lunes, 28 de octubre de 2013

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¿PATRIA?, ¿Y ESO CON QUÉ SE COME?, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

En Venezuela, la noción de “patria” perdió su exacto sentido al extremo que se confundió entre vulgarismos que aceptan cualquier remedo del tipo de exabrupto ideológico o del tipo de desaguisado político.

Primeramente, vale preguntarse si acaso el concepto de “patria” que por todas partes expone el régimen debe entenderse como sentimiento, valor o principio. Porque si es como sentimiento, la pretensión gubernamental ha resultado horrorosamente deslucida. La noción de “patria” que intenta exaltarse, con base en vulgares manipulaciones, terminó naturalmente extraviándose entre la cabalgante corrupción y demás problemas financieros que tienen atascado al régimen de cara a una ridícula retórica. Si es como valor o principio, sucede lo mismo toda vez que quedó al descubierto el engaño gubernamental cuando busca exaltar la voz de “patria” con la descarada intención de hacer proselitismo de ocasión.

El problema que ha devenido en maltrato o incomprensión de tan usurpado término, radica en la abusiva politización que el régimen animó sin medir las consecuencias. Como estrategia política, resultó equivocada por cuanto las cosas volvieron a salirle al revés. Y así debe reconocerse por cuanto la aducida noción ha caído en un terreno movedizo en el cual, lejos de edificarse ciudadanía con consciencia de “patria”, se ha incitado un inmenso desorden de toda índole que ni el mismo régimen ha podido controlar puesto que las razones de tan cuestionada crisis obedecen a perturbaciones ancladas en la organización funcional del propio gobierno.

El concepto de “patria” no debió convertirse en el “colectivismo” a que ha llegado. Precisamente, por carencias culturales y políticas, fundamentalmente. Aunque la educación igualmente ha conspirado en la radicalización de dicho problema cuando ha estado ausente del proceso de encauzar sentimientos, valores y principios en la formación de ciudadanía. Deberá reconocerse que el vocablo “patria” cayó en desgracia desde el mismo momento en que el régimen comenzó a asociarlo con la ideología sobre la cual ha afincado el desarreglo establecido en nombre de su iluso socialismo del siglo XXI.

La gastada frase “tenemos patria”, revela el grado superlativo de ridiculez que encierra el carácter contradictorio que embarga al país. Y no puede verse distinto, dado que el interés propagandístico del régimen ha procurado mostrar una imagen de país que sólo existe en la imaginación de los creativos gubernamentales. Intentar ocultar las crudas realidades nacionales con alguna patética explicación para cada situación vergonzosa que se sucede, es contrariar el sentido de “patria” que los libros de educación moral y cívica enseñan. Más, cuando se ha aprendido que el término “patria” no está ciertamente vinculado a lo que representa la tierra natal o adoptiva a la que un individuo se siente ligado por razones afectivas, culturales o históricas.

“Patria”, en lo más profundo, exalta el espacio en el cual se vive políticamente al amparo del libre ejercicio de los derechos ciudadanos. En Venezuela, la noción de “patria” perdió su exacto sentido al extremo que se confundió entre vulgarismos que aceptan cualquier remedo del tipo de exabrupto ideológico o del tipo de desaguisado político. Esa “patria” así comprendida, sólo revela el orgullo de la ignorancia de gobernantes aturdidos y consumidos por sus miserias. Esta palabra que hace más de un siglo significaba revolución y libertad, se corrompió y hoy es manoseada por quienes la entienden como una voz que expresa cualquier causa política de baja calaña. Además, sirve para encubrir sectarismo, intolerancia y rencor. Por eso, ¿cómo puede decirse que “tenemos patria” cuando los derechos del venezolano están conculcados por la acción del mismo régimen que, aprovechándose de las coyunturas, finge grotescamente lo contrario?. Así que no hay de otra. Cabe acá preguntarse: ¿Patria? ¿Y eso con qué se come?

VENTANA DE PAPEL

MÉRIDA ¿CIUDAD DE LA FANTASÍA?

Entre 1978 y 1984, una serie de televisión (La Isla de la Fantasía) protagonizada por Ricardo Montalbán, alcanzó puesto de vanguardia en el rating o porcentaje de espectadores que seguían las emisiones de tan entretenido programa. Su popularidad descansó en la trama que resaltaba el carácter mágico de una isla misteriosa donde la gente cumplía sus fantasías sin importar su procedencia, previo pago de 50.000 dólares y a condición de que no revelaran nada acerca de su visita al lugar.

El actor mexicano Ricardo Montalbán hacía el papel de un enigmático anfitrión, Sr. Roarke, conocido por su famoso traje blanco y modales refinados. Este se hacía acompañar de su asistente Tattoo, quien acostumbraba anunciar la llegada de los visitantes con la frase "¡el avión, el avión!" mientras hacía repicar una campana. Esta misma situación pareciera haber ocurrido en Mérida a consecuencia de la realización de la Feria Internacional de Turismo, FITVEN. De pronto, la ciudad, casi por obra y gracia de la magia financiera, se convirtió en otra diferente. Tan especial apariencia logró que se enía una ciudad sin buhoneros en sus calles centrales, con policías por doquier que garantizaban seguridad y confianza, sin posibilidad de cortes de electricidad, señalización remozada de avenidas y confluencias en sitios críticos, con una Plaza Bolívar limpia y sin pedigüeños ante quienes cualquiera se asusta, fachadas arregladas, con luminarias completas y en perfecto funcionamiento.

Mérida pasó a ser la ciudad soñada que bien puede llegar a justificar el advenimiento de quienes se cansaron de vivir en otras ciudades. Pero particularmente, hastiados por la inseguridad, la congestión urbana y el desorden citadino. 

Todo lo que dejó ver la ciudad durante los días de la FITVEN, pareció ser producto de la misma magia que hacía posible el sueño de quienes visitaban la Isla de la Fantasía. Y aunque el optimismo seguirá animando las voluntades de merideños y visitantes, todos saben que tan maravillosa condición que alegró y ennobleció la ciudad, fue sólo de naturaleza temporal. ¿Y cómo no sería momentánea, si momentánea es la preocupación desde la cual se fundamenta la gestión pública propia de un régimen que tiene sus días contados? Indiscutiblemente, por estos días Mérida pareció ser la ciudad de la Fantasía.

LASTIMOSA REALIDAD

No es muy lógico pensar que en casa de herrero, se corta con cuchillo de palo puesto que cada comida se convertiría en un franco desastre. Pero es justamente lo que está viéndose en algunas instancias gubernamentales donde las remuneraciones chocan con la legislación en materia laboral. Más, cuando por decreto presidencial se ha fijado un aumento del salario mínimo mensual obligatorio en todo el territorio nacional que cubre a quienes prestan servicios en los sectores público y privado.

Con este aumento aprobado, el salario mínimo llegaría a 4 mil 113 bolívares (con la suma del bono de alimentación) cerrando el año 2013. Sin embargo, esto no ocurre dentro de oficinas del gobierno que están pagando escasamente el 10% de dicha cantidad. Y lo peor, es que la necesidad tiene “cara de hambre” razón por la que hay personas que por tan irrisoria cantidad se prestan a la explotación gubernamental. 

Aunque vivan esperanzados en escalar posiciones estables y debidamente remuneradas. Así, muchos se resignan a padecer tan cruel calvario económico. Un caso a denunciar, tiene que ver con la compra de consciencia que se hace en nombre de la revolución. Con el pretexto de realizar un trabajo humanitario-comunitario, el régimen se aprovecha de dicha situación para ganar afectos a la causa del oficialismo. Por ejemplo, la Misión Ribas ofrece a docentes a dedicación parcial de 30 horas mensuales, un vulgar salario de 510 Bs. lo cual no traduce el esfuerzo que reclama la seriedad de dicha labor.

Asimismo, en la Misión Sucre la desvergüenza es cruda. Por 44 horas semanales, remuneran 1.300 Bs. lo cual viola el principio de justicia que aplica en la base conceptual del referido aumento salarial. ¿Acaso estos docentes, tienen alguna potestad revolucionaria que les permita conseguir alimentos y medicinas a consignación? Sin duda, esto es expresión del más injusto trato hacia profesionales capacitados para llevar el país a derroteros de progreso en todos los órdenes de la vida. 

Con la excusa de “colaboración social”, estas misiones explotan venezolanos que tienen las mismas necesidades básicas que cualquier parlamentario, militar o ministro. ¿O es que por la revolución deben sacrificar su vida sin que se les reconozca sus necesidades básicas? En medio de tanto discurso presidencial exaltando los derechos ciudadanos, esto encarna una lastimosa realidad.

“Mientras la noción de “Patria” siga incitando confusiones interesadas a instancia de una ideología amañada a prácticas ortodoxas, hablar de Patriotismo será un equívoco de nefastas consecuencias” AJMonagas

Antonio José Monagas

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