domingo, 12 de enero de 2014

JOAQUÍN CHAFFARDET, CABELLO: "¿CUÁL DIÁLOGO, DIÁLOGO DE CÚPULAS?, NO LO QUEREMOS"

“No me reúno con fascistas vende patria, me reúno con el pueblo en la calle"


Me apropio del titular que El Universal dio a su reseña del discurso del troglodita que encabeza la bancada de Ali Baba en la Asamblea Nazional. Debo decir que por primera vez me solidarizo con un chavista. La médula de la posición de Cabello, que comparto plenamente es ¿Cuál diálogo? Que podríamos completar con otra interrogante ¿Cuál reconciliación?  Estoy consciente de que algún come-flores, amigo o no, me repudiará y dirá que tengo el alma tan peluda como el pecho de KingKong.

Casi todos los dirigentes de la oposición o de los factores políticos representados en la MUD tienen 15 años llamando al régimen al diálogo y el régimen ha sido muy claro en su respuesta: ¡No lo queremos!, tal como ha dicho Cabello, en medio de su arrogancia, siguiendo la línea que Chávez trazó hace 15 años. Pero estos amigos a quienes llamo come-flores insisten en solicitarle “diálogo” a una pandilla que los califica de fascistas, vende patrias y enemigos  del “pueblo” que la Robolución aspira pulverizar y desaparecer del mapa político.

Además de pedirle al régimen, casi por favor, el “diálogo”, nos dicen que el mismo tiene como meta final “la reconciliación”. Ese desespero por el diálogo y la búsqueda de esa supuesta reconciliación, me recuerda al novio a quien la novia le ha “cortado las patas”, o viceversa, y que en medio de su despecho y su desconsuelo le pide desesperadamente hablar (dialogar) para ver si puede convencerla(o) de volver a empatarse (reconciliarse). Y la vida y centenares de boleros y tangos, en todas sus modalidades, dicen que casi todos los que intentan esa reconciliación fracasan. Más aún si la ruptura lleva 15 años, aunque exista un tango mentiroso y llorón que dice “…que 20 años no es nada…”, aserto que algunos come-flores se han tomado al pie de la letra y se proponen continuar, por lo menos los próximos cinco años, insistiendo en “dialogar” para alcanzar la añorada “reconciliación”.

Desdice mucho de su autoestima quien es rechazado sistemática y contundentemente en su solicitud de  “diálogo”, al insistir y volver a insistir, como novio “enguayabado” en “dialogar”.  Es penoso oír a algunos amigos que a los cuatro vientos declaran que si tienen que solicitar el diálogo mil veces, mil veces lo harán. Algunos de ellos han dicho que si tienen que reunirse con el mismísimo Satanás para lograr el “diálogo” están dispuestos a reunirse. A veces pienso que si siguen en esa línea su reunión con Satanás la tienen segura, porque no creo que quienes ven a su país desangrarse y derrumbarse, mientras esperan el anhelado “diálogo” y la soñada “reconciliación” con la pandilla que usurpa el poder, tengan acceso al reino de los cielos o siquiera al purgatorio.

No entiendo el “diálogo” y menos aún la “reconciliación” con quien amenaza con pulverizarme y desparecerme del mapa. No entiendo ni acepto la reconciliación con quienes han destruido la Nación. Quienes han destruido la Nación deben ser sentados en el banquillo de los acusados y ser juzgados por tribunales autónomos, independientes del poder político. Quienes se han enriquecido groseramente deben ser juzgados y sentenciados con severidad. Lo del “diálogo” y la “reconciliación” me huele a “borrón y cuenta nueva”. Borrón de las severas penas que se les deberían imponer, mientras las cuentas quedan como nuevas.

No entiendo que la oposición formal se apegue a unas reglas de juego diferentes a las del enemigo. Digo el enemigo porque es así como el régimen califica a quienes difieren de él. No entiendo que mientras el régimen sistemáticamente califica a la oposición como enemigo a pulverizar, la oposición insiste en “poner la otra mejilla” y proclamar que no, que el régimen es solamente su “adversario”. Debo reconocer que yo no he sido bendecido por Dios o la naturaleza con la inteligencia, la sabiduría, el equilibrio, la sensatez y la cordura de que pretenden hacer ostentación ciertos líderes y opinadores.  Seguramente esa es la razón por la que no entiendo que mientras el régimen no se apega a las reglas de juego establecidas en la constitución y somete a los venezolanos, estos dirigentes en cada una de sus declaraciones no dejan de remachar que todas sus acciones se encuentran dentro del sagrado marco de la Constitución (así con mayúsculas) y las leyes. Ese permanente afán de declararse fieles respetuosos de la constitución, que es innecesario por estar sobreentendido, le da una ventaja al régimen, que puede planificar sus acciones sabiendo que el enemigo nunca se embarcará en acciones no electorales, de cualquier naturaleza, que pongan en peligro el poder absoluto que detenta. 

La relación oposición – régimen es como si estuvieran dos equipos enfrentados en un juego de futbol. El equipo opositor juega de acuerdo a las reglas del futbol europeo, mientras que el régimen juega de acuerdo a las reglas del futbol americano: con cascos, protección en todo el cuerpo, con tacles, empujones, zancadillas y cabezazos  y se pasan el balón con la mano y no con los pies mientras los otros pendejos proclaman, cándidamente, que ellos así les den el coñazo que jode juegan y seguirán jugando de acuerdo a las reglas del futbol europeo: sin protección alguna, sin tocar el balón con la mano o siquiera rozar al “adversario”. Adicionalmente, los árbitros son a la vez jugadores del equipo del régimen. Y mientras veo a los súper adoradores de la letra de la constitución mantenerse en ese juego y con esas reglas, me viene a la mente la letra, no de la constitución, sino de un bolero que dice “…y pasarán más de mil años muchos, más…”  Y mientras esperamos el “diálogo” y la “reconciliación” el régimen comunista se solidificará y profundizará la represión y el control sobre la vida de los ciudadanos.

Finalmente, es muy fácil hablar de diálogo y reconciliación cuando no se ha sufrido la represión y los atropellos del régimen en carne propia. Esa especie de borrón y cuenta nueva dejaría a quienes sí lo han sufrido[1]nuevamente desasistidos en su derecho a exigir justicia. En lo personal, tras siete años de exilio, NUNCA dialogaré y menos aún me reconciliaré con ninguna persona, de ningún nivel, que de alguna manera haya apoyado a este régimen. No soy de los que creen en poner la otra mejilla para mostrar su cristiana “nobleza de espíritu”. Parafraseando a Cabello: “¿Cuál diálogo, cuál reconciliación? No los quiero”   

JOAQUIN F. CHAFFARDET
jchaffardet@gmail.com
@jchaffardet

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