domingo, 10 de noviembre de 2013

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, LENGUAJE Y ESTILO

Últimamente se ha hablado mucho sobre el lenguaje, en especial el del ámbito político. Se ha destacado que Chávez impuso un lenguaje procaz, violento y cuartelario. Un lenguaje que los chavistas se apresuraron a copiar, como una manera de identificarse con el caudillo. Y muerto este, Maduro y sus adláteres han continuado imitándolo, pero haciéndolo más patente y acreciéndolo en su agresividad.


Mucho de lo que se dice sobre el lenguaje de Chávez y los chavistas es cierto. Sin duda que se ha venido imponiendo un lenguaje chavista, caracterizado, entre otras cosas, por los errores gramaticales derivados de la ignorancia, y por por la procacidad, lo escatológico y la profusión del insulto como expresión cotidiana, rasgos que en boca de un alto funcionario, como el presidente de la República, adquieren mayor relevancia y, por supuesto, mayor gravedad.
Sin embargo, se ha exagerado un poco, cayendo mucha gente, quizás sin darse cuenta, en una especie de nominalismo, traducido en darle al lenguaje más importancia de la que en realidad tiene, que, desde luego, es mucha. 
Hay una tendencia a mostrar lo inapropiado y execrable del lenguaje presidencial como el más grave síntoma de un mal gobierno, y hasta se ha llegado a afirmar que quien no conoce su idioma, y por ello lo emplea mal, no está capacitado para gobernar. Algo de esto es cierto. Pero no es la ignorancia del idioma lo que descalifica para las  altas funciones de gobierno, sino que tal ignorancia no va sola, que es parte, sin duda la más notoria, de una ignorancia general, de una incultura que, ciertamente,  entorpece el desempeño de un cargo como la presidencia y algunos otros.
No es, pues, el lenguaje el principal problema que el actual gobierno plantea.  Ese lenguaje es, en realidad, parte, entre muchas otras, de algo más general, que es el estilo, definido este como “Modo, manera, forma de comportamiento (…)” (DRAE). Cómo habla el presidente, cómo se expresa cotidianamente, es parte, ciertamente,   del “modo, manera, forma”, es decir, del estilo de gobernar. El “comportamiento” es lo esencial, lo que define al gobernante, y ese “comportamiento” se manifiesta de muchas maneras.  El lenguaje es solo una de ellas.
El lenguaje es, en este aspecto, un síntoma. En él se expresa el sentido que para el gobernante tiene la majestad del poder. Si un presidente, como es el caso evidente de Maduro, y como lo fue el de Chávez, no tiene la más elemental noción de  eso que se llama la majestad del poder, su comportamiento será execrable, indigno,  abominable, y su lenguaje lo pondrá en evidencia.
Alexis Márquez Rodríguez
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