El poder no autoriza a quien lo posee de manera legítima o ilegitima a humillar a un pueblo, este último debe demostrar que su dignidad está por encima de cualquier ofensa. Antonio Semprun
Con
la llegada al poder en Venezuela de un caballo de Troya, hace casi quince años,
comenzó a desdibujarse el futuro de un país que entre aciertos y errores se
enrumbaba por un sendero muy diferente al que hoy viven sus habitantes.
En
aquel momento la mayor preocupación de muchos venezolanos era que el país
navegara hacia el "mar de la felicidad" y atracara en un puerto donde
un dictador sanguinario mantenía a sus ciudadanos sumidos en una terrible miseria y a la isla
en un lugar destartalado que muestra en sus edificios y calles las consecuencia
que deja el final de una guerra.
El
apátrida que se encontraba dentro del caballo de Troya partió después de
abrirle las puertas de Venezuela a chulos cubanos, rusos, iraníes,
nicaragüenses, bolivianos y ecuatorianos, chinos, quienes como sádicos se lanzaron sobre sus
riquezas para poseerlas vulgarmente.
En
su resistida partida, en la que pedía a
Dios que le diera vida, dejo al pueblo que decía "amar" en una
desgracia mayor, le heredo la primera
magistratura del estado a un extranjero convertido en títere de maestros
titiriteros con más de cincuenta y cuatro años de experiencia en el
"arte" de destruir el futuro y los sueños de una sociedad.
El
ilegitimo heredero, ante el terror que le produce la posibilidad de perder el
poder, debido a la reacción de los venezolanos
al auto convocar una marcha, que refleja el hastió por tanto irrespeto,
burla y humillación, promueve el vandalismo y el saqueo, reafirmando así su
condición de promotor de delitos que no sancionara.
El
régimen cual hiena risueña juega con la
necesidad de los venezolanos usando venezolanos, en esa miserable manipulación
el resultado es deprimente, negocios saqueados, más desempleo, venezolanos en
estampida que en afán de lograr conseguir un pernil o un pollo aplastan compatriotas
como ocurrió en una unidad militar en la ciudad de Puerto Ordaz.
Los
venezolanos no merecemos esta humillación, correr despavoridamente para obtener
una artículo que le permita sobrevivir y morir en ese intento. Lo que los
Castro y su títere no podrán saquear es la impotencia, la rabia y la consecuencia que estas producen en un
pueblo al que un grupo de individuos que se creen sus dueños pretenden seguir
pisoteando.
Cnel
(GN) Antonio Semprun
@antoniosemprun
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