La fórmula comunista para resolver los
problemas económicos, y en general sociales, posee la simpleza del pensamiento
rústico. Parte de suponer que si en una sociedad no se producen suficientes
bienes y servicios, y estos no alcanzan para cubrir las necesidades de toda la
población, es porque lo impide un grupo de hombres perversos, movidos por el
afán de lucro desmedido y el egoísmo.
Identificados
los enemigos hay que pasar a la etapa siguiente: su aniquilamiento. Frente a la
guerra desatada por la burguesía parasitaria, cadivista, la contraofensiva debe
basarse en aplicarle toda la fuerza del Estado. Antes de atacar hay que
resolver algunas interrogantes: ¿se les destruye utilizando solo el Estado –el
aparato judicial y los órganos represivos- o se apela al pueblo para que con
sus propias manos cobre venganza por los maltratos recibidos?; ¿o, mejor aún,
se combinan ambos factores para que armen una tenaza irresistible? ¿Cuál
revolución no acude a las masas y se apoya en ellas?
El
enfrentamiento al enemigo principal tiene que ser permanente para que surta los
efectos esperados. Hay que definir estrategias de combate para que la lucha no
esté dominada por el azar. Nadie mejor que los militares para trazar esas
líneas generales, definir los grandes y pequeños objetivos, actuar en el largo
plazo y en la coyuntura con la misma habilidad. Por eso conviene crear, por
ejemplo, el Comando Estratégico Operativo de la Economía, presidido por un
militar activo. La economía no es más que un cuartel central que se maneja
dando órdenes, dictando decretos, alzando la voz. La actividad económica transcurre
como la de todo laboratorio: sus variables pueden controlarse e intervenirse.
La
fórmula roja es pedestre. Hayek la criticaría diciendo: el orden económico
comunista está sometido a las normas rígidas de las organizaciones cerradas, en la que no existe la espontaneidad, ni la libre relación entre sus
agentes.
Esta
receta fue utilizada durante décadas, con algunas variaciones, en la antigua
URSS, Europa del Este, China, Vietnam. Los resultados son ampliamente
conocidos. Todos esos países abandonaron a distintos ritmos la economía
militarista, el intervencionismo desmedido, la estatización y el colectivismo.
Rusia, a pesar de que no ha logrado superar los problemas generados por las
mafias enquistadas en la industria, crece a una velocidad contenida. China pasó
a ser la segunda economía del planeta. Las naciones de Europa Oriental han ido
saliendo de la miseria en la que las
dejó el comunismo. Vietnam adoptó el modelo chino -economía de mercado con una
fuerte dosis de control político-, lo que le ha permitido convertirse en una
pujante nación emergente.
En el otro lado se encuentra la pobre Cuba, aferrada aún a la tradición militarista y estatista. En el territorio
caribeño los particulares no pueden abrir ni siquiera salas de cine privadas
porque el Estado omnipotente lo prohíbe. La sombra del viejo autócrata
comunista Fidel Castro, sigue dominando. La dictadura optó por vivir del
subsidio de Maduro y de las transferencias de los cubanos residentes en
Florida.
En
una etapa en la cual la manera comunista de conducir la economía ha sido
abandonada en todo el mundo hasta por sus promotores, por inútil y dañina, la
verdadera trilogía del mal -Maduro, Giordani y Ramírez- la retoma con furia,
odio y populismo del más grotesco. Los recientes ataques a las tiendas de
productos electrodomésticos y de línea blanca -que progresivamente se ha
extendido a casi todas las ramas comerciales- muestran el lado más perverso del
método rojo, asentado en la revancha y el desprecio al Estado de Derecho, al
diálogo y a la convivencia pacífica. Estas embestidas, que se mueven por los
terrenos de la delincuencia, complementan las medidas disparatas para combatir
la inflación y establecer los “precios justos”, y los organismos demenciales creados
para sofocar la indisciplina del dólar paralelo.
El Centro Nacional de Comercio
Exterior será otra entelequia centralizada, que solo fortalecerá el poder del
Gobierno y debilitará aún más la ya frágil economía privada. Los particulares
tendrán que someterse a nuevos y mayores tormentos para obtener la venia de
unos burócratas arrogantes.
La
fórmula roja nos aplasta. El 8-D será una oportunidad para rebelarnos.
@trinomarquezc
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