La
noticia parece originada en algún viejo capítulo de la "Guerra Fría".
No es así. Es actual. Dos enormes bombarderos supersónicos rusos, de última
generación (los Tupolev 160) surcaron el cielo colombiano, sin autorización.
Capaces
de llevar una docena de bombas nucleares, esos aviones -de perfiles elegantes-
se conocen en Rusia como los “Cisnes Blancos”. Los técnicos de la OTAN los
llaman, en cambio, los “Black Jack”.
Las
violaciones del espacio aéreo colombiano se produjeron primero en un viaje de
esos aviones entre Caracas y Managua el 28 de octubre pasado y se reiteraron el
1° de noviembre, en su viaje de regreso a Caracas.
Durante
el retorno, los aviones fueron interceptados por los radares colombianos y
aparentemente hicieron un desvío. Después de detectados, dos cazas colombianos
acompañaron a los incursores rusos hasta que éstos finalmente salieron del
espacio aéreo colombiano.
El
episodio es inédito, desde que ocurre por vez primera en Colombia. Los aviones
rusos protagonizan con alguna frecuencia este mismo tipo de problemas en el
espacio. Recientemente, en Noruega y en Japón. Los Tupolev 160 -para peor-
apagaron sus “transponders”, utilizando la misma técnica que los
narcotraficantes cuando éstos procuran no ser detectados. Increíble.
Desde
el punto de vista geopolítico, Rusia pareciera estar “de regreso” en América
Latina, región que de alguna manera había abandonado desde 1991, cuando el
colapso de la Unión Soviética.
Una
razón de lo sucedido puede ser el aumento de las importantes ventas militares
rusas a la región, donde Venezuela ha gastado billones de dólares en adquirir
armas rusas. Nicaragua, por su parte, acaba de comprar dos lanchas
lanza-misiles a Rusia, así como cuatro patrulleras.
Para
otros, la repentina aparición militar rusa tiene que ver con la tirantez
existente entre Colombia y Nicaragua tras el fallo de la Corte Internacional de
Justicia referido a la jurisdicción marítima entre Colombia y Nicaragua en el
Mar Caribe, en el que Nicaragua parece haber llevado la mejor parte.
En
ese fallo, la Corte reconoció la soberanía colombiana sobre el Archipiélago de
San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Pero estableció nuevos límites
marítimos. Colombia se negó a aplicarlo hasta que se negocie -y firme- un
tratado binacional entre ambos países.
En
ese escenario, Rusia se ha posicionado cerca de sus aliados estratégicos:
Venezuela y Nicaragua. Quizás precisamente por esto, además del incidente
aludido, un Almirante ruso, Vladimir Ruban, se animó a declarar públicamente
que “si es necesario vamos a apoyar a Nicaragua y existe decesión política en
ese sentido”. Los rusos, de esta manera, devuelven el apoyo político recibido
con anterioridad de Venezuela y Nicaragua, países que han reconocido la
independencia de dos “enclaves” rusos, Abjazia y Osetia del Sur. En soledad,
sin embargo.
El
incidente es también una suerte de señal de cómo Rusia interpreta la nueva
distribución del poder en el mundo. Hace 20 años, Rusia se retiraba de América
Latina, donde en rigor tenía un solo amigo: Cuba. Hoy sabe que tiene a todos
los países “bolivarianos” dispuestos a ser sus aliados estratégicos.
Las
academias militares rusas han vuelto a abrirse para los oficiales
nicaragüenses, incluyendo la instalación de un centro regional de entrenamiento
para la lucha anti-drogas, en Nicaragua, en curso de construcción. También la
suscripción, entre ambos países, de un acuerdo militar de cooperación, en el
plano de la seguridad.
Una
tercera hipótesis sugiere que, en rigor, estamos ante una repentina
“declaración de interés” rusa en Nicaragua, que tiene que ver con la decisión
de Daniel Ortega de construir en su país un canal alternativo al Canal de
Panamá, que se transformaría en una segunda opción del comercio inter-oceánico.
Rusia estaría ofreciendo su capacidad tecnológica y de construcción respecto de
ese proyecto. Hablamos de una iniciativa que Daniel Ortega entregó “a dedo” a
un joven empresario chino. De un proyecto gigantesco, de más de 40 billones de
dólares. Pero si los rusos miran lo que sucede en Venezuela, seguramente
dudarán. Económicamente, el país es un caos. Y Nicaragua -en otra escala- no es
muy diferente. Más chico, pero igual de equivocado y discrecional.
Cualquiera
sea la motivación rusa, la doble invasión del espacio aéreo colombiano es
-desde luego- condenable y supone una ingerencia tan provocativa, como
inaceptable. Por esto las protestas, de tono prudente, que Colombia está
formulando a Rusia.
Sería
una pena que nuestra región se convierta de pronto en uno de los escenarios del
nuevo forcejeo por el poder entre los Estados Unidos y Rusia. La ingerencia
rusa no ayuda. Complica.
Emilio
J. Cárdenas
Ex
Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
http://www.eldiarioexterior.com/rusia-reaparece-en-el-escenario-43168.htm
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