sábado, 30 de noviembre de 2013

TRINO MÁRQUEZ, EL GIRO MILITARISTA DE MADURO

Nicolás Maduro, poco después del 14 de abril, comenzó un giro progresivo e indetenible hacia la izquierda radical militarista. Ahora levanta las banderas de un modelo que se mueve entre la Cuba de los años 60, cuando el abogado Fidel Castro paseaba su enorme figura trajeado de verde oliva, y el régimen del general  Juan F. Velasco Alvarado, quien martirizó a Perú entre 1968 y 1975. No queda nada de aquel funcionario simpaticón que representó al Gobierno en la Mesa de Negociación y Acuerdos, y que  estuvo en la Presidencia de la Asamblea Nacional, la Cancillería y la Vicepresidencia de la República.
Ahora es un mandatario arrogante y autoritario que regaña, amenaza, extorsiona y acosa desde los comerciantes e industriales hasta la oposición. No le bastaba con poseer el control de todos los poderes del Estado. Quería una habilitante para reafirmar su condición de líder, aunque pocos de sus partidarios lo reconocen como tal. Aumentó el dominio de los medios de comunicación. Cinco importantes periódicos del interior han tenido que cerrar. Los dueños originales de Globovisión se vieron forzados a venderla. Ha hablado más en cadena de radio y televisión que el mismísimo Chávez, algo que parecía imposible. Invisibilizó a la oposición en todos los medios oficiales y en una parte importante de los que todavía no lo son.
         ¿Ese desplazamiento hacia la izquierda más troglodita afincada en la fuerza de las bayonetas a qué se debe? Aventuremos algunas hipótesis. El hombre honra la formación comunista recibida en Cuba en su temprana juventud y, en efecto, considera al Che Guevara y a Fidel Castro –dos capitostes de la izquierda antediluviana- como modelos cuyas enseñanzas hay que seguir y aplicar. Según esa presunción habría que suponer que ahora cuando detenta plenamente el poder está dispuesto a materializar sus antiguos sueños castroguevaristas.
Esta conjetura, aunque puede ser cierta, es insuficiente. No dudo de que Maduro sea un comunista convencido y, como la mayoría, lleno de incongruencias, entre ellas el boato en el que le gusta vivir. Sus giras al exterior son todo, menos austeras. Era el mismo estilo de  Leonid Brezhnev, en Rusia, y Herber Honecher, en Alemania oriental, ambos comunistas de pura cepa que vivían en medio de la opulencia. El mito de los comunistas ascetas lo inventaron unos vivos rojos que querían aprovecharse de los ingenuos.  Así es que el hombre es un comunista y cuenta con ideólogos como Jorge Giordani, Eduardo Samán,  Haiman el Troudi y la gente del Centro Internacional Miranda, que recomienda imponer en Venezuela todo lo que no logran en España.
Esos personajes, sin embargo,  carecen de peso específico dentro del régimen y no pueden garantizarle al heredero la estabilidad que necesita para preservarse en Miraflores. Ideología sin fuerza no sirve para nada. Aquí es donde aparecen los militares. Maduro necesita blindarse. El hombre tiene demasiados enemigos internos, disfruta de escaso reconocimiento en sus propias filas. Requiere una columna que lo soporte. Ese apoyo no puede proporcionárselo el PSUV porque quien lo controla es su archirrival, Diosdado Cabello. La única opción que le queda para mantenerse con vida es entregarse en manos  de los militares. Darles cada vez mayores competencias y atribuciones, incluso en áreas donde los oficiales carecen de experiencia y conocimientos. Por eso los vemos en todos lados, menos en las fronteras, donde deberían estar. Al general Hebert García Plaza, al frente del Comando Estratégico para la Defensa de la Economía,  y al general Wilmer Barrientos, liderando la toma de comercios de electrodomésticos. Esos señores ni siquiera cursaron estudios de economía en la antigua República Democrática Alemana, como algunos diputados del PSUV, quienes lucen pintados en  la pared, limitándose a respaldar las medidas ilegales adoptadas por Maduro con la camarilla de oficiales que lo rodea.
Los militares son el remo utilizado por Maduro para completar la travesía. En este terreno le sacó ventaja a Diosdado. El costo de esa entrega es que pasó a ser rehén del Alto Mando. Lo que debe estar dilucidándose internamente es cómo quedan los cubanos en este ajedrez tan complicado. Se habla de un distanciamiento entre los cubanos y los militares vernáculos. No hay evidencias palpables de ese alejamiento. De lo que sí no hay dudas es de que el régimen de Maduro es cada vez más militarista y menos democrático.
Si quiere comenzar a recuperar y reconstruir la democracia, vote el 8-D.
@trinomarquezc

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