lunes, 28 de octubre de 2013

PASCUAL ALBANESE , ROUSSEFF CON LA IDEOLOGIA NO SE COME NI SE EDUCA, ANALISIS INTERNACIONAL, CASO BRASIL

El Tribuno - 26-Oct-13 - Opinión


Análisis internacional

Rousseff, con la ideología no se come, ni se educa

por Pascual Albanese


Por orden de la presidente brasileña Dilma Rousseff, una ex guerrillera de la década del 70 presa y torturada durante el último régimen militar, un millar de soldados del Ejército, atrincherados alrededor del Hotel Windsor en Río de Janeiro, impidieron que manifestantes encapuchados de distintas organizaciones de izquierda impidiesen el acto de apertura de los sobres de la licitación de la cuenca del petróleo submarino del Atlántico Sur, en la licitación que ganó un verdadero consorcio global, integrado por la empresa anglo-holandesa Shell con la francesa Total y las compañías chinas Cnnoc y Snopec.

Shell y Total retienen el 20% de las acciones cada una y las dos empresas chinas se distribuyen igualitariamente otro 20%. El 40% restante corresponde a la estatal brasileña Petrobras, porque así lo estipulaba el pliego de la licitación.

El consorcio fue el único oferente en un concurso que muchos economistas tacharon de “pobre” y en el que tampoco participó ninguna firma petrolera estadounidense. La española Repsol se abstuvo a último momento de intervenir, puesto que su socio chino, la estatal SNOPEC, resolvió sumarse a la asociación que resultó triunfante.

Hasta último momento reinó suspenso sobre el desenlace del concurso porque la noche anterior a la apertura de los sobres todavía quedaban en pie seis de las veinticuatro acciones judiciales presentadas para impugnarlo, las que fueron cayendo una tras otra en virtud del eficiente trabajo de un ejército de 300 abogados contratados especialmente por indicación de Rousseff.

En un discurso por la cadena nacional, Rousseff señaló que con esta licitación Brasil inaugura un nuevo camino en su historia y que la fórmula utilizada se repetirá en las futuras licitaciones del pré-sal, término referido a un conjunto de rocas ubicadas en gran parte de las costas brasileñas que anidan una incalculable riqueza petrolífera.

Según Rousseff, “Brasil preserva su soberanía pero está abierto a los inversionistas privados y respeta los contratos, en una vía que indica la internacionalización de los negocios petroleros que, hasta ahora, eran competencia del Estado”.

El gobierno defiende el camino escogido con el argumento de que el Estado brasileño percibirá durante 35 años alrededor de 370.000 millones de dólares, que serán afectados principalmente a inversiones en educación, salud pública y preservación del medio ambiente, según porcentajes que ya fueron establecidos taxativamente por el Congreso.

Relaciones difíciles

Desde el descubrimiento del petróleo en su cuenca marítima en 2006, que posicionó a Brasil como el cuarto país del mundo en materia de reservas petrolíferas, comenzó un arduo debate político. El presidente Lula, que tenía a Rousseff como jefa de gabinete, tuvo que manejarse con cautela para desmontar las prevenciones ideológicas del Partido de los Trabajadores (PT) contra la apertura al capital privado.Lula definió el descubrimiento como “la segunda independencia de Brasil”, porque abría la oportunidad histórica de terminar con la dependencia energética y transformar al país en un gran exportador de petróleo.

Simultáneamente, el tradicional nacionalismo brasileño sintió como una amenaza estratégica la atención puesta por Washington sobre el petróleo del Atlántico Sur. Cuando en julio de 2008 el gobierno de George W. Bush comunicó al canciller brasileño Celso Amorim, ahora a cargo de la cartera de Defensa, la decisión de reactivar la Cuarta Flota, dependiente del Comando Sur, la reacción inmediata fue vincular esa decisión con el interés norteamericano en los yacimientos petroleros del Atlántico Sur.

De allí que la tensión desatada en la relación bilateral entre Brasilia y Washington a partir de las revelaciones sobre el espionaje electrónico estadounidense sobre Rousseff, quien canceló una cita con Obama en la Casa Blanca, se multiplicó al conocerse que ese espionaje electrónico había tenido también como blanco las comunicaciones de Petrobras.

En este contexto, hubiera resultado entonces extremadamente conflictivo que una compañía norteamericana participara de la licitación. Ese vacío generado por la ausencia estadounidense fue ocupado rápidamente por China, que ya desplazó a Estados Unidos como principal socio comercial de Brasil. El gobierno de Beijing instruyó a sus dos compañías petroleras estatales para que intervinieran en el concurso.

Palos desde la izquierda

La reacción de la izquierda brasileña contra la apertura petrolera, sugestivamente coincidente con la que protagoniza la izquierda mexicana contra la reforma energética anunciada por el mandatario azteca Enrique Peña Nieto, se entremezcla con un factor de política doméstica: las alternativas que presentan las elecciones presidenciales de 2014, en las que el PT afronta un impensado desafío.

La novedad reside en que a la clásica oposición de centro, encarnada por el Partido Social Democrático Brasileño (PSDB), que postula al gobernador de Minas Geraes, Aecio Neves, se suma ahora una flamante alternativa de izquierda, encarnada por el Partido Socialista Brasileño (PSB), encabezado por el gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos, quien acaba de romper lanzas con la coalición gubernamental y establecer una alianza con Marina Silva, una ex Ministra de Medio Ambiente del gobierno de Lula, que renunció al PT y acaba de afiliarse al PSB.

Silva, abanderada del ecologismo y tenaz enemiga de los estragos ambientales de la explotación petrolífera, tiene una fuerte imagen positiva en la opinión pública y es la dirigente política mejor ponderada por las decenas de miles de manifestantes que periódicamente inundan las calles de San Pablo, Rio de Jaineiro y las demás grandes ciudades brasileñas.

El fantasma que aterroriza al PT es que una fórmula Campos-Silva le quite votos por izquierda, impida que Rousseff logre su reelección en la primera vuelta electoral y genere un escenario de ballotage, ya sea con Neves o con Campos, con final incierto. Este temor a la pérdida de votos ”por izquierda” condiciona la actitud política de un ala del oficialismo, pero no al gobierno.

Ocurre que la realidad económica y social tampoco concede tregua a la especulación política. Rousseff y Lula saben que el “modelo brasileño” está agotado, que el país perdió competitividad internacional, que para recuperarla necesita impulsar un gigantesco salto en infraestructura y educación y que los recursos propios son notoriamente insuficientes. La apertura al capital extranjero ya no puede demorarse.

Mientras los efectivos militares frenaban en Río a los manifestantes izquierdistas, un informe del Fondo Monetario Internacional subrayaba que para que Brasil alcance en 2014 una modesta tasa de crecimiento del 3,5% anual (este año lo hará un 2,25% y en 2012 lo hizo apenas un 0,9%) tendrá que incrementar fuertemente sus niveles de inversión.

Rousseff, como su colega uruguayo José Mujica (otro ex guerrillero izquierdista hoy volcado al pragmatismo económico), aprendió que con la ideología no se come, no se cura ni se educa y que a veces el Ejército también tiene que reprimir.


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