martes, 2 de julio de 2013

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, CONTRA VIENTO Y MAREA

La esencia de la democracia se fundamenta en la libertad que tiene el ciudadano por sus preferencias políticas.

Venezuela está lista para pasar la página, el momento llegó de concentrarnos en los problemas a resolver, la seguridad personal, la educación, la salud y el trabajo son las verdaderas inquietudes de las clases populares y medias del país, que angustian por igual a jóvenes, ancianos y a hombres y mujeres adultos.
El país sabe que necesita una economía solvente, donde los ingresos superen la deuda, para solventar el déficit presupuestario. Está consciente que necesita seguridad jurídica y respeto a las leyes, sin ello jamás habrá inversión privada ni extranjera. Nadie coloca su dinero en un país donde todo puede ser confiscado, robado o expropiado en completa impunidad.

Desea liberarse de la corrupción y de la “regaladera”. No soporta al estado invasor, nadie le pidió su opinión, nunca votó para convertirse en una provincia de la Habana y parte del proyecto del gobierno de los hermanos Castro.
Ninguna de estas cosas puede esperar, hay que detener el proceso de deterioro antes de que sea irreversible. Lo que comenzó con un asalto a las instituciones del Estado, continuó con la destrucción de PDVSA, las Empresas de Guayana, con la electricidad, con las tierras y la producción de alimentos.
Ya controlan todas las televisoras ahora vienen por la Universidad, el objetivo tener el control de las tribunas del pensamiento, para poder mantenerse en el gobierno contra viento y marea.
Cuando el poder siente la necesidad de ese control para subsistir, sabe en lo más profundo de su corazón que ya no cuenta con el afecto popular, la decepción en la que se encuentra sumido el pueblo venezolano y la rabia latente que se palpa, la auguran una pronta salida del poder.
El estado de urgencia en que vivimos, nos obliga partir en excursión diariamente para conseguir productos de primera necesidad, ello nos sitúa en un nivel de país de “cuarto mundo”, al que nos condujeron unos traidores irresponsables.
Mientras a nuestro alrededor los países se preocupan prioritariamente por el bienestar de su pueblo, por generar desarrollo, paz y libertad, quedándoles tiempo para la protección del medio ambiente, producción de energías alternas, para fomentar las relaciones con aquellos países que aporten nuevos mercados y acuerdos de cooperación.
Aquí apenas podemos intentar resolver la carencia de productos tan banales como el pollo y el papel higiénico. Sin insistir sobre la dudosa moralidad de la mayoría de los socios internacionales con los que se ha rodeado este régimen desde hace 14 años.
La alternativa democrática está preparada con un programa de consenso, que debe ser manejado con sentido común, con sensatez, con amplitud y mucho patriotismo.
Deberá tener como prioridad reunir de nuevo a los venezolanos en un solo país. Hará un llamado a la diáspora y a los capitales que se fueron para que regresen, se integren y colaboren con el renacimiento de nuestra Nación.
Tendrá que recuperar su imagen internacional, discriminar entre sus verdaderos socios comerciales y la cantidad de países-chulos que lo exprimen. Liberarse de esas alianzas con elementos autoritarios, dictadores y movimientos extremistas que atentan contra la paz mundial.
Casi hemos perdido la patria, se dejó en manos de un egocéntrico iluminado que no tenía idea de cómo se gobierna, él se puso en manos de intereses foráneos que lo llevaron a la muerte, esa muerte no fue solo la suya física, comenzó con la ausencia y perdida de nuestra libertad, con el incumplimiento de la defensa de los intereses patrios, con la lenta destrucción de nuestras Fuerzas Armadas, fomentando la corrupción con la cual extorsionar responsables.
Siguió con la ruina económica del país, a fin de someter al pueblo a través de la dependencia y de sus necesidades.
Ese hombre sin visión de estadista, que manejó el país como una bodega y que despreció el estado de derecho, permitió al final que Fidel y Raúl continúen con el control de las decisiones políticas venezolanas. A través de un interpuesto, dispuesto a decir sí a todo, a cambio de compartir junto a “la primera combatiente”, las mieles que le brinda el cargo ilegitimo que ejerce.
La inmensa cantidad de dólares que ha recibido este régimen se volvieron sal y agua, el Mussolini tropical dispuso de las riquezas petroleras como su portamonedas, dilapidó todo sin inquietarse en lo más mínimo por generar riquezas o estabilidad futura, terminando por sacrificar la independencia económica de Venezuela, en aras de su permanencia en el poder.
Su gestión es la causa de lo que hoy vivimos, los 200.000 homicidios, la grave escasez de alimentos, la falta de planificación, el estado lamentable de las cárceles venezolanas, la ruina de las empresas del Estado, la corrupción que nos coloca como el décimo país más corrupto del mundo, la impunidad, la más alta inflación del continente, el aumento desmedido de la burocracia, es el balance que pretende continuar y aumentar Maduro.
Es imperativo un cambio de rumbo, es necesario acabar con la polarización dentro del país, así no podemos avanzar, la democracia implica aceptar los contrarios, la oposición no es el enemigo, el gobierno no es un cuartel, ni el país un campo de batalla.
No estamos en guerra contra nosotros mismos, ese mensaje ya no tiene cabida en pleno siglo XXI, hay que acabar con el abuso y la arbitrariedad, devolver el acceso a la información a los medios, respetar la propiedad privada y fomentar empleo, paz y seguridad.
El país no puede manejarse con una imitación de mala calidad, sin preparación, con slogans, sin visión de futuro. La alternativa no puede ser entre cubanización o corrupción.
No queremos de un régimen que requiere de nuestros ingresos para que sobreviva el régimen cubano. El pueblo venezolano nunca quiso vivir como ellos.
Al callejón sin salida en el que se ha metido el Gobierno, tenemos que abrirla su salida. Esa responsabilidad nos compete a todos los venezolanos, no hay vuelta atrás.
Tenemos que acabar con la improvisación, con el amiguismo y la partidocracia, debemos llamar al profesional en su área, al trabajador que es el elemento básico para que exista producción, al empresario para que invierta, al estudiante para que se prepare a tomar las riendas del futuro.
Cada quien a poner de su parte, para conseguir “contra viento y marea” ese país con el que tanto sonamos.
nelsoncastellano@hotmail.com
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CIPRIANO HEREDIA S., ¿PATRIA, SOCIALISMO O PAPEL TUALÉ?

Hace unos días el canciller y reconocido filósofo Elías Jaua, sacudía al país entero con una aguda pregunta que solo una mente privilegiada puede concebir: ¿ustedes quieren patria o papel tualé?  A lo cual inmediatamente añadió con sapiencia propia de un ducho encapuchado de cultura universal: "un problema puntual de abastecimiento no puede medirse con un valor supremo como es tener patria, la patria no se mide en un supermercado"... Uuuffffff. Densidad intelectual pura y dura.

La verdad es que el Sr. Jaua me estremeció la conciencia. Jamás me había planteado semejante dilema: ¿tener patria o papel tualé? ¡Guao! En realidad me senté a pensarlo por un buen rato. No es fácil dar respuesta a un reto mental y moral como ese. Nada más y nada menos que tener que escoger entre Venezuela, sus símbolos, su historia, mi identidad y mi nacionalidad por un lado, y un bien tan necesario y básico como el papel tualé, un artículo simplemente indispensable para llevar una vida medianamente civilizada.

No obstante, me encontraba en plena meditación profunda e inmerso en severas disquisiciones éticas, cuando de repente surgió una reflexión elemental en mi cabeza: 

¿Por qué los venezolanos debemos asumir como válida semejante dicotomía? 

¿No es posible tener patria y papel tualé a la vez? 

¿Será este, acaso, uno de los dilemas existenciales que plantea una doctrina tan de avanzada como el "socialismo del s. XXI"? 

¿No será, más bien, que el verdadero dilema es entre el modelo socialista, intervencionista, controlador, anacrónico y fracasado por un lado, y el papel tualé, la harina de maíz precocida, la leche, el café y las toallas sanitarias por el otro? 

Porque la respuesta a ese dilema sí que la tengo clarita: entre el socialismo de este Gobierno y el papel tualé, me quedo con este último sin pensarlo dos veces, y hemos llegado al punto en que debemos ir escogiendo, porque se va haciendo palpable que ambas cosas se excluyen mutuamente.

Tras estas reflexiones básicas que han puesto orden en mi cerebro y traído serenidad a mi conciencia, no puedo dejar de pensar en que este Gobierno nos tiene además padeciendo la inflación más alta del Continente, que el nivel de desabastecimiento tiene meses por encima del 20%, que la productividad está en el piso tras la expropiación de mil empresas y la confiscación de 4 millones de hectáreas en el campo, que el año pasado importamos bienes por más de 50 mil millones de dólares, y que dependemos del petróleo más que nunca, todo lo cual nos tiene hundidos en una grave crisis económica.

Por todo ello, yo le devolvería la pregunta al Sr. Jaua en estos términos: ¿debemos nosotros someternos a su falso dilema, o será que ustedes desde el Gobierno han hecho con la patria lo que todo el mundo normalmente hace con el papel tualé?

No hace falta que responda Canciller. Los venezolanos sabemos de sobra la respuesta y, aunque a Ud. le moleste, una parte de ella sí se mide y se refleja en los supermercados.

Diputado al Consejo Legislativo de Miranda y Sub Sec. Gral. de ABP

cipriano.heredia@gmail.com
@CiprianoHeredia

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EDDIE A. RAMÍREZ S., PETRÓLEO: ASIGNATURA PENDIENTE

El petróleo pareciera ser insignificante para los venezolanos. No nos preocupamos por investigar el estado actual de nuestra principal industria, ni  por analizar la política petrolera del pasado y tampoco demostramos interés en discutir el futuro de los hidrocarburos. Quizá pensamos que el producto que nos genera el 96% de las divisas no requiere inversiones, tecnología  y recursos humanos calificados para producirlo y que  lo tendremos disponible por los siglos venideros.


Craso error. Deberíamos estar ocupados en investigar y denunciar el por qué del estancamiento  de la exploración, las causas de la declinación de la producción y del daño a los yacimientos,  el mal estado de las refinerías,  los frecuentes accidentes y la corrupción  en Pdvsa. Como ciudadanos debemos pedir cuentas a Rafael Ramírez y a su equipo y sentar responsabilidades. En este sentido Gente del Petróleo exige a la Contraloría y a la Fiscalía que den respuestas a nuestras denuncias.


Con respecto al pasado, debemos discutir la política de restricción de  la producción que fue apoyada  con el  argumento de evitar la caída de los precios. Cuando se fundó la Opep, en 1960, sus cinco fundadores producían algo menos de diez millones de barriles diarios. Hoy esos mismos países, Irán, Irak, Kuwait, Arabia Saudita y Venezuela producen  un total de veintiun millones de barriles por día. Lamentablemente, todo ese aumento lo aprovecharon los primeros cuatro citados, mientras que Venezuela sigue con los mismos 2.800.000 barriles por día. Estos datos evidencian que fuimos los perdedores.


En los primeros años el argumento para no incrementar producción fue que el petróleo era un recurso escaso que había que preservar para las generaciones futuras. Cuando se evidenció que teníamos grandes reservas, los gobiernos de turno restringieron las inversiones de Pdvsa para poder atender las necesidades fiscales. La apertura petrolera fue una estrategia acertada para lograr inversión extranjera y tecnología, siempre con el debido control del Estado aunque las empresas privadas tuviesen mayoría accionaria. Los que  cuestionaron esa apertura, que incluía a la Exxon y Conoco-Phillips, hoy se asocian con Cupet de Cuba y otras empresas que no aportan inversión, ni tecnología y mucho menos recursos humanos.

El futuro debe discutirse. Pensamos que Pdvsa es recuperable, pero redimensionada y, debido a su deterioro,   el crecimiento de la producción tendrá que ser a  través de las empresas mixtas. Pareciera  conveniente colocar en el mercado un 10-20 % de sus acciones, aunque algunos predican que  cada venezolano debe ser propietario. Gente del Petróleo y algunas personalidades han realizado propuestas interesantes, pero  no es asunto solo de petroleros, sino también de los políticos y de ciudadanos como usted amigo lector y de quien esto escribe que no somos expertos en el tema pero que estamos conscientes de la necesidad de una amplia discusión.

Como en botica: Bravo por María Corina y su contundente respuesta a la violación de su privacidad. En el futuro habrá que demandar a quienes han violado  las leyes. “Huracán sobre el Caribe”, excelente libro de Américo Martín sobre los cambios en Cuba.   ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA, ¿NO LES BASTÓ CON LA ESTULTICIA DEL 24?, SESQUIPEDALIA


Parece que no se conformaron con la extravagancia chocarrera del 24 de junio, en lo que se suponía una rendición de honores a quienes en el año 21 nos dieron la libertad en ese campo, pero que devino en pachotada con malandros en moto y franelas partidistas, con profusión de banderolas y alabanzas que buscaban darle legitimidad a Por Ahora arropándolo con un muerto, y con un alto oficial haciendo descarada propaganda partidista encaramado en la torreta de un tanque.  

Este último solo se diferenciaba de los primeros, en que aquellos llevaban las consignas por escrito es sus camisetas y este las vociferaba en cadena nacional a sabiendas de que estaba cometiendo una felonía al desoír voluntariamente lo que pauta el Art. 328 de la Constitución: que la Fuerza Armada Nacional es una institución “sin militancia política” que “en el cumplimiento de sus funciones está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”.

Razón tiene Chúo Torrealba al comparar a esos altos mandos con los malandros que desde las escaleras que conducen al cerro despojan de sus pertenencias a los que transitan por ellas: unos y otros actúan basados en que tienen la  fuerza y a sabiendas de que nada les va a pasar por esos delitos.  O, por lo menos, eso creen; porque saben que el Ministerio Impúdico y el Tribunal de la Suprema Injusticia se hacen los locos con esos desmanes… Razón también tenía Pascal al aseverar aquello de que “la fuerza, sin el freno del derecho, es despótica”.

Pero, repito, pareciera que al régimen y sus comparsas no les fue suficiente con ese “acto”.  Que llenó de vergüenza a quienes portan, y portamos alguna vez, uniformes con la certeza de que solo mediante la recta institucionalidad de sus integrantes es que la institución armada puede ser garantía de verdadera patria.  Por las muestras que dieron el domingo durante las ceremonias de ascensos a grados medianos del escalafón, ya se puede suponer qué es lo que devendrá durante la ceremonia de ascenso a generales y almirantes, y el desfile del cinco de julio.  Inicialmente, había escrito “el Día de la Independencia”, pero lo borré porque ya la perdimos, ofrendada por el comandante dizque “eterno” y sus sigüíes —con la complicidad de los altos mandos— a sus amados Fidel y Raúl…

Si ya el tal MinPoPoDef, en uno de los actos del domingo, tuvo la avilantez de afirmar que el deber de la FAN es “mantener incólume la lealtad a la revolución", ¿qué otra afrenta al honor militar no cometerá en los actos por venir?  Los galones de almirante en jefe les quedan grandes a ese que no parece oficial sino operador político.  Los oficiales de la Armada deben estar tragando muy grueso al ver que, en 200 años de historia naval venezolana, la única persona que porta (“detenta”, sería mejor verbo) ese grado no es un marino sino un infante que marea abordo.  

Pero, ¡bueno!, este es el país donde Dios le dio cachos al burro…

Y el Ilegítimo, no se quedó atrás, demostrando por qué todo el mundo lo conoce como Inmaduro.  Adornado (o eso cree él) con una boina roja —si al difunto le gustaba más un micrófono que una mujer desnuda, a este le gusta más un cubre-cabeza que una ídem—, tuvo la osadía de auspiciar   "…una Fuerza Armada antiimperialista, socialista, (…) y profundamente chavista”.  Y lo remachó “Cuando decimos que tenemos una FANB profundamente chavista” y blablablá…

A los militares de pundonor —que deben abundar, pero que se han visto obligados a mantenerse desenfilados— esas arengas les resbalan.  O, cuando mucho los hacen surgir soflamas en la cara.  Pero a los otros, los asustadizos, hay que recordarles la forma sacramental por la cual se juramentaron como oficiales: “Prometéis a Dios y a la República, en presencia de la bandera, defender la Patria y sus instituciones…”  Por ninguna parte aparecía: “el partido de gobierno y sus malhechores”.

Remato, “fusilando” una vez más a un amigo a quien reconozco muchos méritos en defensa de lo correcto, Luis Betancourt Oteiza: “Queremos pensar que nuestros generales y almirantes son más fanáticos que bandidos; más convencidos que corruptos. No puede haber otra explicación para una traición tan deleznable por evidente; tienen que explicar a sus mujeres e hijos que lo que hacen es por un ideal y no por un beneficio. Lo contrario sería denostar de su condición de soldados y confesar su ruindad personal. Pero ¿y si no es así? ¿Y si actúan movidos por miedo? ¿Por el miedo a perder sus posiciones y favores inherentes? ¿Por no ser tomados como fieles serviles al mandón? ¿Qué cuerpo de generales y almirantes tenemos en nuestras FAN?”

Yo creo que son más lo segundo que lo primero, don Luis…

hacheseijaspe@gmail.com

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ALONSO MOLEIRO, PERIODISMO, LITERATURA Y OPINIÓN PÚBLICA

Evitar pronunciarse sobre los temas de fondo, cultivar una relación aproximadamente neutra con todas las fuentes, mimetizarse en el fragor de la calle, ganarse la confianza de los jerarcas del poder para aproximarse a sus dominios, hacer de la equidistancia una norma de vida. 

Tomar nota de las posturas apasionadas y de los personajes díscolos, con la pasión de un retratista, con el objeto de obtener los insumos para poder materializar los más completos perfiles y las más ambiciosas crónicas.

Es un modus operandi muy extendido, y absolutamente legítimo, de algunos de los grandes reporteros del mundo entero. 

Disolverse como una granada fragmentaria silenciosa entre los rugidos de las multitudes; cavar, lo más hondo que lo permitan las circunstancias, para obtener una muestra condensada y fidedigna de la comprensión de los procesos.

Digo que es “absolutamente legítimo”, porque no deja de ser esta una opción personal. Varios de los estamentos más populares y estructurantes del ejercicio del periodismo están comprometidos con la pasión por describir. Adulterar los contenidos de un reportaje con adjetivos descolocados y aproximaciones con sesgo constituye uno de los caminos más conspicuos para degollar una nota.

En muchas sociedades y contextos puede ser procedente convertirse en una especie de llave maestra; cultivar relaciones con universos antagónicos y priorizar, a continuación, la depuración de la técnica y el desarrollo adecuado de la pluma para completar las mejores entregas.

El baremo que intento describir comienza a modificarse cuando el ejercicio del periodismo ingresa en los dominios del estrepitoso y contradictorio universo de la opinión pública. Se trata de dos criterios pertenecientes al mismo ámbito, habitualmente percibidos como las piezas de una misma estructura, pero inequívocamente separados por los contenidos de fondo: los vericuetos de la interpretación y el impacto de los contenidos.

Nadie debe engañarse: ni el alma más deseosa de ausencia, ni espíritu más ubicuo, enfundado en la pluma más talentosa, podrá evitar que las implicaciones sus trabajos levanten las ronchas correspondientes. Si el periodista de marras no quiere hacerlo, presumiblemente porque “no le corresponde hacer juicios de valor”, pues peor para él: otros se tomarán la molestia de hacerlo en su nombre. Una batería de programas de radio y televisión, un ejército de analistas y un muy calificado team de funcionarios perjudicados vestirán al muñeco con todos los calificativos que, hasta entonces, estaba procurando evadir.

La opinión pública, el otro gran torrente del universo de la información —ese que cierto periodismo literario suele soslayar— se encargará de empaquetar, clasificar y etiquetar el más virtuoso de los ejercicios literarios en los antipáticos dominios de la política.

Es una verdad que cobra relevancia muy especial en un país como el nuestro. Hace unos meses, prevalido de la ventaja natural que le otorgaba ser extranjero, Jon Lee Anderson, uno de los reporteros más completo del mundo, publicó una muy comentada crónica sobre la vida que llevaban, apiñados, varios centenares de personas en la tristemente célebre “Torre de David”, acá en Caracas. Anderson concretó una nota magistral en la cual describe la vida cotidiana de personas de índole diversa: vecinos y refugiados; colectivos urbanos simpatizantes del gobierno y elementos vinculados al mundo del delito. Un caleidoscopio muy ajustado que le podría servir a cualquiera sobre la verdadera naturaleza del país que tenemos, nuestros desajustes sociales, e incluso los valores e intenciones de parte de nuestro estamento gobernante

El trabajo que terminó apareciendo en el New Yorker fue el resultado de una paciente secuencia de visitas y conversaciones con venezolanos ubicados en todos los estratos y posiciones posibles, y de un adecuado lobby para intentar granjearse la confianza de algunos elementos del alto gobierno y el chavismo radical. Bastó que saliera a la luz para que un coro de voces indignadas dolientes del gobierno, que siempre lo trataron con cierta indiferencia, lo vilipendiaran con todos los epítetos posibles. Anderson, seguramente acostumbrado a estos lances, salió del brete con bastante solvencia.

El sistema de códigos que comprende el ejercicio de la información está integrado por palabras, las cuales portan contenidos con implicaciones que traen consigo consecuencias. Cuando eso sucede, ingresan al universo de la opinión pública, y, en consecuencia, a la política. Nadie debe asustarse por esta circunstancia.

Hace varios años, Plinio Aplueyo Mendoza intentaba explicarse las causas de la inexplicable lenidad y la actitud deslumbrada con la cual su compatriota y amigo, Gabriel García Márquez, solía aproximarse a la figura de Fidel Castro. 

De acuerdo al periodista colombiano, en lo tocante a su relación con Castro, en García Márquez no operaba en ningún caso el intelectual ni el periodista, sino el escritor. El novelista latinoamericano más completo de su época pasaba parte de su tiempo contemplando con fruición renacentista a aquella figura encantadora y enigmática, sobre la cual se tejían toda suerte de leyendas, para quien, al parecer, no existían imposibles. Todo un prodigio carismático, el hechizo barbado, la concreción de la justicia, la metáfora viva de lo real maravilloso. La puesta en escena de la paradoja latinoamericana; un personaje que parecía haber saltado a este mundo desde las páginas de sus novelas.

Nunca supe si García Márquez llegó a esgrimir, a manera de excusa, aquello de que “no soy quien para emitir opiniones”. Lo que sí está claro es que se le olvidó comenzar por el principio: que su amigo Castro hace rato es un impresentable dictador que proscribe libros en su país, que jamás supo delegar decisiones elementales en cuestiones de estado, que no le interesa la opinión ajena, sobre todo si es discrepante, y que tiene a su país metido en un doloroso proceso de decadencia y agonía.

alonsomoleiro@hotmail.com

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PEDRO CORZO, LOS FALSOS SÍMBOLOS DE LA JUSTICIA SOCIAL

“No fueron los ricos, ni los poderosos los que lo comprendieron sino los humildes. Es que los ricos y poderosos han de tener el alma cerrada por la avaricia y por el egoísmo, mientras que los humildes duermen al aire libre”. Eva Perón.

Los venezolanos inventaron el termino boliburguesía para identificar a quienes disfrazados de servidores públicos y promoviendo la austeridad y el sacrificio, bajo los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, se han enriquecido a costa de los bienes del estado.

Algunos de estos nuevos ricos siguen en el país amasando una mayor fortuna y otros, con sus riquezas a resguardo, han salido para el exterior donde sus fortunas deslumbran a los simples mortales.

Por supuesto que la corrupción no es patrimonio de ideología o proyecto político.

Es una condición tan vieja como el hombre, vigente en toda sociedad y en todos los tiempos, pero en el presente resulta paradójico que muchos de los abanderados de la justicia social sean grandes consumidores de los bienes más superfluos,   acrecienten sus cuentas bancarias, ya sea robando o incursionando mundo de los negocios, gracias a la administración que ejercen sobre los bienes del estado.

Conocida es la atracción que ejercían sobre Eva Perón, las joyas costosas, las pieles más caras y  los vestidos lujosos, al extremo que RTVE refiere que “Asunta Fernández estuvo a su lado hasta el final y la vistió por última vez para el velatorio. Para ello cogió un vestido de Christian Dior y lo convirtió en mortaja", 

Por ejemplo Fidel Castro gustaba regalar relojes Rolex a las personas que le prestaban un servicio especial. También obsequió  costosos relojes de la misma marca a muchos de los guerrilleros que se entrenaban en Cuba.

Los Castros aparte de contar con numerosas residencias, tienen a su disposición cotos de caza y pesca como en el pasado disfrutaban los aristócratas más encumbrados. Sus cuentas bancarias son cuantiosas como lo ha reseñado la revista especializada Fortune.

Por su parte el presidente Hugo Chávez dijo, "Ser rico es malo, es inhumano así lo digo”.

Roland Carreño un crítico de modas venezolano declaró en una ocasión que "Chávez es el presidente mas narcisista que hemos tenido" y agregó "entre los preferidos de Chávez, están los trajes de la casa francesa Lanvin, y los de los modistas venezolanos Giovanni Scutaro y Clemens, que visten también a otros ministros del gabinete revolucionario, y las casas de relojería suiza como Vacheron Constantin, Rolex y Audemars Piguet".

El único hijo varón del difunto mandatario gusta de los fastuosos autos Bentley. Otro de sus caprichos es usar los helicópteros de la Fuerza Aérea de Venezuela.

Criminal Justice International Associates,  estima en 2.000 millones de dólares la herencia que dejó Hugo Chávez a su familia. Incluido 17 fincas valoradas entre 400,00 y 700 mil dólares, un flotilla de diez todoterrenos Hummer y cientos de millones de dólares depositados en el exterior, amén de innumerables bienes distribuidos por toda Venezuela y el extranjero.

Todo esto hay que sumarlo al nepotismo que practicó el difunto mandatario que colocó a un número importante de parientes en posiciones claves de su gobierno. La finca de 30 hectáreas que tenía su padre hizo mitosis y hoy cuenta con 600 hectáreas.

El indescriptible Daniel Ortega está acusado de tener una fortuna muy superior a la que acumuló el dictador Anastasio Somoza, aunque el líder nicaragüense no debería sorprender porque hay que recordar la famosa "Piñata de los Comandantes Sandinistas".

Un letrero del Frente Sandinista de Liberación Nacional, señala, "Arriba los pobres del mundo", entre los que por supuesto no está incluida la familia Ortega-Murillo que manejan un gigantesco emporio empresarial que va desde emisora de radio y televisión a administrar la ayuda petrolera de Venezuela que suma en los últimos años miles de millones de dólares.

Pero el colofón es el Canal. Un casi desconocido magnate chino recibió de manos del presidente Ortega la concesión para la construcción de un canal cuyo costo se calcula en 40 mil millones de dólares, lo que lleva a reflexionar tomando como base una expresión del ex presidente cubano José Miguel Gómez, " se ahogara en dólares este tiburón".

Cristina Fernández, la mandataria argentina, heredó de Eva Perón la sensibilidad por la pobreza que sufren los demás y para vacunarse contra el sufrimiento ajeno vive una vida de lujos y derroche. En el 2011, gastó $110,000 en 20 pares de zapatos y adquirió por otros miles carteras de Louis Vuitton, Hermes Birkin entre otras marcas.  Viajó en un jet privado para visitar al Papa Francisco. La habitación del hotel  costó 2180 euros y el patrimonio de Fernández se incremento en un 46 %  en el último año.

Sin dudas que seremos más miserables, con estos " líderes"  que luchan contra la pobreza.

pedroc1943@msn.com

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ANGEL ALAYÓN, COREA DEL NORTE Y EL NEOSTALINISMO DEL SIGLO XXI, FUENTE PRODAVINCI

Kim Jon-Un amenazó al mundo con lanzar misiles nucleares a Occidente. El académico ruso Andréi Lankov fue uno de los primeros en advertir que las amenazas de Jon-Un no eran creíbles.

Lankov estudió en Pyongyang durante los años ochenta, como parte del intercambio cultural de Corea del Norte con la Unión Soviética y acaba de publicar un libro en el cual analiza la estrategia de supervivencia en el poder de la familia Kim. Allí narra de primera mano la vida cotidiana y política en el más exitoso “régimen comunista monárquico”. La familia Kim ha convertido al país en su feudo y Lankov hace un excelente trabajo al describir cómo Kim Il-sung, primero con el apoyo de los soviéticos y luego con el de los chinos, controló el poder político en su país a costa del bienestar de sus ciudadanos y de los derechos humanos fundamentales.

Kim Il-Sung persiguió ferozmente a sus opositores mejor organizados, compuestos principalmente por los cristianos, los empresarios y los comerciantes. El éxodo fue masivo: se estima que entre 1945 y 1951 salieron de Corea del Norte entre 1,2 y 1,5 millones de personas, cerca del 15% de la población. La salida masiva de opositores fue esencial para controlar el poder, pues al tener la principal fuente de oposición en el exilio, se hizo mucho más sencillo hacerlo internamente.

La estrategia de Sung se fundamentó en desplazar a los ciudadanos de los espacios públicos y privados e instaurar allí al Estado de forma hegemónica. Y no hay espacio más importante que conquistar para controlar el poder desde la visión estatista que el de la información.

Corea del Norte ha diseñado un sistema comunicacional que tiene por objetivo controlar toda la información que reciben sus ciudadanos. Desde 1960, las radios que se venden en el país tienen un sistema de dial regulado que le impide a los ciudadanos sintonizar emisoras internacionales. Por supuesto, todas las emisoras de radio y canales de televisión en Corea del Norte son estatales. En los años sesenta también se comenzó una campaña para la destrucción de libros y revistas extranjeros que existieran en las casas. Hay libros extranjeros en algunas bibliotecas, pero sólo puede accederse a ellos con permiso por escrito del gobierno. Cualquier información no controlada por el Estado es considerada de carácter subversivo.

En el 2011, la prensa oficial norcoreana publicó un ranking de felicidad. En la lista apareció China como el país donde los ciudadanos disfrutaban de un mayor nivel de felicidad. El segundo de la lista era Corea del Norte. Los dos países menos felices del mundo en ese ranking eran Estados Unidos y Corea del Sur, sus archienemigos. Por supuesto, para que esta información tenga algún grado de credibilidad, la política de aislamiento debe ser absoluta. Los ciudadanos de Corea del Norte tienen prohibido comunicarse con los extranjeros, incluso cuando son compañeros de clase en la universidad.

Bajo el estatismo comunista, el adoctrinamiento es inevitable. Las escuelas se encargan de transmitir información sobre las virtudes de Corea del Norte y de justificar por qué ese país es el epicentro del mundo. Toda lo que ocurre en el mundo y lo que ha ocurrido en la historia es explicado en relación con el país dominado por la familia Kim. La educación tiene una carga ideológica e incluso en los libros de texto para escolares de una materia abstracta como Matemáticas se encuentran preguntas como ésta: “Durante la Guerra de la Liberación de la Patria (así llaman oficialmente a la guerra de las Coreas), los bravos tíos del Ejército del Pueblo asesinaron a 265 bastardos americanos imperialistas en la primera batalla. En la segunda batalla, lograron matar a 70 bastardos más que en la primera batalla. ¿Cuántos bastardos mataron en total?”

También se controla a los ciudadanos a través de la distribución de los alimentos. En 1957 se prohibió el comercio de arroz, la fuente calórica más importante de los norcoreanos. Se instauró un sistema de racionamiento de arroz en el cual cada norcoreano tiene derecho a una ración diaria que depende del oficio que realiza. La ración es de 700 gramos en promedio, pero un ama de casa recibe 300 gramos y un minero 900 gramos. En 1973, las raciones se recortaron por primera vez. Quien recibía 700g empezó a recibir 607g. En 1987, la ración cayó a 547g. Esas reducciones en las raciones se consideraban “donaciones voluntarias” por el discurso oficial, pero realmente a nadie le preguntaban si querían donar su ración al Estado. El racionamiento también aplica para la soya, los huevos y otros productos básicos. La carne se distribuye unas pocas veces al año. En otoño, ocasionalmente, se distribuyen manzanas y melones. Corea del Norte no se ha recuperado de la hambruna de los noventa, donde se calculan murieron de hambre dos millones de personas, aunque el Estado reconoce solo la pérdida ciento cincuenta mil vidas.

Un régimen estatista es también, por necesidad, un régimen policial. Durante los últimos años de Kim Il-sung se estima que entre 0,6 y 0,7% de la población eran presos políticos, un número ligeramente mayor, en proporción a la población, a la cantidad de prisioneros por razones políticas que mantuvo Stalin en la Unión Soviética. Se calcula que en Corea del Norte hay un informante por cada cincuenta adultos: entre 250 y 300 mil norcoreanos son informantes pagados por la policía.

En Corea del Norte es obligatorio pertenecer a un “grupo del pueblo” o Inmiban. Los Inmiban están compuestos por un máximo de cuarenta familias. Cada Inmiban tiene un jefe cuyas principales tareas son de vigilancia al resto del grupo. Por ejemplo, se espera que los jefes conozcan sobre los ingresos, activos y hábitos de gasto de todos los miembros. Se espera —metafóricamente— que un Inmiban sepa cuántos chopsticks y cuántas cucharillas hay en cada casa y sus jefes están obligados a reportar toda actividad sospechosa a su superior. Incluso, entran con la policía a las casas y chequean cosas como que en las radios sólo se puedan escuchar las emisoras oficiales.

Los miembros de cada Inmiban se reúnen tres veces a la semana y dos de estas reuniones son para labores de adoctrinamiento. Los miembros del grupo reciben conferencias sobre la grandeza de Kim Il-sung y su familia, los gloriosos logros del Partido de los Trabajadores de Corea, los incomparables triunfos de la economía norcoreana, la naturaleza diabólica de los Estados Unidos y la pobreza en Corea del Sur. La tercera reunión es la “Revisión Semanal de la Vida”, pero en realidad es una reunión de “auto-crítica y de crítica mutua”. Se supone que en estas sesiones debes confesar cualquier acción antirrevolucionaria que hayas cometido en la semana y el resto de los miembros del Inmiban deben denunciar cualquier conducta extraña observada en algún miembro del grupo.

El culto a la personalidad a los miembros de la familia Kim es insuperable. En 1970 se decretó que todos los hogares debían tener un retrato de Kim Il-sung en la sala de los hogares y que tanto la pared como el retrato debían mantenerse impolutos.

Durante una inundación, Kang Hyong Kwon, un obrero de la ciudad de Ich-on, intentaba escapar de las violentas aguas que rodeaban y entraban a su casa. Antes de salir, tomó sus dos cosas más preciadas: con una mano agarró a su hija y con la otra aseguró los retratos de Kim Il-sung y Kim Jong-Il. Una fuerte corriente le impidió continuar agarrando a su hija quien se perdió en las aguas, pero Kang Hyong Kwon pudo  conservar la vida y salvar las imágenes sagradas.

Los medios de comunicación recuerdan con frecuencia esta historia e invitan al pueblo a emular a Kang Hyong Kwon, un héroe de la vida real.

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MARIO VARGAS LLOSA, ELOGIO DE NELSON MANDELA.

Nelson Mandela, el político más admirable de estos tiempos revueltos, agoniza en un hospital de Pretoria y es probable que cuando se publique este artículo ya haya fallecido, pocas semanas antes de cumplir 95 años y reverenciado en el mundo entero. Por una vez podremos estar seguros de que todos los elogios que lluevan sobre su tumba serán justos, pues el estadista sudafricano transformó la historia de su país de una manera que nadie creía concebible y demostró, con su inteligencia, destreza, honestidad y valentía, que en el campo de la política a veces los milagros son posibles.

Todo aquello se gestó, antes que en la historia, en la soledad de una conciencia, en la desolada prisión de Robben Island, donde Mandela llegó en 1964, a cumplir una pena de trabajos forzados a perpetuidad. Las condiciones en que el régimen del apartheid tenía a sus prisioneros políticos en aquella isla rodeada de remolinos y tiburones, frente a Ciudad del Cabo, eran atroces. Una celda tan minúscula que parecía un nicho o el cubil de una fiera, una estera de paja, un potaje de maíz tres veces al día, mudez obligatoria, media hora de visitas cada seis meses y el derecho de recibir y escribir sólo dos cartas por año, en las que no debía mencionarse nunca la política ni la actualidad. En ese aislamiento, ascetismo y soledad transcurrieron los primeros nueve años de los veintisiete que pasó Mandela en Robben Island.

En vez de suicidarse o enloquecerse, como muchos compañeros de prisión, en esos nueve años Mandela meditó, revisó sus propias ideas e ideales, hizo una autocrítica radical de sus convicciones y alcanzó aquella serenidad y sabiduría que a partir de entonces guiarían todas sus iniciativas políticas. Aunque nunca había compartido las tesis de los resistentes que proponían una “África para los africanos” y querían echar al mar a todos los blancos de la Unión Sudafricana, en su partido, el African National Congress, Mandela, al igual que Sisulu y Tambo, los dirigentes más moderados, estaba convencido de que el régimen racista y totalitario sólo sería derrotado mediante acciones armadas, sabotajes y otras formas de violencia, y para ello formó un grupo de comandos activistas llamado Umkhonto we Sizwe, que enviaba a adiestrarse a jóvenes militantes a Cuba, China Popular, Corea del Norte y Alemania Oriental.

Debió de tomarle mucho tiempo —meses, años— convencerse de que toda esa concepción de la lucha contra la opresión y el racismo en África del Sur era errónea e ineficaz y que había que renunciar a la violencia y optar por métodos pacíficos, es decir, buscar una negociación con los dirigentes de la minoría blanca —un 12% del país que explotaba y discriminaba de manera inicua al 88% restante—, a la que había que persuadir de que permaneciera en el país porque la convivencia entre las dos comunidades era posible y necesaria, cuando Sudáfrica fuera una democracia gobernada por la mayoría negra.

En aquella época, fines de los años sesenta y comienzos de los setenta, pensar semejante cosa era un juego mental desprovisto de toda realidad. La brutalidad irracional con que se reprimía a la mayoría negra y los esporádicos actos de terror con que los resistentes respondían a la violencia del Estado, habían creado un clima de rencor y odio que presagiaba para el país, tarde o temprano, un desenlace cataclísmico. La libertad sólo podría significar la desaparición o el exilio para la minoría blanca, en especial los afrikáners, los verdaderos dueños del poder. Maravilla pensar que Mandela, perfectamente consciente de las vertiginosas dificultades que encontraría en el camino que se había trazado, lo emprendiera, y, más todavía, que perseverara en él sin sucumbir a la desmoralización un solo momento, y veinte años más tarde, consiguiera aquel sueño imposible: una transición pacífica del apartheid a la libertad, y que el grueso de la comunidad blanca permaneciera en un país junto a los millones de negros y mulatos sudafricanos que, persuadidos por su ejemplo y sus razones, habían olvidado los agravios y crímenes del pasado y perdonado.

Habría que ir a la Biblia, a aquellas historias ejemplares del catecismo que nos contaban de niños, para tratar de entender el poder de convicción, la paciencia, la voluntad de acero y el heroísmo de que debió hacer gala Nelson Mandela todos aquellos años para ir convenciendo, primero a sus propios compañeros de Robben Island, luego a sus correligionarios del Congreso Nacional Africano y, por último, a los propios gobernantes y a la minoría blanca, de que no era imposible que la razón reemplazara al miedo y al prejuicio, que una transición sin violencia era algo realizable y que ella sentaría las bases de una convivencia humana que reemplazaría al sistema cruel y discriminatorio que por siglos había padecido Sudáfrica. Yo creo que Nelson Mandela es todavía más digno de reconocimiento por este trabajo lentísimo, hercúleo, interminable, que fue contagiando poco a poco sus ideas y convicciones al conjunto de sus compatriotas, que por los extraordinarios servicios que prestaría después, desde el Gobierno, a sus conciudadanos y a la cultura democrática.

Hay que recordar que quien se echó sobre los hombros esta soberbia empresa era un prisionero político, que, hasta el año 1973, en que se atenuaron las condiciones de carcelería en Robben Island, vivía poco menos que confinado en una minúscula celda y con apenas unos pocos minutos al día para cambiar palabras con los otros presos, casi privado de toda comunicación con el mundo exterior. Y, sin embargo, su tenacidad y su paciencia hicieron posible lo imposible. Mientras, desde la prisión ya menos inflexible de los años setenta, estudiaba y se recibía de abogado, sus ideas fueron rompiendo poco a poco las muy legítimas prevenciones que existían entre los negros y mulatos sudafricanos y siendo aceptadas sus tesis de que la lucha pacífica en pos de una negociación sería más eficaz y más pronta para alcanzar la liberación.

Pero fue todavía mucho más difícil convencer de todo aquello a la minoría que detentaba el poder y se creía con el derecho divino a ejercerlo con exclusividad y para siempre. Estos eran los supuestos de la filosofía del apartheid que había sido proclamada por su progenitor intelectual, el sociólogo Hendrik Verwoerd, en la Universidad de Stellenbosch, en 1948 y adoptada de modo casi unánime por los blancos en las elecciones de ese mismo año. ¿Cómo convencerlos de que estaban equivocados, que debían renunciar no sólo a semejantes ideas sino también al poder y resignarse a vivir en una sociedad gobernada por la mayoría negra? El esfuerzo duró muchos años pero, al final, como la gota persistente que horada la piedra, Mandela fue abriendo puertas en esa ciudadela de desconfianza y temor, y el mundo entero descubrió un día, estupefacto, que el líder del Congreso Nacional Africano salía a ratos de su prisión para ir a tomar civilizadamente el té de las cinco con quienes serían los dos últimos mandatarios del apartheid: Botha y De Klerk.

Cuando Mandela subió al poder su popularidad en Sudáfrica era indescriptible, y tan grande en la comunidad negra como en la blanca. (Yo recuerdo haber visto, en enero de 1998, en la Universidad de Stellenbosch, la cuna del apartheid, una pared llena de fotos de alumnos y profesores recibiendo la visita de Mandela con entusiasmo delirante). Ese tipo de devoción popular mitológica suele marear a sus beneficiarios y volverlos —Hitler, Stalin, Mao, Fidel Castro— demagogos y tiranos. Pero a Mandela no lo ensoberbeció; siguió siendo el hombre sencillo, austero y honesto de antaño y ante la sorpresa de todo el mundo se negó a permanecer en el poder, como sus compatriotas le pedían. Se retiró y fue a pasar sus últimos años en la aldea indígena de donde era oriunda su familia.

Mandela es el mejor ejemplo que tenemos —uno de los muy escasos en nuestros días— de que la política no es sólo ese quehacer sucio y mediocre que cree tanta gente, que sirve a los pillos para enriquecerse y a los vagos para sobrevivir sin hacer nada, sino una actividad que puede también mejorar la vida, reemplazar el fanatismo por la tolerancia, el odio por la solidaridad, la injusticia por la justicia, el egoísmo por el bien común, y que hay políticos, como el estadista sudafricano, que dejan su país, el mundo, mucho mejor de como lo encontraron.

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WILLY MCKEY, MANDELA Y LOS OTROS,

Un país, en algún momento de su historia, es apenas una persona. Y la historia es, también, un pacto ficcional.

El Joven Mandela
Siempre que los ojos del mundo han estado viendo hacia Sudáfrica, están viendo hacia Nelson Mandela, el buen Madiba. Así fue en 1990, en 1994 y ahora. Incluso en 2010, cuando el Mundial de Fútbol, lo que el planeta veía girar no era un balón de fútbol sino la historia de una nación que parecía imposible y él hizo realidad.

Pero hasta los hombres que logran dividir la historia tienen una propia, íntima y capaz de rebasarlo por ser finita.

En los medios sudafricanos, se lee que a la casa de Qunu acudieron “los viejos del clan” para trazar en conjunto el final del hombre grande. Han sido consultados y conminados a decidir. La línea de hombres y mujeres de los clanes vinculados con Mandela se reunieron en torno al cuerpo de un hombre cuyos ojos, a pesar de estar cerrados desde hace cuatro días, replantearon la visión global de su continente.

Una nota en el periódico Times afirma que allí estaban todos aquellos que pueden hablar de la muerte de Mandela. En la tradición africana, un hombre debe morir con los suyos. Incluso éste, cuyo mérito mayor pudo haber sido enseñar que es posible vivir entre los otros.

Cuando ingresó en el Colegio Universitario de Fort Hare, en 1938, dos de los objetivos que se propuso fueron aprender inglés y conocer la historia de las civilizaciones occidentales. A muchos les pareció que eso, antes que ir en detrimento de la causa africana, iba a favor del poder blanco. Hay quienes, poniéndose cerca de las doctrinas, terminan alejándose de las ideas. El hombre que de niño escuchaba atento a los ancianos hablar de su pueblo libre antes de la llegada de los blancos, y que de adolescente fue tutelado por el rey de los tembu, estaba levantando una de las bases fundamentales de su lucha: conocer al otro como primer paso, el escalón obligatorio para poder sumarlo sin someterlo.

En pocos días, Internet estará repleta de narraciones pormenorizadas de la gesta de Nelson Mandela. El bufete con Oliver Tambo. La fundación en 1948 del temible Partido Nacional Sudafricano y su apartheid. La Campaña de Desobediencia Civil de 1952. El Congreso del Pueblo, en 1955. La Carta de la Libertad. El Congreso Nacional Africano y sus rupturas. El Congreso Pan-Africano. La Masacre de Sharpeville, en marzo de 1960. La resistencia armada convocada por el propio Mandela como La Lanza de la Nación. La mismísima Organización de Naciones Unidas, en el extravío de los informes oficiales, declarando a Madiba como un terrorista. Los años de prisión. La libertad. La presidencia. Suráfrica y su siglo XXI. Mandela, el hombre-nación.

Sin embargo, quienes se reúnen a su alrededor no son líderes de Estado, ni miembros destacados del Ejecutivo ni la militancia de un partido: son sus parientes, incluso los más lejanos, esa familia extensa que la tradición africana reviste con dimensiones distintas a las nuestras. Ya no es él quien actúa, ni quien activa ni quien decide. Ellos, juntos, son su espíritu.

Madiba se marcha. Sus ancestros lo llevan fuera de este tiempo donde quedamos nosotros, sin saber si hemos aprendido la lección de Mandela. ¿Hemos decidido, cada uno, entender el universo del otro aprendiendo cómo lo nombra? Porque entender no es pactar: es conocer y tener conciencia de que hay otra mirada igual de posible. ¿Hemos decidido evitar cometer los mismos errores de quienes se excedieron ejerciendo el poder, desconociendo al otro? Porque conocer no es convencer: es acercarse al otro para tener noticias de sus diferencias. ¿Nos hemos decidido a argumentar con la palabra? Porque argumentar no es tener la razón: es dar las razones propias y contrastarlas.

Conocer al otro. Reconocerlo. Sumarlo sin someterlo.

Madiba se marcha. No Suráfrica. El referente está allí. El país no fue mejor porque Madiba naciera allí, sino por lo que él hizo y cambió allí.

En apenas unos días estará resumido en el periódico que usted lee, en los web-sites que visita, en los noticieros que sintoniza, en cada conversación. Mientras tanto, nosotros seguimos en este presente contenido, preñado de día siguiente. Pero ese tiempo que vamos siendo no debe olvidar que cuando Madiba levantó su voz la primera vez no era el hombre-nación que ya se ausenta. Era uno más. Uno de los habitantes de este tiempo compartido. Era él y era el otro.

@willymckey
Enviado  por Miguel Megias 
autonomiaspoliticas@gmail.com 

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CARLOS E. AGUILERA A., LA MARCHA UNIVERSITARIA, UNA BOFETADA AL GOBIERNO

"Digamos sí al amor y no al egoísmo, digamos sí a la vida y no a la muerte, digamos sí a la libertad y no a la esclavitud"  Papa Francisco
Este régimen socialista, marxista, y ahora chavista –como lo pregonan a los cuatro vientos los funcionarios del alto gobierno y voceros del partido del oficialismo- no oculta su obsesivo enfrentamiento con la oposición en cualquiera de sus escenarios, bien sea en el parlamento, con líderes políticos, empresarios, iglesia o con los estudiantes.
Los estudiantes universitarios haciendo uso de sus derechos constitucionales, Art. 350 convocaron a una marcha que tuvo lugar el pasado sábado y cuyo permiso solicitado a la Alcaldía Libertador les fue negado, al mismo tiempo que su primera autoridad “echo el loco” autorizó a sus camaradas para realizar una contramarcha, como para medir fuerza, cuando en realidad se trataba de sabotear la de la oposición. 
Pero su perversa intención quedó frustrada por cuanto la marcha universitaria de la oposición no solo fue multitudinaria ya que asistieron estudiantes de todas las universidades del país y solo cambió de ruta para evitar enfrentamientos y hechos de violencia con los provocadores de oficio, que ya el pueblo venezolano conoce, pues debajo de sus capuchas se esconde el rostro de forajidos que arropados bajo una patente de corso y con armas en sus manos, destrozan bienes materiales y hasta la vida de seres humanos. Está escrito y más pronto que nunca la justicia despojará la venda de sus ojos. De allí el título de esta columna, porque realmente la respuesta del estudiantado fue una bofetada al gobierno, al que poco o mejor dicho nada le importa el clamor de los futuros hacedores de la Patria.
La respuesta de que quienes detentan el poder  únicamente persigue mantener la huella del caudillismo, cuya fuerza vital surge de la poderosa presencia de un liderazgo el cual, casi de forma inevitable, no contempla herederos, sucesores ni delfines. Nicolás Maduro podrá invocar cuantas veces quiera el espíritu de Hugo Chávez, pero jamás será Chávez y ese es su gran problema. Maduro es un político del montón, sin carisma ni madera de liderazgo, cuestionado por su ilegitimidad en el cargo,  luego del viciado proceso electoral que lo encumbró –sin realizar la auditoría de los cuadernos electorales – a ocupar ilegítimamente la Presidencia de la República.
Maduro parece que no quiere comprender y mucho menos aceptar, que el país nacional está experimentando un cambio que constituye una verdadera revolución pero democrática, no socialista y mucho menos comunista  -como lo afirmara en cierta ocasión Fidel Castro a una periodista de VTV que lo entrevistó en La Habana- pues ésta revolución es netamente política , democrática y representativa lo cual quedó demostrada con el resultado electoral aunque viciado, cuyo resultado arrojó que la mitad  de un país cree en la democracia propiamente dicha y no en las bondades del socialismo que por espacio de 14 años ha demostrado , como en otros países del orbe, que es un  total fracaso
Tampoco parece entender Maduro que el pueblo venezolano está harto, no solo de la inseguridad  sino también de una frágil economía, de la corrupción campante, de la ineficiencia, del nepotismo  y principalmente de ser rehén político de un proceso clientelar y amargo, cuyos resultados saltan a la vista de propios y extraños.
Estos vergonzosos hechos ocurridos en los últimos años en nuestro país, pareciera no importarle a algunos países de la región. Pasan por alto o inadvertidamente, para utilizar un lenguaje diplomático, que nuestra nación vive permanentemente bajo la amenaza de utilizar las Fuerzas Armadas  con el pretexto de una supuesta conspiración convalidada por su eterno enemigo invisible, los Estados Unidos, pero que no persigue sino el maligno fin de perpetuar en el poder a sus áulicos gestores.  
Todos estos males que aquejan a la República,  han obligado a los estudiantes a convertirse en los más genuinos representantes de los derechos sociales que van más allá de la defensa de su autonomía universitaria, recursos presupuestarios y reivindicaciones propias de quienes en el futuro serán el nervio y motor del desarrollo del país. Negarlo sería una evidente mezquindad de parte de la sociedad civil.
El filósofo español Fernando Savater, en reciente entrevista en ciudad de México, planteó una diferencia entre autoridad y tiranía. La tiranía quiere que todo el mundo se desarrolle bajo un manto protector e intimidatorio, que todo el mundo esté arrodillado, mientras la autoridad bien entendida, lo que pretende es ayudar a crecer, dijo. Y respondiendo a una pregunta acerca de las amenazas a la democracia, afirmó que más que por el autoritarismo y el totalitarismo, hoy la democracia está amenazada por versiones degradadas de ella misma, por ejemplo el populismo. Se refirió también a la cleptocracia, a la impunidad y a lo que significa “el hecho de que la gente vea que las leyes están hechas para saltárselas, como aquella vieja metáfora de la red que atrapa a los peces pequeños porque los grandes las rompen y se van”.
Las palabras de Savater recogidas por las agencias noticiosas internacionales plantean un punto de reflexión para nuestros países, amenazados por la tendencia al pensamiento único, que impide contrastar y crecer, a veces confundiendo democracia con populismo y permitiendo que la impunidad impida luchar contra la corrupción.
La democracia requiere pensamiento crítico, ciudadanía activa y diálogo permanente, y eso se construye cada día, con el esfuerzo y sacrificio de todos y estas premisas la están ejecutando los jóvenes de esta generación, cuya acción indudablemente será de necesaria referencia en las páginas de nuestra historia contemporánea.
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas  (CNP-122)
careduagui@yahoo.com // @_toquedediana

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