Para el año del descubrimiento de América,
los españoles creían firmemente que el trabajo manual era un oficio vil y que
por lo tanto, las labores de médico, artesano, fabricante y mercader les
correspondían a los musulmanes y judíos. Con la expulsión de estos grupos el
mismo año de 1492, España se quedó sin trabajadores artesanales y salvo los
miserables campesinos, el resto de la población se sentían jefes feudales.
Es por eso que los conquistadores españoles,
una vez en América, tomaban una actitud de desprecio hacia los trabajos
manuales, siendo estos realizados por los indios. Pero como complemento a la
desidia del blanco estaba la flojera del indio. Como diría Andrés Bello: “la
indolente ociosidad de los naturales”.
En ellos no funcionaban los alicientes económicos porque así como
estaban, estaban bien.
Lo cierto es que este culto a la apatía
continuó teniendo vigencia a través de los siglos y se homogeneizó en la
población, arrastrando consigo todo el fardo de prejuicios de las costumbres
ancestrales. La aparición del petróleo trasladó el campo a la ciudad. De tal
bohío tal rancho, de tal padrote tal marginado.
En la actualidad, el campesino promedio y el
marginado citadino, son indios disfrazados de trabajadores que no ven en el
trabajo un medio de superación sino más bien una manera de pasar el día. El
trabajo no representa un instrumento de cambio, un camino para una meta
deseada, el trabajo es sencillamente la vida misma. Puede trabajar cuando se lo
pida el cuerpo y dejar de hacerlo cuando se obstine o le caiga mal el jefe. Es
por eso que son insensibles a los incentivos materiales, recelosos de la
innovación y con la inercia del conformismo; simplemente, en la mayoría de los
casos, no les interesa producir más
Es a este vasto conglomerado a quien el
oficialismo explota en sus instintos y prejuicios ancestrales para inculcar la
ideología comunista mediante la limosna desmedida, cantos de sirenas y fomento
de la vagancia. Por eso seguirán triunfando. Por favor, que alguien le haga
llegar este escrito a la MUD. Mientras esto no se entienda no se podrá cambiar
el futuro. Que oiga quien tiene oídos…
Ernesto
Garcia
garciamacgregor@gmail.com
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