El pillaje y el saqueo sobre los pueblos
oprimidos y vencidos era la promesa de oro de los conquistadores, los ejércitos
invasores apenas podían ser contenidos ante la promesa de apropiarse de lo que
cayera en sus manos, fuera personas, animales o bienes.
El saqueo es el gran pecado de los
imperialistas, del coloniaje, de los esclavistas; de un momento a otro, las
fortunas cambian de manos, se violaban los hogares y los negocios de pueblos
que eran prósperos, se abusaba de sus mujeres y niños, y una larga fila de
hombres encadenados terminaba llevando a sus espaldas lo que habían adquirido
con mucho esfuerzo, para que otros, los saqueadores, lo disfrutaran por medio
de la fuerza bruta.
El saqueo es el último escalón de la humanidad antes de entrar de lleno en la animalidad; en la ley de la selva, en el “sálvese quien pueda”, encarna la vigencia de la avaricia y el crimen.
Cuando un pueblo llega al saqueo, emite una
clara señal de que ha perdido su condición de civilizado y se encuentra en los
estadios de la sobrevivencia; son los salvajes en la calle, como los vampiros
buscando desesperadamente sangre fresca, o los zombis persiguiendo la vida… donde
hay saqueos, hay desesperación, ignorancia y mucho miedo.
Pero el chavismo ha distorsionado el término,
el saqueo ahora tiene pretensiones de algo civilizado, el socialismo del siglo
XXI le ha dado un nuevo ropaje al pillaje, vendiéndolo ahora de un acto de
justicia social, por supuesto, en medio de una guerra económica de ricos contra
pobres; en ese retorcido contexto, el
saqueo se presenta como una manera de igualar las cosas, pero eso sí, de manera
organizada, haciendo cola, tomando numeritos, anotándote en una lista de la
misma Guardia Nacional, la que supuestamente debería velar por el orden
público, en uniformes y con sus armas prestas, que cuida que el saqueo sea
llevado con cierta dignidad, son ellos los que reparten el tesoro.
Cuando alguien, que se dice Presidente de la
República, ordena, por cadena nacional, el saqueo de tiendas y negocios,
acusando a sus propietarios de estar atentando contra el pueblo, de ser
responsables de una guerra económica “silenciosa” contra el país, precisamente
días antes de las elecciones municipales, en medio de una abstrusa crisis
económica propiciada por el partido de gobierno, justamente cuando su supuesta
popularidad se ve seriamente cuestionada, las personas conscientes deberían
detenerse y pensar “¿Es esto normal?”.
¿Es normal que, luego de provocar nerviosismo
y temor en la sociedad, por medio de estos actos vandálicos se aproveche para
prohibir, de manera ilegal, portales y paginas en internet? ¿Que se amenace al
sector privado con una avalancha de inspecciones y fiscalizaciones, para que
bajen los precios de sus bienes y productos, con la finalidad de crear la
ilusión, en la gente más ignara, de que las cosas no están tan mal?
Las cámaras y otros medios de comunicación,
apostados frente a esos negocios, escogidos para hacerlos vender a precios
solidarios, retratan a gente feliz con sus grandes televisores, neveras y
tostiarepas, luego de hacer varias horas de cola bajo el sol y la lluvia, y nos
devuelven la imagen de unos pseudo-revolucionarios, de un pueblo que todavía no
olvida sus hábitos consumidores; fíjense que no se trata de bienes de primera
necesidad, ni de alimentos, son aparatos Blue Ray y consolas de video juegos,
es la navidad por adelantado, es de nuevo el gobierno socialista haciendo de
Santa Claus (vestidos de verde olivo y con sus Kalashnikovs), con el mensaje:
“Con nosotros, los socialistas, podrás tener lo mejor de la tecnología a bajos
precios y, a veces, de gratis”
Pero luego de rebobinar esa diabólica parodia
capitalista, precisamos que la situación económica del país fue creada por ese
socialismo diseñado para saqueadores; el gobierno aparece como el único
responsable de la imparable inflación, de la perdida incontrolable del poder
adquisitivo de nuestra moneda, del desabastecimiento, de que no haya
inversiones, de que cada día se incremente el desempleo… y esto ocurre porque
el gobierno es el único que recibe dólares, y no quiere que los venezolanos
tengamos acceso a los mismos, no los “pichirrea” y controla para que no los
gastemos en bienes suntuarios, cuando sabe que la ambición por la comodidad y
el lujo está en el ADN del venezolano… el gobierno es el único que controla
aduanas y puertos, quiere ser el único importador, quien impone precios y
ganancias.
El gobierno chavista es el que ha saqueado
nuestras reservas de oro, la industria petrolera, nuestros bolsillos por medio
de las devaluaciones, nuestros campos e industrias, ahora le toca al comercio.
Es el gobierno chavista el que hace los
negocios retorcidos con los dueños de empresas afines (esos que abren grandes
tiendas en Panamá y Miami, para lavar los dólares de la corrupción) que ya no
quieren seguir en el país; el que compra
los inventarios viejos para “saquearlos” de manera selectiva (aunque olvidan que, cuando destapan los demonios del
desorden, no hay manera de devolverlos a la botella); el que apuesta, con estas
políticas del pillaje, a que jamás y nunca vendrá inversión privada al país; el
que crea miseria, más desempleo, temor y desestabilización. Ellos son los que
deberían estar más asustados!
El país está a las puertas del infierno, la
gente está empujando para que le abran… y cuando entremos, será muy tarde –
saulgodoy@gmail.com
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