Un escritor de
hace ya algunos años, el francés Jean Francois Revel, inició una obra suya muy
conocida entonces (“Cómo terminan las
democracias”), en estos términos: “Tal
vez la democracia será en la historia un accidente; un breve paréntesis que
bajo nuestros ojos se cierra.”
¿Por qué Revel
expresa eso? Porque la democracia no se ha constituido, a fondo, para defenderse de
quienes en lo externo y en el interno de las naciones quieren que desaparezca.
¿Quiénes son esos
tales que pretenden hacer desaparecer la democracia? Son aquellos que en el
interior de las naciones políticamente democráticas, o en el exterior de ellas,
quieren destruirla porque es opuesta a sus planes tiránicos y opresores de los
pueblos. De manera particular y en los tiempos que vivimos, los principales
enemigos de la democracia, donde quiera ésta se establezca como sistema de
gobierno, son hoy el comunismo y todas las expresiones semejantes de
totalitarismos.
Todo sistema
totalitario de gobierno, cuando en una Nación “debuta” como proyecto político,
se presenta para ser comprado como un “perfeccionamiento” de la democracia:
véase la historia de comunismos o fascismos debutantes en países como Rusia,
Alemania, Cuba, China y tantos otros. En esas naciones, siempre, los regímenes
totalitarios debutaron con el disfraz de demócratas que durante poco tiempo
usaron. En la Rusia zarista, la sublevación bolchevique, que no nació el 25 de
octubre de 1917 de allá (o 7 de noviembre) sino mucho antes desde el verano de
1915, cuando se inició por la hambruna determinada por la escasez de alimentos
cuya producción cesó, así como los transportes. Al inicio del gobierno
revolucionario en 1917, en Rusia se vivió una luna de miel política, pero ésta
duró poco. En Alemania, Hitler asumió el poder con respaldo pleno el Reichstag
o parlamento, acogió a quien sería, entonces, el factor de la destrucción de
ese país, quien se presentó como ductor del progreso de una Nación que llevó a
la destrucción. ¿No fue acaso una mayoría de venezolanos la que llevó a Hugo
Chávez Frías al poder, y un congreso que, como el Reichstag alemán le aceptó
pese a su insolente juramentación?
El comunismo en
particular y las demás formas de totalitarismo en general, no es que sean
incapaces de generar una sociedad viable, sino que la intención que orienta a
este tipo de regímenes no es otra que la de destruir todos los valores y logros
de una sociedad civilizada, cualquiera fuese la que cayera bajo su poder.
Los
totalitarismos y sistemas políticos semejantes pero antecedentes resultan ser
más hábiles y astutos que los demócratas para defender sus democracias. Las
democracias siempre esperan que los totalitarismos, al inicio disfrazados, no
ejerzan sus amenazas y siempre aquellas se despiertan cuando el daño mortal es
ya inminente.
Dice también
Revel en su libro antes referido que:
“el enemigo interior de la democracia juega una partida fácil, pues explota el derecho al desacuerdo inherente a la democracia misma. El esconde –a la oposición legítima y la crítica reconocida como prerrogativa de todo ciudadano-- sus propósitos de destruir la democracia y de buscar el poder absoluto y el monopolio de la fuerza.”
Como la oposición
al totalitarismo es legal y leal y usa facultades de están previstas en las
instituciones de todo Estado de Derecho, resulta fácil para su oponente, violar
esas instituciones así como alterarlas inconstitucionalmente en favor de sus
conveniencias.
Por otra parte, una vez
que han logrado alcanzar el poder, los regímenes totalitarios simulan realizar
reivindicaciones legítimas en favor de los sectores sociales menos favorecidos,
pero a los demócratas, que sinceramente quieren favorecerlos, los presentan
como autores de represiones “reaccionarias.”
Sobre todos estos
males, suelen surgir en el seno de los sectores democráticos, excesos de
críticas contra quienes, de una manera u otra, se han convertido o han sido
responsabilizados de la conducción política de los sectores que defienden la
democracia. Esta actitud, que a veces se convierte en ataques y acusaciones
permanentes en todo, poco servicio rinden al propósito fundamental de defender
y mantener la democracia. Esa ruta
constituye consecuencias muy peligrosas pues, como contrapartida práctica y
pública, lo que se logra en ella es concederle la razón a un enemigo verdadero
y mortal.
¿Se tratará de limitación intelectual, de ceguera o de indolencia
política?
Todo esto lo he
escrito porque he recibido un documento que me envió un opositor garantizado,
pero cuyo contenido de varias páginas constituye la defensa descarada y
falseada del régimen. ¿Dónde vamos a llegar por ese camino?
En tiempos tan
difíciles como este que estamos viviendo en nuestra patria, hay que tener
conciencia de que el resultado de todos los esfuerzos opositores, con los errores que puedan significar, con sus
omisiones o excesos, con sus idas y retrocesos, son de todos nosotros. Si, de todos. Porque muchos, por razones muy
justificables o no, no estamos involucrados en el meollo del asunto y, porque
opinar, señalar y criticar sin conciencia cierta de lo que se opina, se señala
o se critica corresponda realmente a la verdad, constituye una grave falta
calificable como irresponsabilidad delictuoso, cuando se afirma lo que no se
sabe o se niega lo que no se conoce.
A Venezuela la
salvamos todos sus hijos demócratas o no la salva nadie. Esa es nuestra
responsabilidad. Ese es nuestra meta
y nuestro propósito: realizar efectivamente la liberación de esta Patria, para
que vuelva a ser llamada “Bendita Tierra
de Gracia”. Nada más.
Pedro
Paúl Bello
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