Aunque
Venezuela se retiró recientemente del CIDH hay que reconocer que el dirigente político que más
ha pugnado con esa entidad hemisférica,
exigiendo su reforma y traslado a otro
país, ha sido el mandatario
ecuatoriano Rafael Correa.
Correa,
en representación de todos los gobiernos integrantes de la Alianza Bolivariana
de Las Américas encabeza desde hace cerca de dos años una campaña contra la
CIDH, entidad autónoma de la Organización de Estados Americanos.
Correa
y sus pares de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia, junto a las presidentas de
Brasil y Argentina entre otros gobernantes, han sido los principales promotores
de una reforma de la entidad, en la confianza de que los abusos en que incurren
contra sus ciudadanos, no sean
rechazados por el organismo.
Durante
la 42 Asamblea General de la OEA, Correa atacó a la CIDH y afirmo que “La
Comisión Interamericana de Derechos Humanos está totalmente influenciada por países
hegemónicos, por el oenegeísmo (ONG) y por los intereses del gran capital”.
Nicolás
Maduro, que como presidente de Venezuela
hizo efectiva la voluntad de Hugo Chávez de separar el país del CIDH, declaró
en un encuentro internacional, era canciller entonces, en nombre de los países del ALBA, que el Sistema Interamericano se había
degradado al igual que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Paradójicamente
el propio secretario General de la OEA,
José Miguel Insulza, un aliado de quienes piden limitar la autoridad de la
CIDH, declaró que su intención es "darle certeza al sistema, en ningún
caso debilitarlo y abogó por fomentar una Comisión mucho más flexible",
por lo que cabe preguntarle a Insulza,
si la flexibilidad implica no irritar a los autócratas aun cuando lo
ofenden, como cuando el desaparecido
Hugo Chávez manifestó que ignoraba al Secretario General y calificó sus
declaraciones de necias.
En
consecuencia en la 42 Asamblea de la OEA,
se aprobó realizar cambios en el
CIDH, decisión que se concretó por
unanimidad, tras un fuerte debate con los países del ALBA en otra Asamblea,
fallo que por suerte no afectó la capacidad de imponer las medidas cautelares o
de protección que emite el organismo, el propósito principal de los que procuraban
la reforma.
La
realidad es que los gobiernos que buscan limitar la actuación de la CIDH, es
porque temen investigaciones independientes que demuestren las violaciones a
los derechos humanos en las que incurren y que se dicten medidas cautelares que
les impidan continuar con sus abusos.
Una
de las secciones más atacada fue la Relatoría Especial de Libertad de
Expresión, que cuenta con más fondos para trabajar, porque acepta donaciones
externas, condición a la que Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua se oponen, lo
que conduciría a su desaparición. La relatoría ha sido muy criticada por los
países del ALBA.
La
intención de limitar los ingresos del CIDH a las fuentes internas, los estados
miembros solo provee el 55 %, implicaría según Tirza Florez, de la Asociación
de Jueces por la Democracia de la República de Honduras “que el CIDH perderían cerca del 45% de su
financiamiento, el cual proviene de fuentes externas”.
Instituciones
como el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional, en una carta
suscrita por más de 400 organizaciones no gubernamentales, señaló que "no
se puede atropellar los principios en función de coyunturas de corto
plazo", Human Rights Watch, denunció que algunos gobiernos quieren
cercenar a la CIDH y algunas de sus relatorías, como la de libertad de
expresión.
Renzo
Pomi, de Amnistía Internacional dijo, "Si los estados intentaran imponer
reglas y límites a una institución que crearon independiente, la estarían
condenando a la irrelevancia y negando a los habitantes de las Américas la
justicia que buscan, agrego que el sistema continental de derechos humanos es
"el orgullo de las Américas".
Luz
Estela Castro del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres dijo que “El doble
discurso de los estados es lo que está debilitando nuestro sistema”.
Otra
declarante Viviana Krsticevic, del Centro por la Justicia y el Derecho
Internacional, señaló que "Algunas de las propuestas puestas sobre la mesa
suponen un retroceso y responden a los intereses de los gobiernos pensados como
litigantes, y no como defensores de los derechos en una democracia" y
apunto “Esta coyuntura es una de las más
serias y graves que ha vivido el sistema interamericano en términos del
cuestionamiento a su legitimidad”.
Pero
todas estas declaraciones y muchas más que han sido omitidas por razones de espacio,
no ejercerán ninguna influencia si los gobiernos genuinamente democráticos del
continente no enfrentan a los despóticos, pero todavía será peor si cada
ciudadano de América calla ante la amenaza que pende sobre los derechos de
todos.
pedroc1943@msn.com
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