Kim
Jon-Un amenazó al mundo con lanzar misiles nucleares a Occidente. El académico
ruso Andréi Lankov fue uno de los primeros en advertir que las amenazas de
Jon-Un no eran creíbles.
Lankov
estudió en Pyongyang durante los años ochenta, como parte del intercambio
cultural de Corea del Norte con la Unión Soviética y acaba de publicar un libro
en el cual analiza la estrategia de supervivencia en el poder de la familia Kim.
Allí narra de primera mano la vida cotidiana y política en el más exitoso
“régimen comunista monárquico”. La familia Kim ha convertido al país en su
feudo y Lankov hace un excelente trabajo al describir cómo Kim Il-sung, primero
con el apoyo de los soviéticos y luego con el de los chinos, controló el poder
político en su país a costa del bienestar de sus ciudadanos y de los derechos
humanos fundamentales.
Kim
Il-Sung persiguió ferozmente a sus opositores mejor organizados, compuestos
principalmente por los cristianos, los empresarios y los comerciantes. El éxodo
fue masivo: se estima que entre 1945 y 1951 salieron de Corea del Norte entre
1,2 y 1,5 millones de personas, cerca del 15% de la población. La salida masiva
de opositores fue esencial para controlar el poder, pues al tener la principal
fuente de oposición en el exilio, se hizo mucho más sencillo hacerlo
internamente.
La
estrategia de Sung se fundamentó en desplazar a los ciudadanos de los espacios
públicos y privados e instaurar allí al Estado de forma hegemónica. Y no hay
espacio más importante que conquistar para controlar el poder desde la visión
estatista que el de la información.
Corea
del Norte ha diseñado un sistema comunicacional que tiene por objetivo
controlar toda la información que reciben sus ciudadanos. Desde 1960, las
radios que se venden en el país tienen un sistema de dial regulado que le
impide a los ciudadanos sintonizar emisoras internacionales. Por supuesto,
todas las emisoras de radio y canales de televisión en Corea del Norte son
estatales. En los años sesenta también se comenzó una campaña para la
destrucción de libros y revistas extranjeros que existieran en las casas. Hay
libros extranjeros en algunas bibliotecas, pero sólo puede accederse a ellos
con permiso por escrito del gobierno. Cualquier información no controlada por
el Estado es considerada de carácter subversivo.
En
el 2011, la prensa oficial norcoreana publicó un ranking de felicidad. En la
lista apareció China como el país donde los ciudadanos disfrutaban de un mayor
nivel de felicidad. El segundo de la lista era Corea del Norte. Los dos países
menos felices del mundo en ese ranking eran Estados Unidos y Corea del Sur, sus
archienemigos. Por supuesto, para que esta información tenga algún grado de
credibilidad, la política de aislamiento debe ser absoluta. Los ciudadanos de
Corea del Norte tienen prohibido comunicarse con los extranjeros, incluso
cuando son compañeros de clase en la universidad.
Bajo
el estatismo comunista, el adoctrinamiento es inevitable. Las escuelas se
encargan de transmitir información sobre las virtudes de Corea del Norte y de
justificar por qué ese país es el epicentro del mundo. Toda lo que ocurre en el
mundo y lo que ha ocurrido en la historia es explicado en relación con el país
dominado por la familia Kim. La educación tiene una carga ideológica e incluso
en los libros de texto para escolares de una materia abstracta como Matemáticas
se encuentran preguntas como ésta: “Durante la Guerra de la Liberación de la
Patria (así llaman oficialmente a la guerra de las Coreas), los bravos tíos del
Ejército del Pueblo asesinaron a 265 bastardos americanos imperialistas en la
primera batalla. En la segunda batalla, lograron matar a 70 bastardos más que
en la primera batalla. ¿Cuántos bastardos mataron en total?”
También
se controla a los ciudadanos a través de la distribución de los alimentos. En
1957 se prohibió el comercio de arroz, la fuente calórica más importante de los
norcoreanos. Se instauró un sistema de racionamiento de arroz en el cual cada
norcoreano tiene derecho a una ración diaria que depende del oficio que
realiza. La ración es de 700 gramos en promedio, pero un ama de casa recibe 300
gramos y un minero 900 gramos. En 1973, las raciones se recortaron por primera
vez. Quien recibía 700g empezó a recibir 607g. En 1987, la ración cayó a 547g.
Esas reducciones en las raciones se consideraban “donaciones voluntarias” por
el discurso oficial, pero realmente a nadie le preguntaban si querían donar su
ración al Estado. El racionamiento también aplica para la soya, los huevos y
otros productos básicos. La carne se distribuye unas pocas veces al año. En
otoño, ocasionalmente, se distribuyen manzanas y melones. Corea del Norte no se
ha recuperado de la hambruna de los noventa, donde se calculan murieron de
hambre dos millones de personas, aunque el Estado reconoce solo la pérdida
ciento cincuenta mil vidas.
Un
régimen estatista es también, por necesidad, un régimen policial. Durante los
últimos años de Kim Il-sung se estima que entre 0,6 y 0,7% de la población eran
presos políticos, un número ligeramente mayor, en proporción a la población, a
la cantidad de prisioneros por razones políticas que mantuvo Stalin en la Unión
Soviética. Se calcula que en Corea del Norte hay un informante por cada cincuenta
adultos: entre 250 y 300 mil norcoreanos son informantes pagados por la
policía.
En
Corea del Norte es obligatorio pertenecer a un “grupo del pueblo” o Inmiban.
Los Inmiban están compuestos por un máximo de cuarenta familias. Cada Inmiban
tiene un jefe cuyas principales tareas son de vigilancia al resto del grupo.
Por ejemplo, se espera que los jefes conozcan sobre los ingresos, activos y
hábitos de gasto de todos los miembros. Se espera —metafóricamente— que un
Inmiban sepa cuántos chopsticks y cuántas cucharillas hay en cada casa y sus
jefes están obligados a reportar toda actividad sospechosa a su superior.
Incluso, entran con la policía a las casas y chequean cosas como que en las
radios sólo se puedan escuchar las emisoras oficiales.
Los
miembros de cada Inmiban se reúnen tres veces a la semana y dos de estas
reuniones son para labores de adoctrinamiento. Los miembros del grupo reciben
conferencias sobre la grandeza de Kim Il-sung y su familia, los gloriosos
logros del Partido de los Trabajadores de Corea, los incomparables triunfos de
la economía norcoreana, la naturaleza diabólica de los Estados Unidos y la
pobreza en Corea del Sur. La tercera reunión es la “Revisión Semanal de la
Vida”, pero en realidad es una reunión de “auto-crítica y de crítica mutua”. Se
supone que en estas sesiones debes confesar cualquier acción
antirrevolucionaria que hayas cometido en la semana y el resto de los miembros
del Inmiban deben denunciar cualquier conducta extraña observada en algún
miembro del grupo.
El
culto a la personalidad a los miembros de la familia Kim es insuperable. En
1970 se decretó que todos los hogares debían tener un retrato de Kim Il-sung en
la sala de los hogares y que tanto la pared como el retrato debían mantenerse
impolutos.
Durante
una inundación, Kang Hyong Kwon, un obrero de la ciudad de Ich-on, intentaba
escapar de las violentas aguas que rodeaban y entraban a su casa. Antes de
salir, tomó sus dos cosas más preciadas: con una mano agarró a su hija y con la
otra aseguró los retratos de Kim Il-sung y Kim Jong-Il. Una fuerte corriente le
impidió continuar agarrando a su hija quien se perdió en las aguas, pero Kang
Hyong Kwon pudo conservar la vida y
salvar las imágenes sagradas.
Los
medios de comunicación recuerdan con frecuencia esta historia e invitan al
pueblo a emular a Kang Hyong Kwon, un héroe de la vida real.
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