viernes, 22 de noviembre de 2013

PEDRO PAUL BELLO, CARECEMOS DEL SENTIDO DE CIUDADANIA.

Ese importante venezolano que fue Don Rómulo Gallegos, escribió en la Revista Alborada, la misma que con otros distinguidos compatriotas fundara en 1909, dejando estampada esta reflexión para el futuro:  

"Nada importa el valor teórico de un principio o de una ley, si no ha penetrado en la conciencia de un pueblo;  el nuestro viola las suyas porque las ignora casi siempre, y no porque estén en pugna con su naturaleza, sino porque en su naturaleza no está respetarlas."

Advertencia tan contundente, hecha a más de un siglo y procedente de quien la escribió, algo ha debido sembrar en la conciencia del venezolano. Sin embargo, como a diario se constata, especialmente en estos trágicos tiempos que vivimos en todas las ciudades y poblados de nuestro país, ello no ha sido así.  

¿Por qué será? podemos preguntarnos. 

Responder a ello no cabe en estas cortas cuartillas: habría necesidad, quizá, de escribir un grueso tomo de  libro con algunos cientos de páginas, para dar cuenta de la compleja realidad que colecciona causas y efectos de variados "porque", a fin de tratar de dar precaria explicación  de aquello.

En un trabajo que, al fin, está por ser publicado, cometí la osadía de expresar algunos hechos, circunstancias y razones que, a mi manera de ver, concurren en el proceso de desarrollo y malformación de nuestra manera histórica de ser ciudadanos en esta amada Patria venezolana que, como de la suya dijera Ortega y Gasset, tiene profundos rasgos de invertebración.

Pero, cuidado: se habla de la tierra propia como patria, cual si se tratara de algo ajeno a nosotros, sus ciudadanos.  Pero no nos percatamos de que no es ella, la patria o la nación, la que es invertebrada. Lo hacemos como si se tratara de algo separado o ajeno de nosotros, sus ciudadanos...Pero no pensamos que si la patria es invertebrada es porque lo somos nosotros, sus ciudadanos. 

La Patria, la propia tierra, es una entidad que es una realidad histórico-convencional. ¡Sí! No existe entre la tierra en la que se nace  --o donde uno se asienta procedente de otra tierra--  una suerte de relación de filiación tal como la que hay entre los hijos y sus genitores que, en los genes, transmiten tendencias, inclinaciones y maneras de ser que, si bien no son determinaciones absolutas, pueden llegar a serlo en función del uso personal de la libertad interior de padres e hijos, así como de la conciencia de cada cual.

El concepto de ciudadanía significa la conciencia y la aceptación de plena pertenencia a una Comunidad que tiene mayor dimensión física y diferentes compromisos y relaciones personales, con respecto a los que existen en los hogares familiares.

Se trata, entonces, de una pertenencia que está al margen de todas las desigualdades que existen en ella, pues el concepto de ciudadanía define una igualdad que es de base para todos los miembros de la sociedad y cuyo alcance es distinto a los que existen, con sus diferentes particularidades, en los hogares domésticos.

En lo más hondo, la igualdad en la Sociedad General se funda en la realidad de la existencia de una naturaleza humana que es común a todas las personas por el solo hecho de ser tales. De ello dimana un conjunto de derechos que son correlativos de deberes que tienen las personas en tanto miembros de una sociedad y, por tanto ciudadanas.

Así, no es que el Estado, porque garantice los derechos humanos  --obviamente Estados democráticos--  sea la fuente del derecho.  La obligación del Estado es garantizarlos, igual que como al policía  --agente del Estado--  corresponde garantizar la vida de las personas pero no es la fuente de esas vidas, tampoco el Estado es la fuente de los derechos ciudadanos. Solo las tiranías y totalitarismos pretenden convertirse en tal aberración. 

De esta misma concepción no solo se postula la igualdad de las personas en tanto tienen semejante dignidad, sino que, además, se reconoce que se trata del tener una igualdad esencial que, en el plano de la esencialidad es común a todas las personas de todas las patrias.  En este punto, aclaremos, es obvio que no es posible  pensar y respetar una inexistente igualdad existencial, pues todos los seres humanos somos existencialmente diferentes y distintos, de tal manera que no existe ni existirá otro semejante a alguno cualquiera, porque cada criatura humana es única e irrepetible en el tiempo y en el espacio, y en toda la extensión del cosmos y por los siglos de los siglos. 

Entonces, cual conclusión de lo anteriormente expresado, si la Nación es invertebrada es porque muchos ciudadanos lo somos. En efecto, la Nación venezolana no es la tierra que pisamos y en la que nos asentamos sedentariamente, ni las montañas sean colinas o cumbres inmensas; ni los ríos, sean arroyuelos o Corrientes tormentosas;  ni los valles extendidos hasta perderse en lontananza. No. Venezuela somos nosotros los venezolanos; seres humanos aquí nacidos o llegados para arraigarse; seres con nuestros errar y aprender; con nuestro decir y enseñar; con nuestro querer u odiar.

El tema, entonces, conduce necesariamente a revisar a fondo el concepto de ciudadanía, no para ilustrarnos, sino para actuar en consecuencia.

El moderno concepto de ciudadanía comprende las tres dimensiones de la Sociedad: civil, política y propiamente social. La dimensión civil trata sobre las relaciones que los miembros de la Sociedad tejen entre ellos. Estas se agrupan en dos sub-categorías: relaciones interpersonales y relaciones personales.  Acá tiene su asiento el derecho, en cuanto que garantiza la justicia en esas relaciones, significando garantías para las diversas expresiones de la libertad individual  y asegurando el general derecho a la justicia.

La sub-categoría de las relaciones interpersonales se refiere a los tipos de intercambios que derivan de proximidad o vecindad del Otro: familiares, amistosos, laborales, comerciales. culturales, deportivos, etc. La categoría civil también abarca intercambios con semejantes que no corresponden a una sistemática orgánica, como los anteriores, sino a la casualidad de encuentros frecuentes o diversificados, que las personas tienen con semejantes no conocidos de manera personal sino accidental: policías de tránsito o no; espectadores de un deporte o espectáculo; dependientes de tiendas, etc.  En la sub-categoría de las relaciones impersonales, cuyos encuentros son de gran importancia social, estos se realizan mayormente en los denominados espacios públicos, que no son simples ámbitos espaciales.

Por su parte, la dimensión política comprende la participación en actos de orientación del cuerpo social hacia el alcance de su finalidad que, como antes referimos, es el Bien Común General, función que es propia del Estado, pero en cuyas actuaciones al ciudadano le corresponde influir, de manera directa o indirecta, la primera  cuando ejerce funciones  y la segunda cuando, de alguna manera, puede influir en las decisiones.

La dimensión social, por último, trata de los actos en los cuales los ciudadanos pueden participar en los beneficios del Bien Común General, que proporcionan beneficios para que la Sociedad haga el desarrollo que cada persona puede potencialmente alcanzar, a fin de que, de esa manera, exista igualdad de oportunidades en adquirir conocimientos y participar en servicios importantes como, por ejemplo, es la educación.

Finalmente, sobre el tema de ciudadanía, recomiendo mucho el leer la brillante Conferencia que el Dr. Moisés Naim pronuncio, en 1990, en el Iesa para graduados en esa institución, bajo el título de "Es hora de comenzar a ser ciudadanos".

Pedro Paúl Bello

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