TABANO INFORMA
El Ágora - 15-Ene-14 - Opinión
HÁGASE LA LUZ
por Héctor B. Trillo
Si me preguntan
cómo puede ser que durante todos estos años en los que desde distintos
profesionales vinculados al sector energético se ha venido anticipando que
entraríamos en una seria crisis, la verdad es que no tengo una respuesta.
Tengo sí muy presentes distintos hechos ocurridos a lo largo de estos 11 años,
que ponían sobre el tapete el problema.
Desde los cortes de electricidad en industrias e inclusive en los
aeropuertos, donde se apagaban los equipos de aire para reducir el consumo,
hasta los esfuerzos gubernamentales para descalificar las advertencias de los
ex secretarios de energía.
Finalmente, la ilusión se ha terminado. Dicen los que saben que las
tarifas de electricidad entre 2001 y hoy subieron, en el área de Capital y GBA,
algo así como un 68% (incluyendo las industriales), mientras que los costos de
distribución lo hicieron un 1.108%. No creo que quede mucho más para analizar.
El desastre ha sido provocado por un populismo desenfrenado. Y también, por qué
no, con la idea de que los subsidios podrían ser aumentados hasta el infinito
sin consecuencias.
Hace ya varios años que todos podemos ver y oír los avisos de Edesur y de
Edenor invitando a los usuarios a que ahorren energía ¿no es increíble? Las
empresas que venden energía les piden a sus clientes que usen la energía.
Es como si cualquiera de nosotros pusiera una zapatería y en la puerta un
cartelito pidiéndole a la gente que no compre zapatos.
Hace unos días, la empresa Edesur publicó una "solicitada" en la que
recordó a la población que estaba enfrentando la mayor demanda energética de la
historia. Esto, para cualquier empresa que intenta vender su producto,
sería una más que excelente noticia. Pero el sentido del aviso era muy otro. Se
trataba de un anticipo, un alerta. Una proverbial apertura de paraguas.
¿A qué se debe semejante absurdo? O mejor todavía: ¿a qué se debe que semejante
absurdo no moviera a la opinión pública a preguntarse por qué tamaña
contradicción?
Yo tampoco tengo una respuesta para esta última pregunta. Excepto tal vez
la de la negación freudiana. Aquello de no querer ver y en consecuencia
no ver.
En estos momentos, los cortes de electricidad provocan la ira de la población.
Y los funcionarios responden buscando culpables ¡Una vez más!
Se buscan culpables cuando los saqueos, se buscan culpables cuando el parque
Indoamericano, se buscan culpables cuando suben los precios, se buscan
culpables cuando se acaba el petróleo y sus derivados. ¡Se buscan culpables, no
soluciones! NI siquiera se buscan paliativos. Armar comités de emergencia,
intentar ayudar a los afectados. Llevarles vituallas para capear la situación.
"Contenerlos", como se dice ahora.
No. La discurseada oficial es siempre muy parecida: hay que encontrar a los
culpables, que siempre son los otros. El increíble ministro Kicillof llegó a
culpar a los usuarios por encender los aires acondicionados ¿Hay algo más
ridículo? Posiblemente siempre lo haya.
Porque lo cierto es que los mismos que llevaron a esta situación (De Vido,
Kicillof, Cameron) están, se supone, al frente de la búsqueda de soluciones.
¡Pero es que ellos fueron los que hicieron que el país en 12 años virtualmente
no haya tenido inversiones en la distribución de energía eléctrica!
Un detalle no menor es que el problema fundamental en materia de distribución
de energía, lo tenemos en Buenos Aires y alrededores. Si bien hay problemas,
no son de la misma magnitud en términos generales en el Interior
del país. Se sabe que en varias provincias el consumo de electricidad tiene
tarifas varias veces superiores a las de la región capitalina.
Naturalmente que uno debe preguntarse por qué en el Interior sí se ajustan las
tarifas y en la región metropolitana no. Y no dejar de observar que lo mismo
ocurre con el transporte público de pasajeros. Si bien acaba de conocerse un
ajuste del orden del 66% en el precio del boleto, lo cierto es que ha tenido y
seguirá teniendo un valor muy rezagado respecto de lo que cuesta en Córdoba o
en Rosario, por citar ejemplos.
Desde la abolición del federalismo con la reforma constitucional de 1994, la
Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores pasaron a ser sin ninguna duda el
territorio a conquistar electoralmente.
Extraigo lo que sigue de una nota publicada en el día de hoy por el
periodista Francisco Olivera en el diario La Nación: "Moreno
(Guillermo, el ex secretario de comercio) podría recordar, por ejemplo, el día
de noviembre de 2007 en que llamó a Endesa, controlante de Edesur, para
ordenar que Ernesto Badaracco, adjunto a la dirección del grupo, declinara la
presentación en el Coloquio de IDEA, en Mar del Plata, un trabajo del ITBA
(Instituto Técnico de Buenos Aires) sobre la situación energética. Endesa no
sólo cumplió, sino que lo explicó a los medios en un comunicado redactado en
las oficinas del Gobierno. El informe fue presentado igual. El ITBA aconsejó
aplicar precios competitivos, y el profesor Jorge Tersoglio, reemplazante de
Badaracco en el panel, (reclamaba) poner orden en la oferta y la
demanda".
Desde el ya lejano 2007 que recuerda Olivera, han pasado 6 años. Con una
inflación promedio del 25% aproximadamente y sin que se hubieran retocado las
tarifas, salvo aquel casi delirante intento de quitar subsidios "por
barrios" según el poder adquisitivo, o el "renunciamiento", de
parte de quienes quisieran hacerlo, de tales subsidios; hecho acaecido a fines
de 2011 y que iba a continuar con notas enviadas a los usuarios para que
transmitieran una serie de datos privados y manifestaran su voluntad de seguir
o no subsidiados, poniéndose de tal modo a merced de investigaciones o, tal
vez, a la consideración de los funcionarios que tuvieran acceso a esa
información privada.
A esto habría que agregar que ya en el año 2003, el entonces vicepresidente
Scioli dijo públicamente que era necesario ir ajustando las tarifas de los
servicios para evitar un desfasaje que redundaría en problemas mucho mayores.
Eso le sirvió para que el entonces presidente Kirchner lo confinara al
ostracismo, desplazando incluso a la gente de Scioli en el área de Turismo, que
venía de la gestión anterior y que tenía como base el conocimiento del propio
vicepresidente por su anterior paso por la motonáutica.
Hoy por hoy el clamor es el de que todo se arregle lo antes posible. La
angustia es generalizada. Lo que están afectados por los cortes, sufren. Y los
que no están afectados, también sufren pensando que en cualquier momento les
toca a ellos.
La gente reacciona como puede. Cortar calles se ha convertido en el método de
protesta aún para quienes reclaman todos los días para que las autoridades
hagan algo e impidan tales cortes. La ilegalidad se ha enseñoreado
prácticamente en todos los órdenes, desde las Saladitas hasta los cortes de
calles, desde la usurpación de propiedades públicas o privadas, hasta la presencia
de gente enmascarada y con machetes en manifestaciones.
Ver la fotografía del ministro De Vido y el jefe de gabinete Capitanich
inaugurando un centro de atención de reclamos telefónicos por falta de luz es
una broma de mal gusto. Un cuadro de una película de Fellini. Estos
funcionarios se han pasado los últimos días contestando a las críticas
periodísticas en lugar de atender o hacer atender a los damnificados. Acá
hay una emergencia que va más allá incluso del discurso político, de la
búsqueda de culpables, de los reproches al periodismo. Acá hay que ayudar a los
que sufren, señores. Hay que ocuparse de eso y no de salir en televisión
levantando el dedo acusador y amenazando con "estatizaciones" que no
harán otra cosa que cambiar apenas el formato, dado que las empresas
nombradas tienen en su directorio a funcionarios del Estado que han aprobado su
gestión todos estos años.
Si el ex secretario Moreno se hubiera preocupado por acercar propuestas de
solución en el año 2007, tal vez algo se habría hecho. Pero no, tal como ahora
estos funcionarios, estaba más preocupado en que no se difundiera el informe
del ITBA, que dicho sea de paso es una de las instituciones más serias de
América toda.
Finalmente, como no podía ser de otra manera se han echado las culpas a las
empresas, que es lo mismo que ha ocurrido con YPF, con Aguas Argentinas, con
las empresas de telefonía celular, con los concesionarios del sistema
ferroviario. El camino de echar culpas ha tenido un cierto eco en la población
y por lo tanto, como es lógico, es utilizado por la política como válvula de
escape.
Pero la realidad es muy obcecada y no se resuelve tan simplemente. Durante
muchos años las empresas de servicios públicos en manos del Estado hicieron
inviable la prestación de tales servicios. Desde el agua hasta el gas, desde la
luz hasta la telefonía. La gente más joven tal vez lo ignora, porque
además en las escuelas se le oculta bastante la historia reciente, no sé bien
por qué motivo, pero lo imagino. Precisamente las concesiones sirvieron
para que llegaran inversiones y se diera un giro de 180 grados en materia
tecnológica. Sin llegar a decir de mi parte que lo que se hizo fuera
maravilloso y sin errores o trapisondas, lo cierto es que en mi modo de ver a
fines de los 80 era imposible mantener aquellas empresas públicas si el nuevo
gobierno pretendía cumplir su mandato. Mientras duró la estabilidad monetaria
la cosa funcionó, con algunos problemas, claro está. Pero funcionó, a tal punto
que, en materia de energía eléctrica, dejaron de usarse elevadores y
estabilizadores de voltaje, la luz llegaba a los hogares con los 220
voltios regulares, y se terminó el cableado cruzado entre medidores, los cortes
programados, las subas y bajas de tensión y los ruidos y humaredas de cientos
de generadores en el centro de Buenos Aires. En poco más de dos años, se habían
superado todos los problemas que derivaban de años de desidia estatal en la
cuestión. Cuando se rompió la estabilidad económica, los contratos de concesión
quedaron suspendidos y así están todavía ahora, 11 o 12 años después. Cuesta
entender que alguien pudiera esperar otra cosa. Y cuesta entender que no se
hubiera hecho nada en serio para corregir el problema.
Quiero ser muy claro: en esta querida Argentina hubo que concesionar (no
"privatizar" como suele decirse de manera incorrecta y en muchos
casos adrede) todo aquello que en los años 40 había sido estatizado. Eso mismo
que ahora se pretende volver a estatizar para solucionar el problema. Y lo más
extraordinario es que en todos los casos estos cambios fueron llevados adelante
por el peronismo.
Ahora la suerte está echada. Sólo cabe rezar para que llueva y baje la
temperatura. Y luego rezar para que no vuelva a subir. Y finalmente
ver cómo sigue la película con la triste historia de pretender que se paguen
tarifas ridículas por un servicio costoso y que, como es lógico, requiere
constantes renovaciones y mejoras.
El título que le di a este comentario me surgió como una consecuencia de una
situación general que considero dramática. "Hágase la luz", como
sabemos, es una expresión de origen religioso, atribuida a Dios cuando sacó al
mundo de las tinieblas. Y yo pensé que esa expresión es aplicable a todos
nosotros, y no solamente en el hecho físico de tener lámparas que alumbren
nuestras noches, sino que también se iluminen nuestras ideas, nuestra
inteligencia, nuestra observación de la realidad por encima de los discursos y
de las críticas, de unos y de otros. De todos. Hágase la luz, pues.
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