Ahora sabemos que las medidas confiscatorias
adoptadas por el Gobierno durante los últimos días, que al parecer se
extenderán a todos los sectores de la economía, y que por ahora han afectado
especialmente a los comerciantes dedicados a la venta de productos de línea
blanca y electrodomésticos, no se le
ocurrieron a Maduro. Para nada.
El muchacho de ¿El Valle?, ¿Santa Rosalía?,
¿San Cristóbal? (tiene tantos lugares de nacimiento) suele plagiar sin citas de
pie de página.
En este caso se copió, nuevamente, de uno de
los tiranos más oprobiosos del planeta: Robert Mugabe, quien en 2007 puso en marcha la Operación
Reducción de Precios, frente a la “Guerra Económica” que su enfermiza y
autoritaria mente había imaginado, y cuyo ejército estaba conformado por los
industriales y comerciantes del Zimbabue. Las consecuencias de su delirio
criminal e irresponsable fueron catastróficas para ese miserable país. Se
desató una de las inflaciones más pavorosas de las que se tenga memoria. En
Internet puede encontrarse un detallado reportaje acerca del tema escrito por el periodista
inglés Chris McGreal para el periódico de Guardian.
No tengo dudas de que lo mismo ocurrirá en
Venezuela. Aquí todavía existe un marco constitucional y normativo que debe
respetarse, y quien primero debe acatarlo es el Ejecutivo Nacional. Al país no
le conviene que el Estado decrete de forma unilateral, inconsulta e ilegal,
rebajas compulsivas en los productos que se venden en los comercios. Si algún
comercio incurre en una irregularidad, esta tiene que ser investigada y
demostrada por los órganos competentes. En ese caso, los responsables deben
recibir las sanciones contempladas en el ordenamiento legal, ya suficientemente
punitivo.
La Ley del Indepabis no debe utilizarse como
burladero legal para destruir establecimientos que cumplen con toda la
engorrosa lista de trámites que el Estado exige para conceder permisos de
instalación y funcionamiento, que pagan una nómina costosa y cancelan la amplia
variedad de impuestos establecidos en la ley.
Resulta muy grave que el Estado adopte
resoluciones que propician la formación de atmósferas que inciten a saqueos, y
estimulan la confrontación social y la lucha de clases. La paz, la confianza y
la seguridad jurídica son esenciales para crear un ambiente que atraiga las
inversiones, tanto extranjeras como nacionales, y fomente el empleo productivo,
estable y bien remunerado. El
comportamiento del gobierno desestimula y aleja a los potenciales
inversionistas que podrían interesarse por colocar sus capitales en Venezuela.
¿Después de ver el asalto a Daka, las largas colas para aprovechar el festín
populista y la incitación a la venganza de parte de Maduro, cuál empresario
sensato va a arriesgarse a colocar su dinero en esta nación?
El único responsable del aumento de precios
en los electrodomésticos y en todos los productos consumidos por los
venezolanos es el Gobierno, que persiste en mantener un control de cambios
injustificable, fracasado y dañino.
El trío diabólico –Maduro, Giordani y
Ramírez- enfrenta la rebelión del paralelo
propiciando ambientes donde germina la violencia y se quebrantan los
principios y derechos establecidos en la Constitución, el Código de Comercio y el Código Civil, aún vigentes, y
se elimina la posibilidad de que
Venezuela cuente con una economía saludable, que fomente el desarrollo y la
equidad.
Maduro está desesperado por su erosión y la
de su equipo en las encuestas. La consulta de diciembre lo persigue. Sin
embargo, la cercanía de las elecciones
del 8-D no puede transformarse en excusa para que el errático mandatario apele
a medidas efectistas de corte demagógico,
que hunden la imagen internacional del país, mostrándolo como una
sociedad sin normas, dominado por turbas
enardecidas y bajo la tutela de militares que medran de la
descomposición. Esas medidas descuadernan aún más la economía, y alimentan una
cultura popular basada en la dádiva del Estado y en el comportamiento
arbitrario de los órganos oficiales.
En nombre de la seguridad jurídica, la
abolición de la discrecionalidad y la creación de un clima de confianza en el
país, hay oponerse con firmeza a todo acto ilegal que conspire contra el Estado
de Derecho. Ya los rojos asaltaron PDVSA, fincas, haciendas, hatos, edificios,
casas. Los resultados están allí. Son el caos y la miseria, material y humana.
@trinomarquezc
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