domingo, 20 de octubre de 2013

RAFAEL MUCI-MENDOZA, HOSPITAL VARGAS DE CARACAS, 122 AÑOS, PARADIGMA Y SÍMBOLO DE LA MEDICINA NACIONAL…

El 16 de agosto de 1888 el Dr. Pablo Rojas Paúl, a la sazón Presidente de la República de Venezuela, exteriorizando sentimientos de honda raigambre social, dispone la fundación de un Hospital Nacional, ¨de construcción análoga y régimen semejante al del Hospital Lariboissiere de París¨ y que habría de llamarse Vargas –a secas-, como homenaje al sabio reformador de los estudios médicos en el país, Dr. José María Vargas. Tres meses más tarde, en terrenos conocidos como Potrero Pulinare y donde se ubicaba el ya clausurado Cementerio de San Simón y Las Mercedes, la muerte dio paso a la vida cuando los trabajos de banqueo de los terrenos, turbaron la paz de los sepulcros.


Un día 1º de enero de 1891, se ve al fin realizado el caro sueño del entonces Ministro de Obras Públicas, Dr. Jesús Muñoz-Tébar, quien habiendo puesto lo mejor de sus esfuerzos en su proyecto y ejecución, lo entrega listo para su inauguración. Y es así como el Hospital Vargas recibe por vez primera, la visita de un jefe de estado, y en esa ocasión, en compañía del Gobernador del Distrito Federal, General Neptalí Urdaneta, en sencillo acto lo da por inaugurado. Ello patentizó la visión futurista de aquellos hombres al poner en funcionamiento aquél centro, que al decir de sus detractores era, ¨de imposible mantenimiento por sus deformes proporciones¨ y que durante más de sesenta años se constituiría en el Hospital General más grande de Caracas, y en centro de referencia por excelencia donde llegaban pacientes desde todos los puntos cardinales de la geografía patria.

Pero no es sino hasta el día 2 de julio de 1891 cuando es acogido en su seno su primer paciente, Antonio Rodríguez, un humilde labriego que encontró en él protección y ayuda para su dolor, y tras sí, miles y miles de desheredados de la fortuna, de la salud y de la protección social, han  traspasado sus umbrales para recobrar la alegría de vivir, encontrar alivio para su pena, o en el peor de los casos, ayuda en el duro trance de la muerte. Y a medida que el tiempo devoró calendarios, el Hospital Vargas fue marcando la pauta en la Medicina Nacional en sus aspectos asistenciales, docentes, de investigación clínica y experimental, o en proyección a la comunidad en momentos de epidemias o crisis de salud.

De sus salas emergieron una pléyade de hombre, unos ya fallecidos, cuyos nombres recordamos con admiración, respeto y justo reconocimiento, y cuyas ideas y actuaciones son una invitación a la emulación: Luis Razetti, José Gregorio Hernández, Br. Rafael Rangel, Pablo Acosta Ortiz, Santos Domínici, Manuel Dagnino, Emilio Conde Flores,  Gilberto Morales Rojas, Gabriel Trómpiz, José Ignacio Baldó, Miguel Ron Pedrique, Fernando Rubén Coronil, Augusto León, Francisco Montbrun y muchos otros paladines de la lucha contra la injusticia y el dolor. Otros aún vivos, Otto Lima Gómez, Herman Wuani, Carlos Hernández, y todavía más, esparcidos por el territorio nacional dando lo mejor de sí en su noble misión.
A la par que transcurre su vida, en el año 1936 acaece en el país un hecho de singular significación trascendencia, la creación del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social que como órgano rector de la Asistencia Pública debía dedicarse por entero en el terreno preventivo y curativo, a las múltiples endemias y epidemias que azotaban la Venezuela rural.
El tiempo pasó y el progreso, que no se detiene, avasalla todo lo que no es renovado. La población de Caracas, en continuo aumento, rebasó con creces la capacidad de la vieja casona. Ocurrió así en 1956, la apertura del Hospital Universitario de Caracas, que moderno y monumental, pareció querer dar al traste con una gloriosa y útil trayectoria. Muchos médicos ilustres emigraron a la nueva edificación. Otros, más románticos pero no menos ilustres y soñadores, no quisieron abandonarlo ni se resignaron a verlo transformado en un centro de segunda categoría.

Fue entonces cuando el tesón y la fe de muchos de los que me honraron con sus enseñanzas y su amistad, pudo hacer, de lo poco que allí quedó, no sólo un Hospital que mantuviera su jerarquía científica, sino que alentaron la idea e hicieron posible la creación de la Escuela de Medicina ¨José María Vargas¨ que muy pronto dio sus frutos en nuevas promociones médicas y más tarde, en gestación fecunda, enseñanza de postgrado de la más alta calidad.

En época más cercana acontece un suceso de trascendencia histórica para el país, signado por el cambio del concepto de carácter benéfico de la Asistencia Pública por uno más universal y humano, el Derecho a la Salud, que como derecho ciudadano quedaba asentado en nuestra Constitución, señalando al Estado como responsable de su implementación y cabal cumplimiento.

Ciento veintidos años han transcurrido desde la visita del Doctor Andueza y no en balde. Muchos años de trabajo continuado, intenso y agotador, de fructífera labor callada, de trayectoria cimera en la Medicina Nacional. Los que llegamos de último, entonces estudiantes bisoños que nos acercábamos tímidos al hombre enfermo, que al calor de la huella dejada por grandes hombres y mantenida con cariño por su predecesores, aprendimos a sentir muy hondo y a querer al viejo recinto y a su humilde clientela, comenzamos a palpar muy de cerca e impotentes, como el desdén y la indiferencia iban matando lentamente al Hospital.

Corrió parejo un drama similar en nuestro máximo organismo de salud, el Ministerio de Sanidad, donde al favor de una Venezuela opulenta, sin claras políticas de salubridad, crecieron cerca de un centenar de grandes y pequeños entes dispensadores de salud, que como yerba mala proliferaron en alarmante profusión arrebatándole su supremacía, atomizando responsabilidades, malgastando recursos y llevando a tumbos la salud del hombre venezolano en medio de una inexistente coordinación, de carencia de objetivos y metas, de evaluación y autocrítica sincera y responsable que fue llevando a este caos asistencial de hoy día, en el que cada uno de nosotros toca una cuota de responsabilidad, sea por obrar a la ligera, sea por confundir aspectos eminentemente técnicos por otros extraños a la salud y a la actuación del médico, fuera por expectación silenciosa y aun cómplice.
En esta cascada hacia el abismo de los últimos catorce años, en medio de una bonanza económica nunca antes conocida y precios del petróleo alcanzando cotas nunca vistas, vemos con gran preocupación como los índices de salud se han deteriorado a niveles vergonzosos. El Ministerio de Sanidad, ahora llamado de Salud y Desarrollo Social, invadido de pseudo técnicos cubanos, ajenos a nuestra idiosincrasia, ha destruido las redes epidemiológicas –comenzando por la División de Malariología-, ha cambiado a su antojo múltiples veces de ministros –muchos de ellos, militares ignaros- y ha devenido en una mueca de lo que alguna vez fue.

El proceso de empobrecimiento del venezolano es largo y se ha acrecentado en forma grosera durante el gobierno comunista de Chávez y el ilegítimo Maduro. Tal hace pensar que será imposible alcanzar las Metas del Milenio: Retraso inexplicable de tres y más meses en las publicaciones del Boletín Epidemiológico Nacional – creado por iniciativa del Dr. Darío Curiel y presente desde 1938-. La mortalidad infantil en 2010, se incrementó en 8,7%. La mortalidad materna, comparativamente con la lograda en 1998 retrocedió más de 10 puntos y es ahora mayor que hace 20 años. Cada año nacen más de 20 mil niños de madres adolescentes y si se contaran los abortos, la cifra se elevaría en 20%. El dengue incrementó sus casos en 110,5 % y así, nos encontramos en medio de la peor epidemia de últimos 20 años: 104.041 casos (3 veces más que la cifra alcanzada para la misma semana del año pasado, n: 42.466). Si se mantiene la tasa de letalidad observada hasta julio de 2010, de entre 0,7 y 0,8 x 1000 habitantes, sin tomar en cuenta el subregistro, el número esperado de fallecidos hasta este momento se estimaría entre 65 y 75 personas. Contra el año pasado la malaria acumuló una cifra de 35.863 casos, un incremento de 68,0%. La cobertura de inmunización contra el sarampión se redujo en  2008 fue de 56 %; un porcentaje inferior a Haití. La cobertura contra la tos ferina en 2007 también fue deficiente: 62 % y en 2008 de 22,7 %. Otras fuentes oficiales indican que fue de 51 % para ese año. Las estadísticas en Venezuela indican que en los últimos 6 años se ha duplicado el número de casos de tos ferina, estamos hablando de 550 casos reportados en registros de epidemiología del Ministerio de Salud para el año 2000 y 1.380 casos registrados para el año 2007. Otros miasmas acompañantes son el tétanos neonatal, fiebre tifoidea y la sífilis congénita.

La tuberculosis, que acompaña al hambre como la sombra al cuerpo: apenas descendió; triste situación sólo comparable a la Venezuela paupérrima del gomecismo. La falta de proteínas comienza a producir hordas de venezolanos famélicos, en ¨chores¨ y descamisados como los cubanos, débiles física y mentalmente. Una muestra se percibe en los maromeros de los semáforos. Y el espacio se hace corto para tanta miseria...
A todo ello se agrega la creación de una escuela de medicina paralela, de gestación y manejo por personal de la misión cubana para formar el llamado ¨médico integral comunitario¨, nacido malformado, nunca frente al cuerpo desnudo de un paciente, siempre frente a un computador envenenado de comunismo, nonato y de partos múltiples calculado en 20 mil… Se atisban momentos muy difíciles para el pueblo venezolano frente a una plaga de ignaros.

Es nuestra impresión de que la lenta muerte de nuestro Hospital en pequeño, y el progresivo deterioro de la Asistencia Pública en el país en grande, que vemos ocurrir con amargura, es con mucho producto de nuestra apatía, improvisación, ineficiencia, falta de mística, cobardía  y seriedad de mucha gente, y muy en especial de nosotros, los médicos, que impertérritos miramos la destrucción. En lo particular, nuestro Hospital ha ido perdiendo logros que no sin esfuerzo se obtuvieron en el pasado, hasta llegar a un estado de penosa agonía en medio de una remodelación que raya los seis años, con pabellones de cirugía sin anestesiólogos, sala de emergencias desprotegidas del hampa, desmembrados sus postgrados por falta de candidatos, estudiantes que sólo piensan graduarse para migrar del país, una oferta de pacientes provenientes de una población marginal donde las salas están llenas de tuberculosos bacilíferos, en enfermos de sida y una ralea de condiciones emparentadas con la injusticia social llevada a sus extremos. Todo ello, una vil maniobra para destruir la medicina nacional y reemplazar a nuestro padre Vargas, por el sanguinario Che Guevara.

A la par que la Institución se ha ido deteriorando, y de que múltiples quejas, reclamos, sugerencias y posibles soluciones son desoídas o ignoradas, este morbo dañino ha dañado también lo que siempre fue nuestro mayor orgullo, la mística y vocación de servicio de un cuerpo médico que fue siendo llevado sutilmente a la desesperanza y frustración hacia lo que hemos llamado, ¨la resignación depresiva¨, en la que no se levanta ya una voz de protesta, en que no se sabe con quién hablar, a quién recurrir, en que no se sabe si los ofrecimientos reiterados no serán más que eso… Pareciera significar esto, que se desconoce la tragedia nuestra de todos los días, de que la verdad es ignorada por las autoridades o ha sido ocultada, y de que nuestros problemas no van a ser resueltos…

Rafael Muci

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1 comentario:

  1. Dr. Muci lo felicito por su excelente artículo, de contenido muy triste, nos sentimos unidos a usted en esta mala hora de la patria.

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