El egocentrismo de Hugo Chávez le hizo
concebir un proyecto internacional absolutamente desproporcionado para la
capacidad de un país como Venezuela: una potencia media de la América Latina.
Imaginarse, igual que lo hizo la Cuba fidelista en 1959, de que Venezuela tenía
suficientes posibilidades para expandir
el mal llamado socialismo del siglo XXI a la América y al mundo tenía que
conducir a nuestro país al inmenso fracaso que mostró la última reunión en
Caracas del Alba y de Petro-Caribe.
Un proyecto que se basaba en el carisma de
Hugo Chávez, en los dólares petroleros y en unas ideas pasadas de moda y que
fueron la causa de una de las mayores tragedias de la humanidad: la dictadura
Stalinista, no podía tener destino. Lo más doloroso fue que sin querer nos
transformamos en instrumento de los intereses regionales brasileños.
En otros artículos me he referido a la
forma irresponsable en que Hugo Chávez, al pensar equivocadamente en alianzas
ideológicas más que en los intereses nacionales venezolanos, rompió de manera
criminal todos los equilibrios geopolíticos que la democracia civil había
construido para lograr preservar un continente latinoamericano sin ningún
predominio hegemónico. La inexplicable liquidación del Grupo de los Tres, que a
su vez comprometió definitivamente el Pacto de San José con sus ventajosos
acuerdos petroleros; la separación de Venezuela de la Comunidad Andina de
Naciones, que permitió se transformara en un Grupo de países con importantes
acuerdos con el Pacífico, para orientar nuestro esfuerzo en ingresar al
MERCOSUR y transformarnos en un mercado natural para sus productos de
exportación, es una nueva muestra de ese gran fracaso.
Lo más sorprendente ha sido su total
incapacidad como proyecto político de realmente lograr impactar el proceso
histórico latinoamericano. Si algo hay que reconocer a la Revolución Cubana es
que su presencia, en la década de los sesenta, logró modificar, a mi criterio
para mal, la historia latinoamericana. La mal llamada Revolución Bolivariana ya
empezó a desvanecerse como recuerdo, sin haber logrado influir mayormente en el
destino latinoamericano. Ciertamente, que su apoyo financiero ayudó al arribo
al poder de Morales y de Correa, y al retorno de Ortega, pero a partir de allí,
los fracasos van dejando una estela de ineptitud que no creo va a ser
modificada durante las numerosas convocatorias a elecciones populares en
nuestro continente. Sencillamente, lo que debe quedar claro es que el culto a
la personalidad nunca ha dado buenos resultados…
Imaginarse, que una figura de menor
carisma, como la de Nicolás Maduro, va a lograr liderar el proceso Bolivariano
para imponerlo en la América Latina son sueños trasnochados. La imposibilidad
de reelección de Cristina Kirchner aleja
totalmente la posibilidad de lograr que el
Socialismo del Siglo XXI pueda influir en el Cono Sur. Allí, el peso ideológico de José
Mujica, y la seriedad de las presidentes Rousseff y Bachelet, no se prestarán
para esas aventuras. Si vemos hacia los Andes, observamos como la cuña
colombiana se fortalece ante el crecimiento del partido y del prestigio personal
de Álvaro Uribe. Si miramos hacia Centro América y el Caribe observamos que la
fortaleza económica de México, con su apertura petrolera, empieza a transformar
a dicho país en la potencia dominante. El Chavismo, sencillamente, se
desmorona…
fochoaantich@gmail.com
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