sábado, 28 de diciembre de 2013

ALEXIS ORTIZ, DOS ALBERTOS Y UN FRANCISCO

“Un negocio cuya existencia depende de pagar menos a sus empleados no merece estar en este país” Franklin Delano Roosevelt

Los demócratas genuinos discuten con enjundia y sin maltratarse. Tal fue el paradigmático debate entre mis dos amigos Albertos: Muller, católico modélico y Carlos Alberto Montaner, agnóstico lúcido y simpático.

La discusión entre ellos en torno a aseveraciones del Santo Padre Francisco en la encíclica “Alegría del Evangelio”, me incitó  a una reflexión sobre el justo punto medio de las cosas (aurea mediocritas de Horacio), la necesidad de incesante búsqueda del centro, vital en estos albores del tercer milenio.

Sobre todo en política para los conservadores es mejor que deriven a lo que llaman centro derecha, y, los socialistas hacia centro izquierda. Esos desplazamientos doctrinarios facilitan el diálogo y por ende, la convivencia social, el avance de las ideas y los entendimientos.

 Porque la política bien entendida es la búsqueda incansable de los acuerdos, el consenso, y, el rechazo sin ambages al conflicto, las confrontaciones estériles, prescindibles, inconducentes…

Así podemos tener claro que la batalla histórica se la ganó el libre mercado, las libertades económicas y políticas, el capitalismo; al estatismo, el autoritarismo político y la negación de la propiedad privada, o sea el socialismo de inspiración marxista.

Eso está claro. Lo que no autoriza para una supersticiosa veneración del mercado. La idea de que basta con las libertades económicas para que la producción y la sociedad se organicen de un modo equitativo.

Alguien hablo de tanto mercado como sea posible y tanto estado como sea necesario. Dejar las cosas a las azarosas fuerzas ciegas del mercado, al arbitrio de capitalistas golosos es algo tan improcedente como confiar la suerte de las masas a un estado entrometido y prepotente.

Por eso son pertinentes polémicas como la de los dos Albertos y posturas como las de Su Santidad Francisco en su afán de ser vocero de los preteridos. Necesitamos un capitalismo solidario, responsable, interesado en superar la pobreza y la frivolidad, no empantanado en la codicia, en producir consumistas dóciles y sacarle provecho ultrajante al trabajo del prójimo.

Algunos caudillos del socialismo anacrónico proclaman que ser rico es malo. Eso es una necedad. Pero hay que apostar por un orden social con muchos ricos y pocos pobres y no al revés. Para eso se necesita gente de pueblo emprendedora y llena de confianza en sus posibilidades, sin vocación de limosneros del estado y, desde luego,  empresarios comprometidos no solo con el crecimiento económico, sino también con el desarrollo integral, sustentable.

jalexisortiz@hotmail.com

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