se ha sentido afecto y
estima. El asesinato de Monica Spear y su esposo a manos del “hombre nuevo” que
se ha ido formando en estos años estremeció el letargo en el cual se encuentra
sumida la sociedad. Pocos días después, otro crimen tan abominable como el
comentado, aparecieron asesinados en su apartamento de Casalta III un digno
profesor de la UPEL y su señora madre.
Este gobierno que ha adelantado más planes
contra la criminalidad, todos fracasados por ciento, que años ejerciendo el
poder, sabe de su alta responsabilidad en esta materia. Expeditamente convocó a
un combo de artistas para que solicitaran afanosamente no politizar el caso de
la ex-reina de belleza, mientras que un ocurrente cantante atribuyó tal
desgracia a la IV República.
Ambas posturas son absolutamente
inaceptables. Por un lado, este gobierno, entre otras cosa fue electo, y esa es
la aspiración de todos los electores independientemente sus simpatías
políticas, para garantizar el orden y la seguridad dentro del territorio
nacional. De tal modo que los niveles de inseguridad y violencia que se aprecia
en el país adquieren un componente político. El problema de la violencia y la
criminalidad no es un asunto privado sino público Por otra parte, habría que
recordar que llevamos 14 años de un gobierno en el cual su discurso inspira y
genera violencia: freír las cabezas en aceite, pulverizar, no volverán, fascistas
y un ritornelo de expresiones destempladas y agresivas. Buena parte de los
delincuentes, unos menores de edad y otros muy jóvenes, - infractores de la ley
diría el gobierno- se formaron viendo cadenas televisivas cargadas de odio,
intemperancia y violencia.
Así se fue formando el hombre nuevo en la
revolución chavista. Vaya valores.
El gobierno convocó gobernadores y alcaldes
para discutir sobre el asunto. Hubo cambio de ministros y jefes de policías.
¿Eso servirá para algo? En muy poco tiempo lo sabremos.
@leomoralesP
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