Ideológica,
política, militar y geográficamente, Venezuela limita casi que en exclusividad
con Cuba y Colombia, formando un
triángulo geoestratégico donde se cocina buena parte del destino de América
Latina.
Esto
llama a la reflexión por dos razones. Primero, porque el modelo militarista de
izquierda que hoy se impone en el país tiene sus raíces, profetas y estandartes
en formas políticas y sociales provenientes de ambas longitudes. Inoculado,
alentado y exportado por la revolución bolivariana, gracias al petróleo, a
otras latitudes del continente, el modelo goza de buena salud. En segundo
lugar, porque muy a pesar de todas nuestras prevenciones y dudas, en La Habana
se están llevando a cabo unos diálogos de paz entre el gobierno y la guerrilla
colombiana que tendrán, cara o cruz, impacto significativo sobre el porvenir de
la región.
En
el caso venezolano, cubanizar y colombianizar han sido dos estrategias
políticas minuciosamente calculadas que han cobrado sentido en una sola
dirección, que es la de militarizar, bajo el fingido respeto a los supuestos de
la democracia formal (elecciones,
instituciones, participación política, etc.), la vida de los ciudadanos,
imitando de Cuba la premisa de mantenerse en el poder a como dé lugar y a
cualquier precio, y de la guerrilla colombiana y de sus ad lateres, la de
manejar el negocio millonario de la droga por una parte y de la violencia por
la otra, como formas de poder paralelo y paralizante sobre la sociedad, y
justificadoras de la militarización de la vida civil.
Dicha
realidad, la del modelo del militarismo de izquierda, cobró vida paulatinamente
en el continente. Es de vieja data, es verdad, pero fue acelerado en vida por
Chávez. Encontró sustento en el descontento popular sobre el ejercicio de la
democracia que dejó a su paso esa epidemia de
hambre y orfandad que inventa solución imaginaria a sus males en la
sumisión mágico-religiosa a un caudillo milagroso y supuestamente salvador. No
hay que olvidar en este cataclismo el papel suicida de líderes y élites nacionales.
Conque
si algún fantasma recorre América Latina es ese microbio poderoso y bifronte
que ya se encuentra instalado en México, Centro, Suramérica y en El Caribe, y
que tiene la particularidad de que al mismo tiempo que se le combate, en una
doble moral, también se le alienta, protege y refugia desde adentro, creando
las condiciones para que se reproduzca al calor, indecisión o torpeza de los
mismos que dicen rechazarlo.
Y
a estas horas la verdad es que no hay poder a la vista que esté enfrentando con
éxito esta realidad. La oposición democrática del continente, desmembrada y
deprimida, incluida la venezolana, no está tomando las medidas necesarias para
revertir o detener esta situación. Los
esfuerzos que se miran son dispersos y están llenos de suspicacia para quien
observa a una dirigencia pulverizada por ambiciones personales y demás.
Mientras tanto la dictadura crece y la democracia es envilecida.
Leandro Area
leandro.area@gmail.com
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