viernes, 22 de noviembre de 2013

TRINO MÁRQUEZ, LA FÓRMULA ROJA

         La fórmula comunista para resolver los problemas económicos, y en general sociales, posee la simpleza del pensamiento rústico. Parte de suponer que si en una sociedad no se producen suficientes bienes y servicios, y estos no alcanzan para cubrir las necesidades de toda la población, es porque lo impide un grupo de hombres perversos, movidos por el afán de lucro desmedido y el egoísmo. 

           
El germen de la maldad lo alimenta la propiedad privada de los medios de producción. Los adversarios se reúnen en dos géneros: las personas de carne y hueso inspiradas por fines  perversos; y los valores derivados de la propiedad privada.

         Identificados los enemigos hay que pasar a la etapa siguiente: su aniquilamiento. Frente a la guerra desatada por la burguesía parasitaria, cadivista, la contraofensiva debe basarse en aplicarle toda la fuerza del Estado. Antes de atacar hay que resolver algunas interrogantes: ¿se les destruye utilizando solo el Estado –el aparato judicial y los órganos represivos- o se apela al pueblo para que con sus propias manos cobre venganza por los maltratos recibidos?; ¿o, mejor aún, se combinan ambos factores para que armen una tenaza irresistible? ¿Cuál revolución no acude a las masas y se apoya en ellas?
         El enfrentamiento al enemigo principal tiene que ser permanente para que surta los efectos esperados. Hay que definir estrategias de combate para que la lucha no esté dominada por el azar. Nadie mejor que los militares para trazar esas líneas generales, definir los grandes y pequeños objetivos, actuar en el largo plazo y en la coyuntura con la misma habilidad. Por eso conviene crear, por ejemplo, el Comando Estratégico Operativo de la Economía, presidido por un militar activo. La economía no es más que un cuartel central que se maneja dando órdenes, dictando decretos, alzando la voz. La actividad económica transcurre como la de todo laboratorio: sus variables pueden controlarse e intervenirse.
         La fórmula roja es pedestre. Hayek la criticaría diciendo: el orden económico comunista está sometido a las normas rígidas de las organizaciones cerradas, en la que no existe la espontaneidad, ni la libre relación entre sus agentes.
         Esta receta fue utilizada durante décadas, con algunas variaciones, en la antigua URSS, Europa del Este, China, Vietnam. Los resultados son ampliamente conocidos. Todos esos países abandonaron a distintos ritmos la economía militarista, el intervencionismo desmedido, la estatización y el colectivismo. Rusia, a pesar de que no ha logrado superar los problemas generados por las mafias enquistadas en la industria, crece a una velocidad contenida. China pasó a ser la segunda economía del planeta. Las naciones de Europa Oriental han ido saliendo de la miseria en  la que las dejó el comunismo. Vietnam adoptó el modelo chino -economía de mercado con una fuerte dosis de control político-, lo que le ha permitido convertirse en una pujante nación emergente.
        En el otro lado  se encuentra la pobre Cuba, aferrada  aún a la tradición  militarista y estatista. En el territorio caribeño los particulares no pueden abrir ni siquiera salas de cine privadas porque el Estado omnipotente lo prohíbe. La sombra del viejo autócrata comunista Fidel Castro, sigue dominando. La dictadura optó por vivir del subsidio de Maduro y de las transferencias de los cubanos residentes en Florida.
         En una etapa en la cual la manera comunista de conducir la economía ha sido abandonada en todo el mundo hasta por sus promotores, por inútil y dañina, la verdadera trilogía del mal -Maduro, Giordani y Ramírez- la retoma con furia, odio y populismo del más grotesco. Los recientes ataques a las tiendas de productos electrodomésticos y de línea blanca -que progresivamente se ha extendido a casi todas las ramas comerciales- muestran el lado más perverso del método rojo, asentado en la revancha y el desprecio al Estado de Derecho, al diálogo y a la convivencia pacífica. Estas embestidas, que se mueven por los terrenos de la delincuencia, complementan las medidas disparatas para combatir la inflación y establecer los “precios justos”, y los organismos demenciales creados para sofocar la indisciplina del dólar paralelo. 
    El Centro Nacional de Comercio Exterior será otra entelequia centralizada, que solo fortalecerá el poder del Gobierno y debilitará aún más la ya frágil economía privada. Los particulares tendrán que someterse a nuevos y mayores tormentos para obtener la venia de unos burócratas arrogantes.
         La fórmula roja nos aplasta. El 8-D será una oportunidad para rebelarnos.
         @trinomarquezc

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