La historia de la Cuba republicana se caracterizó por la inestabilidad y las ambiciones de poder de
grupos políticos que las más de las veces respondían a designios muy propios, y
no a proyectos en los que el país fuera la prioridad, aunque es justo afirmar
que Cuba no era una excepción en el hemisferio.
Los países del continente en su recorrer
republicano han sufrido severas convulsiones de carácter social y político, y
la mayor de las Antillas era una más
entre sus iguales.
El país, al igual que el resto de América,
proyectó mucho de su hacer alrededor de figuras notables que en muchas
ocasiones eran caudillos que confundían sus
agendas personales con las nacionales, como fueron los casos entre
otros, de José Miguel Gómez, Mario García Menocal, Fulgencio Batista, y otros,
pero tampoco faltaron a la nación verdaderos patriotas que hicieron todo lo
posible por concretar una sociedad justa y democrática
Líderes políticos de la oposición y gobiernos,
fueron en ocasiones promotores de intervenciones o mediaciones de parte de
Estados Unidos en la política cubana.
El
primer presidente, Don Tomas Estrada Palma propició una intervención de Estados
Unidos, otros mandatarios siguieron sus pasos, por lo que es probable que las
mediaciones e intervenciones estadounidenses generaran en algunos sectores
políticos del pasado y del presente, la placentera convicción de que siempre
sería posible recurrir a un factor extranjero para que le sacaran las castañas
del fuego.
A
pesar de la actitud de ciertos políticos la mayoría del pueblo cubano era
nacionalista, convicción que se acentuó durante el segundo gobierno de Gerardo
Machado, particularmente en el sector estudiantil, protagonista clave en el fin
del mandato del general de la independencia.
A principios de los años 30, se agudizó la
espiral de violencia que vivía el país y el régimen de Machado, que había
disfrutado del apoyo y simpatías de Washington, empezó a convertirse en un
aliado no deseado para este.
En el mes de marzo de 1933 el presidente de Estados Unidos, Franklin D.
Roosvelt, designó a Summer Welles,
embajador en Cuba y enviado especial, iniciándose la conocida "Mediación",
que fue respaldada por un amplio sector de la oposición, sin embargo la caída
del General inicio en el país un proceso nacionalista sin precedentes.
Es
indiscutible que estas mediaciones e intervenciones de Estados Unidos crearon
en ciertos sectores políticos una relativa dependencia.
Para estos sectores el apoyo externo posibilitaba,
según el caso, evadir compromisos, catapultarse en la lucha por el poder o en
la conservación del mismo. Aparentemente consideraban posible conjugar los
intereses foráneos con los nacionales y personales.
Fulgencio Batista, después de concluido el
gobierno de Grau San Martín, se convirtió en el verdadero poder en la isla y en
1940, por medio de unas elecciones, legitimó su poder en el marco de una nueva
constitución.
Batista retornó al gobierno en 1952 por medio
de un golpe militar. Las relaciones con Estados Unidos fueron excelentes, hasta
que Washington decidió retirarle su confianza.
En 1959, Fidel Castro instaura en la isla la dictadura más cruenta que haya padecido el hemisferio, internacionalizándola al subvertir el orden político en el continente e iniciar una política hostil contra Estados Unidos.
El padrinazgo de la Unión Soviética a Castro
fue un factor determinante para que sectores de la oposición procuraran la
ayuda de Estados Unidos, que afectado en sus intereses económicos y políticos,
no dudó en prestar su apoyo.
Cuba se transformó en satélite de la URSS y
en su plataforma política y militar en el continente. Bases de submarinos y
espionaje electrónico y de cohetes balísticos con capacidad nuclear. Más de
cincuenta mil militares soviéticos estuvieron desplazados en suelo cubano.
No obstante la dependencia de La Habana de
Moscú sirvió al castrismo para adquirir una clientela política propia, y
desarrollar un proyecto hegemónico, que aunque dependiente del soviético, tuvo
sus propios perfiles, factor que posibilitó entre otros componentes, la
sobrevivencia del castrismo después de la caída del Kremlin, la creación del
Foro de Sao Paulo y el apoyo logístico para el surgimiento y desarrollo de las
dictaduras institucionales del inexplicable socialismo del Siglo XXI.
Pero si el castrismo continúa atentando
contra las democracias del hemisferio, quienes se le oponen no han cesado en su
compromiso de combatirlo más allá de los resultados.
En la isla, a pesar de más de cinco
décadas, la confrontación de los hombres
libres contra la voluntad esclavista de régimen persiste y en el exterior, los
exiliados continúan dando muestras de su compromiso con la democracia, y como
si fuera poco, en numerosas ocasiones han logrado vincular la causa que les inspira con los intereses
nacionales e internacionales del país que les acoge.
Pedro
Corzo
pedroc1943@msn.com
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