Uslar Pietri definió a Chávez como un ¨ignorante delirante¨: Puede entonces
deducirse que sus colaboradores en buena parte sufrían y adolecen del mismo
mal; pero además pronosticó que su proyecto, como lo iba siendo ¨era
inviable¨.
La desastrosa situación de la salud venezolana tiene su origen
en la falta de planificadores nacionalistas y planificación, la ignorancia con audacia y la rampante corrupción. Johann Wolfgang Goethe escribió, ¨No hay nada más aterrorizante que ver la ignorancia en acción¨. A no dudar, Venezuela ha sido un triste laboratorio viviente de este aserto.
José María Bengoa, hispano-venezolano, en un trabajo profético publicado en desde su óptica de una medicatura rural en Sanare, Estado Lara en 1940, estableció la multicausalidad de las enfermedades y, desde entonces, la Medicina Social que preconizó ha sido una forma inicial de aproximarse a la multidimensionalidad de la salud y del enfermo. En su concepto, el perimundo del enfermo no podía ser interpretado a través de las tres corrientes de pensamiento que, según él, eran entonces predominantes en la ciencia médica.
La primera de estas corrientes correspondía a la escuela de Laënnec, también
denominada anatomoclínica: según esta concepción la explicación de la
enfermedad estaba en la lesión de los órganos. La segunda corriente,
derivada de Claude Bernard, enfatizaba la fisiología y la patología
funcional: la medicina de las funciones. La última corriente era la
proveniente del aporte de Pasteur: la que se concentraba en la causa.
El suyo fue un aporte pionero de lo que luego se ha conocido como Estrategia
de Atención Primaria en Salud. Hoy día, las políticas de salud sufren una
disociación ¨esquizoide¨ entre la realidad y la concepción del mundo global,
y no es factible que las condiciones de salud mejoren en un país donde los
factores que la afectan, muchos de ellos fuera del sistema de salud, no
están trabajando en sinergia, a lo que se suma, además, la centralización,
la tendencia autoritaria y la opacidad en las acciones del régimen que
conspiran contra la excelencia. Por ejemplo, la Ley de Salud y del Sistema
Público de Salud no ha sido aprobada luego de casi diez años de la
aprobación del texto constitucional. Además, el fracaso y la ignorancia son
premiadas en este sistema; la promoción o el traslado de ministros a otros
ministerios es la nefasta regla y constituye el espaldarazo a una ausente
gestión. No cumplido con lo urgente, y mucho menos con lo importante, ello
constituye una muy mala noticia para los usuarios de nuestro sistema de
salud, especialmente aquellos de estratos más anhelantes que dependen de la
prestación de servicios públicos.
No hay necesidad más urgente en la atención que debe prestar un sistema de
salud, que garantizar la cobertura y calidad de los servicios a las personas
por causas de enfermedad, y es especialmente crítico cuando las personas
enfermas son pobres o están desprovistas de los más elementales medios para
la subsistencia. En esas condiciones la enfermedad siempre será más urgente
porque es más catastrófica, dolorosa e injusta.
Los antecedentes históricos de la medicina venezolana establecen cuatro
etapas de evolutivas que incluyen, su fundación, reforma, transformación y
modernización; pero me he permitido adicionar dos etapas más, una que llamo
de ¨involución de la medicina pública (con un correlato de avance en la
medicina privada)¨, y la etapa actual -incomprensible- que he calificado de
¨entrega a una nación extranjera¨.
La primera etapa, correspondiente a la fundación, se inicia en 1763, años
antes de la existencia de la Capitanía General de Venezuela que se decreta
en 1777, con la creación de la Cátedra de Medicina en la Universidad Real y
Pontificia de Caracas; y luego con la institución del Protomedicato, ambos
debidas al empeño y decisión del ilustre médico mallorquín, Lorenzo Campins
y Ballester.
La segunda etapa, correspondiente a la llamada reforma, es liderada por el
doctor José María Vargas, quien en 1827 se convierte en el primer rector
seglar de la republicana Universidad Central de Venezuela. Vargas se
erigiría en el reformador de los estudios médicos. Con él se inicia la
medicina científica, y quedan echados los cimientos para su ulterior
desarrollo.
La tercera etapa es la de transformación. Comienza en 1891 y está
determinada por tres hechos fundamentales, a saber, la inauguración del
Hospital Vargas de Caracas ese mismo año; la fundación de las cátedras
experimentales de Fisiología, Histología y Microbiología; y la creación del
Internado y Externado hospitalarios. Siete visionarios colman esta etapa:
Elías Rodríguez, rector de la UCV para la fecha; Luis Razetti alma y motor
indiscutible de esa transformación; José Gregorio Hernández, fundador,
regente y sostenedor de esas tres cátedras a los largo de 28 años; y cuatro
grandes clínicos y maestros venezolanos de todos los tiempos, propulsores de
las clínicas madre, Francisco Antonio Rísquez, Pablo Acosta Ortiz, Aníbal
Santos Dominici y Miguel Ruíz.
La cuarta etapa es una de modernización iniciada en 1936, cuando se crea el
Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, cuyo primer titular fue el doctor
Enrique Tejera Guevara. Se produce la transformación de la Junta de
Beneficencia Pública de Caracas; se crean las cátedras clínicas de todas las
especialidades médicas; y se funda el Consejo Venezolano del Niño. Se trata
de una época de fecunda ebullición y gestación, de anhelo de reformas y
mejoras que llevan a la ciencia médica venezolana a la altura de las
naciones más avanzadas.
La quinta etapa la he llamado, la Involución de la medicina pública y
Evolución de la medicina privada. Para el momento del inicio de nuestros
estudios médicos, el Hospital Vargas de Caracas era el centro de referencia
nacional para pacientes de todo el país, que venían en la búsqueda de
comprensión para sus quejas y cura para sus dolores. Allí se formaron las
grandes escuelas de clínica médica y cirugía. Médicos privados enviaban sus
pacientes tras la pista de un diagnóstico acertado, o para la realización de
exámenes complementarios que no se hacía fuera de su perímetro, o para
alguna complicada intervención quirúrgica. Muchos de nuestros profesores
hablaban fluidamente dos o tres lenguas, tenían estudios de postgrado en el
exterior y habían regresado a esparcir su semilla en ese terreno abonado que
fuimos nosotros. Eran momentos en que la atención médica se percibía como un
acto de beneficencia y no como un derecho humano como luego con pertenencia
lo fue.
Se habían fundado hospitales a todo lo largo y ancho de la geografía
nacional y allá se fueron posgraduados a modificar viejas maneras de hacer,
retoñando por doquier el verdor del progreso médico. El Hospital
Universitario de Caracas amenazó con el cierre del Hospital Vargas.
Visionarios no lo permitieron, y sobre su muerte cierta, como Ave Fénix, en
1959 se alzó la Escuela de Medicina José María Vargas.
Con el paso del tiempo, las políticas de salud fueron cambiando sin que se
trazara un plan para garantizar su continuidad. La politiquería inició el
deterioro de los servicios públicos de salud; buenos planes eran rechazados
o descontinuados por provenir de otra tolda política. Los hospitales
públicos, a un coste elevadísimo, devinieron en receptáculos de toda
injusticia, depósitos de enfermos con problemas médicos y quirúrgicos no
resueltos, morideros de gente, bien por falta de mantenimiento, bien por
migración del personal hacia la práctica privada ante los paupérrimos
salarios, falta de insumos, ausencia de protección para el médico y el
paciente, períodos de estada elevadísimos... en fin, todo lo que implica una
mala gestión médica a un impresionante coste. Entre tanto, fueron formándose
policlínicas privadas del más alto nivel, limpias y funcionales, bien
dotadas de insumos y con los últimos adelantos tecnológicos; con personal
altamente solvente, competente y bien preparado, que a un coste elevado
serviría a la ínfima parte de la población que pudiera cancelar sus
servicios. Muy poca solidaridad mostró en sus comienzos estas instituciones
hacia quienes no tenían posibilidades, y, con mucha frecuencia, los
profesionales, copiando estándares extranjeros ordenaban y ordenan en forma
desconsiderada, exámenes costosos cuando procedimientos más económicos
podían conducir a un diagnóstico.
Iniciamos nuestras prácticas en este período, muchos compañeros y yo,
compartíamos la práctica médica entre docencia y asistencia matutina y
ejercicio privado en las tardes. No había la posibilidad de conciliar las
dos propuestas. El Complejo Asistencial Docente Vargas -sueño de hombres y
mujeres de valía- quedó como vergonzosa historia no concluida, o la
autogestión promovida en años pasados por ilustres vargasianos, jamás pudo
ser llevada a buen puerto por este proceso involutivo que nos agobia, donde
no hay consuelo para las penas del niño que vive en la calle o aquél otro
ahogado en su dolor, mendigando salud en Miraflores, atestado de papelitos
peticionarios y de promesas incumplidas, cuando la dádiva política y
monetaria a otros países está a la orden del día.
La sexta etapa en este declive hacia el precipicio y la destrucción, la he
denominado La Entrega. En 1999, casi una quincena de años atrás, con la
llamada Tragedia de Vargas, cuando los venezolanos nos aprestábamos a votar
en el referéndum para la aprobación de una nueva Constitución -lo que
ocurriría al siguiente día-, las fuertes precipitaciones atmosféricas en el
Litoral Central continuaron sin amainar, determinando que el cuerpo de
bomberos local sugiriera decretar un Estado de Emergencia en la zona,
advertencia que el Gobierno nacional no escuchó. Esa voz desoída por
mezquinos intereses del presidente condujo sin dudas, a la desinformación de
la población litoralense y a la muerte de cerca de cincuenta mil
conciudadanos. En ese infausto momento, el gobierno venezolano permite el
ingreso de 500 ¨médicos¨ cubanos a la costa varguense. Y a aquellos médicos
venezolanos que nos desplazamos a brindar ayuda en las áreas de necesidad,
nos fue negado el acceso. No me quedan dudas de que existía un plan, un plan
macabro y perverso, concebido en Cuba y puesto a punto, para que en caso de
alguna circunstancia imprevista se procediera a un acceso masivo de
¨cooperantes¨. Y así fue, el deslave de Vargas brindó oportunidad para
comenzar a regalar la patria al peor postor. Medio millar de médicos cubanos
que nunca se devolverían sino que crecerían en número hasta alcanzar los
treinta mil vino a desplazar los médicos nativos e ideologizar a la
población vulnerable. Esta vergonzosa entrega aupada por muchos de nuestros
colegas, significó la vulneración de las leyes de la República y la pérdida
de la soberanía de la salud que ahora está en manos cubanas, espurias e
ignaras. Difícil de comprender cómo se involucraron médicos venezolanos en
esta venta infamante, algunos queridos amigos y otros conocidos, se
prestaron para esta traición a la medicina venezolana. Su conciencia y la
patria algún día se lo demandarán... Se permitió el ejercicio ilegal de la
medicina por extranjeros sin haber cumplido los extremos de la ley a la cual
nosotros y generaciones posteriores estábamos obligados por la Constitución
de la República y la Ley del Ejercicio de la Medicina.
Los venezolanos, poseídos de un inmenso e inexplicable desinterés y cobardía
hemos mirado a otro lado mientras ha ocurrido una invasión silenciosa del
país por una nación ajena a nuestro gentilicio, sin oponer resistencia
alguna, sin que se disparara un solo tiro de oposición. Es bien conocida la
existencia de un ministerio cubano en la sombra, paralelo al Ministerio de
Salud y Desarrollo Social, amparado por quienes han pisoteado los principios
éticos y morales de nuestro oficio, y ante la indiferencia del conglomerado
médico. De estos médicos esclavos del régimen cubano se sabe que muchos han
desertado. Desde 2007 se puso en marcha guiado tal vez por una buena
intención, la Misión Barrio Adentro, un plan político e ideológico
presentado como misión humanitaria, entregado a la Misión Cubana pero que en
sus normas, regulaciones y administración no funciona integrado al
Ministerio de Salud de Venezuela, desconociendo las leyes de la república y
las ideas y propuestas del Maestro José Ignacio Baldó. Todo ello puso de
manifiesto la debilidad de la Federación Médica Venezolana, los Colegios de
Médicos, las sociedades científicas y otros organismos de la sociedad civil
para enfrentar con inteligencia y decisión una lucha frontal contra los
invasores. Hoy día de esa Misión sólo queda el nombre y un epitafio donde
podría leerse, ¨Aquí yace una buena idea sin concierto ni planificación,
nacida espuria y a un coste elevadísimo: el otorgamiento de la soberanía
médica venezolana a manos ignaras e incompetentes¨.
El largo control de divisas -sólo para algunos, pues los boliburgueses no
sufren de esa carencia- ahoga a industriales, comerciantes y al pueblo en
general, que aunado a la galopante estanflación anticipan movimientos
sociales de desesperación que teñirán de rojo la tierra venezolana. El
suministro de medicamentos para enfermedades agudas y crónicas ha entrado en
barrena, la diabetes, la hipertensión arterial, las enfermedades renales, el
sida y el cáncer van mostrando su evolución natural en ausencia de
tratamiento en medio de un retroceso social increíble y catastrófico, un
macabro experimento inducido por la maldad y que nos retrotrae por lo menos
en más de medio siglo. Y, particularmente para el paciente canceroso se abre
un inhumano vía crucis pues no hay agentes quimioterapéuticos simples o
complejos, y el parque de equipos de radiación del país se encuentran
dañados o inoperantes por falta de presupuesto, en momentos en que se
continúan regalando a Cuba y a otros países por su adhesión, ingentes
recursos que bastarían para terminar con el calvario del paciente pobre y el
de clase media, también ahora devenido en pobretón.
Al desplome de la atención médica pública -también diseñada desde Cuba, con
mala intención y alevosía-, ha seguido el inicio de una progresiva la ruina
de la medicina privada. La plétora de pacientes provenientes del sector
público, el regateo de divisas o su no otorgamiento para insumos,
medicamentos y tecnología, en connivencia con aseguradoras operadas por
testaferros del régimen, que además de no pagar, ajustan los actos médicos
como les viene en gana anticipan la ruina y destrucción total; así que una
vez agotados sus recursos todas las clínicas privadas pasarán a manos del
poder omnímodo del castrocomunismo para seguir el mismo camino de las
empresas del estado, ruinosas, quebradas e inoperantes...
Produce una sonrisa compasiva cuando algún ingenuo -de los que tantos
existen-, posiblemente extraterrestre me pregunta,
-¨¿Y, tú qué crees que va a pasar...?
rafael muci dominio
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