El espacio económico que China ocupa en el
mundo de hoy es evidente. No lo es tanto la estratégica gravitación militar que
el gigante asiático intenta consolidar en el mundo entero. Silenciosamente,
este coloso ha comenzado a hacerse de mayores espacios en este terreno,
tejiendo una red de solidaridades con países de menor desarrollo y emergentes
de manera que el equilibrio que se ha estado produciendo en el área
macroeconómica entre las naciones líderes del planeta tenga un equivalente en
el grado de influencia militar global.
Para sentarse en las primeras filas de lo
militar, junto a los grandes del planeta, es preciso contar una fortaleza
armada y nuclear propia y esa ya la adquirido el país asiático. En atención a
ello sesiona con otros de talla equivalente
en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Allí China ha estado
pisando duro. Una reciente muestra de su capacidad de influencia en temas de la
paz global fue la de vetar junto con Rusia cualquier solución que pusiera en
minusvalía a la Siria de Bashar Al Assad, aun después de que se pusiera de
bulto el atroz uso de armas químicas por
parte de Damasco que produjo la muerte de más de 1400 ciudadanos sirios.
Otra forma menos visible pero sin duda determinante, para llevar voz
cantante en materia de seguridad planetaria, es el armarse de un entramado de
solidaridades militares en la escena global, desarrollando estrechas relaciones
bilaterales desde Beijing con terceros
países a través de la venta de armas y de la asistencia tecnológica que está asociada
con el uso de las mismas.
Esta determinación China de penetrar mercados
en países con capacidad de influencia regional
ha comenzado a generar urticaria por parte de otros países de talla en
el campo de la seguridad estratégica mundial y en particular por los miembros
de la OTAN. La semana pasada un contrato por cerca de 3,440 millones de
dólares para la compra de un sistema de
defensa con misiles y radares ya
adjudicado por el gobierno turco a empresas chinas fue el objeto de gestiones
diplomáticas de Washington frente a Ankara, acciones estas que lograron la
paralización de la compra a los chinos y la apertura de un nuevo concurso en el
que participarían empresas europeas y americanas.
Así es como en los tiempos que corren, por
distintas vías la diplomacia del dragón se está asociando a una estrategia de
penetración militar con el propósito de consolidar nuevos estadios de influencia. Por ejemplo,
en algunos acuerdos de libre comercio entre países latinoamericanos y China
actualmente en negociación, los asiáticos sujetan la concesión de tratamiento
favorable a la exportación de productos a China a que las compras de armas
provenientes del país asiático también gocen de tratos preferenciales.
Países como Siria, Pakistán, Irán Libia , Turquía , Sudan y en nuestro
continente, Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú, Venezuela, Guyana y México han formado parte de acuerdos de provisión de
armamento , algunos ya ejecutados, otros en proceso de ejecución , que además de
reportar importantes ingresos para los
fabricantes chinos, actúan como
catalizadores de las relaciones diplomáticas
en épocas de paz y pueden llagar a configurar alianzas
estratégicas muy trascendentes para China en caso de conflictos.
bdemajo@gmail.com
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